El Código de Samiel y el Ritual de Sangría

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Si bien fueron muchos los relatos acerca de la casta de guerreros de los hijos de Saulot que llegaron a mis manos, estoy en deuda sobre todo con Nuriel, Kadiel y Scatha-Columbkille, quienes me hablaron largo y tendido sobre este tema. Los escritos de Nuriel y las narraciones de Scatha fueron tan detallados que convirtieron otras historias en poco más que anécdotas sin importancia. Con todo lo que he dado mi palabra de proteger a mis huéspedes no describiéndolos o mencionándolos demasiado, considero que Scatha-Columbkille requiere una mención especial.

Originaría de Hibernia, esta mujer tomó sus nombres de una renombrada guerrera de su tierra y de una de las primeras santas de su país. Igualaba en altura a sus compañeros varones sin dificultad, y yo mismo presencié cómo combatió con un Ventrue incluso hasta el punto que su enemigo cayó al suelo casi mortalmente herido. Esto hizo, debo añadir, sin hacer uso de la Disciplina de su clan (la cual consideró innecesaria y por tanto deshonrosa para tan débil rival). Kadiel sostenía que Scatha había sido encomendada a vestir armadura y conducir el carro de uno de los reyes de su tierra natal, aunque no especificó el tiempo en que este gran honor tuvo lugar. La propia Scatha no era demasiado precisa acerca de la fecha de su Abrazo (en gran parte debido a que los hibernos miden el tiempo de distinta manera que nosotros), pero basándonos en sus recuerdo, debió ser alrededor de los 700 Anno Domini.

A modo de introducción diré esto, Si Samiel no hubiese sido un vástago tan testarudo, los guerreros jamás habrían aparecido sobre la faz de la tierra. A él le deben su casta y la creación de sus no-vidas. Son la flor de su deseo por infligir sobre los impíos las heridas que a sus hermanos sanaron y así son el fruto de las semillas plantadas por Saulot y Caín.

Ser un guerrero Salubri dista mucho de ser uno de los bestiales Gangrel, de los fanfarrones Brujah o incluso de los estoicos Ventrue. Cualquier animal puede empuñar un arma y cargar ciegamente contra su objetivo, llegando a asestar un golpe certero a fuerza de insistir. Incluso un león ciego puede llegar a matar una pieza, después de todo. Un animal puede adquirir con el tiempo la astucia necesaria para asediar a sus enemigos, sin dejar de ser una bestia. Ser uno de los de Samiel no implica que la astucia o la fuerza sean predominantes, ni que uno deba portar el ajado estandarte de un ideal o del honor. Requiere una mezcla de todo lo que hace un guerrero, a un sacerdote y a un hombre, todo junto; una sed aguijoneada y aplacada por la sangre de sus Sires. Luchan muy duramente por ello cada noche y lo mismo le exigen a su progenie. Sobre todo en estas trágicas noches, deben exigirlo aún con más motivo.

La Hora del Guerrero

Yo soy Nuriel, descendiente de Akharaziel, y aquí están mi mano y mis palabras. A mi izquierda está Kadiel, descendiente de Dokiel y a mi derecha se encuentra Scatha-Columbkille, descendiente de Baradiel, quienes descansan las manos con que empuñan la espada sobre estas páginas y juran que lo que en ellas se encuentra es cierto. La casta del guerrero remonta sus orígenes a los días de Enoch, quizás antes, cuando Samiel, hijo de Saulot, se negó a seguir los pasos suyos como pacífico curandero. No portaba malicia alguna, ni trajo consigo ningún daño; tan sólo descubrió que los caminos del estudio y el trabajo pasivos no eran para él. El por qué Saulot eligió Abrazar a un vástago de temperamento inquieto tan opuesto al resto de sus hijos sigue siendo un misterio para muchos, si bien su sabiduría no debe ser cuestionada. Se ha sugerido la idea de que Saulot planeaba algo para los tiempos venideros, quizás siguiendo el consejo portado por una de sus visiones. Otras historias sostienen que Samiel siguió el camino de los Salubri al principio y que sólo mas tarde se sintió irritado por sus restricciones. Como quiera que ocurriese, Saulot envió a Samiel a entrenar en compañía de Brujah y Gangrel, pensando que sólo entre guerreros se encontraría a gusto.

Se dice que Samiel creció fuerte y capaz con sus tutores, partiendo del lado de su Sire como un vástago descontento e indisciplinado y regresando como un joven guerrero diestro y sabio.

Cuentan las historias que luchó con bestias con las manos desnudas, que desvió el curso de un río y que sobrevivió sin armas ni ropa durante treinta días con los yermos de Nod. Las leyendas de cómo consiguió reunir y entrenar a su banda son tan numerosas como las estrellas en el cielo.

Pero también se dice que Samiel contaba con quince guerreros a su lado cuando sucedieron los destrozos efectos de la Gehena.

Las historias del valle de la Gehena ha llegado así a nuestras manos. Corrían por Enoch numerosos murmullos amedrentados acerca de la creación de un culto de infernalistas dementes que pagaban diezmo y obediencia a los poderes oscuros. Grande era el temor de que estos siervos demoníacos pudiesen amasar el poder suficiente como para atacar los mismísimos muros de Enoch. Se dieron y recibieron muy serios consejo, y Samiel encargó a cuatro de sus más bravos guerreros el partir y averiguar qué estaba sucediendo. Así lo hizo, y las noches pasaron en una cadena sin fin durante casi dos lunas crecientes y dos menguantes antes de que llegara a oídos de Samiel noticia alguna sobre el destino de sus hombres. De los cuatro que habían partido, sólo uno regresó, al borde de la locura a causa del hambre y el pánico. Fue atendido por un curandero, vástago del linaje del sire de su sire, pero hubo de pasar algún tiempo antes de que se pudiese hablar. Cuando lo hizo, fue para narrar un relato de sangre robada y horror tal que obligó al propio tzimisce a estremecerse ante el recuerdo de los caídos. Cuando las palabras de condolencia se consumieron, tuvimos noticias de que dos de los nuestros habían sido diabolizados por las alimañas que se hacían llamar así mismos Baali; el propio mensajero, asustado de muerte, decidió poner fin a su vida recibiendo el abrazo del sol.

La rabia consumió a Saulot al saber que sus chiquillos habían sido utilizados con tal vil propósito y declaró la guerra a los Baali a cuenta de la sangre robada, temeroso de que los monstruos pudiesen utilizar sus nuevos poderes para crear horrores jamás vistos sobre la Tierra. Se dice que fue grande el asombro ante el cambio en el semblante de Saulot, pero de todos entre los suyos, tan sólo Malkav supo consolarle, sin culparlo por su decisión. Samiel y sus guerreros, al mando de una tropa compuesta por miembros de cada clan, descendieron al valle de la Gehena con la bendición de su Sire y el aliento del mismo Caín.

No me corresponde a mi el dar cuenta de las guerras de los Baali, hablar de las acciones de los demonios o de los sacrificios que hicieron, o del sufrimiento que se infligió tanto como se padeció. Es éste un relato que dejo para aquellos más diestros que yo con las palabras. Lo que queda por contar tras el sangriento conflicto es sencillo: Sufrimos la pérdida del propio Samiel y de casi la mitad de sus seguidores. Al principio, aquellos que sobrevivieron no esperaban ya nada de la no-vida y las condolencias de su primer Sire no les consolaban ni lograba darles ánimos. Saulot pasó mucho tiempo enclaustrado con su pesar, sin permitir visitas (excepto las de Malkav y una vástago muy querida conocida como Rayzeel). y el resto de los guerreros cayeron en una gran depresión.

Se dice que uno a quien Samiel había dado el nombre de Uriel encontró los escritos del primero, que pasaron a convertirse en el Código de los Guerreros. De este modo Uriel, llamado así por el ángel del sol, recogió el caído manto del liderazgo para comandar a aquellos guerreros que quisieran seguirle.

Todos los que ahora caminan por la Senda del Guerrero de los Salubri pueden rastrear su linaje hasta uno de estos cinco antiguos Sires: Uriel, Za'aphiel, Ezrael, Aariel y Gabriel. De no haber sido por ellos, los guerreros habrían languidecido y desaparecido en la helada noche del pesar de Saulot. Al seguir el código de Samiel, el número de guerreros creció, dispuestos a recorrer las tierras en busca de maestros de las artes de la guerra que ansiaban aprender. Localizaron a estudiantes de esas tierras y los Abrazaron según el Código, enseñándoles del modo en que ellos habían aprendido como vástagos. De esta manera, poco a poco, las filas de los guerreros medraron y crecieron hasta ser muchos más de los que habían sido en tiempos de Samiel. Muchos se dijeron que Saulot encontraba menos regocijo en lo que su hijo había desatado de lo que podría haber encontrado tiempo atrás, pues aquel hijo no estaba allí para verlo.

Cuando hay buenos guerreros, hay guerra para ellos, y eso es lo que ocurrió con nuestros antepasados. Se enfrentaron a los lamitas en la tierra de Caná, contra los asirios en las ardientes llanuras de esa tierra, contra los seguidores de Moloch en el valle del río y cuando no había guerras mortales que requiriesen su ayuda, los guerreros buscaban a los Baali sin darles tregua ni descanso hasta que los malignos fueron expulsados lejos de los hogares de la buena gente. Así pasaron los años enseñando y sangrando jóvenes, luchando contra los enemigos declarados y contando viejas historias, hasta la noche malvada.

El Código de Samiel

La Casta Guerrera fue formada por un Chiquillo de Saulot, Samiel, quien previó el auge de los Baali y forzó un cambio en su Sangre para combatir la amenaza. El linaje Guerrero sigue atado por la naturaleza básica de los Salubri, doblemente también por las enseñanzas de Samiel. El Camino de Samiel estaba hecho para que sólo él lo siguiera, pero sus enseñanzas se recogieron a lo largo de décadas y siglos. Mientras luchaba para combatir a los Baali, juró que haría cuanto pudiera para combatirlos. Incluso con la Línea de Sangre azotada y sus cultos hechos añicos, Samiel persiguió demonios y hechiceros infernales, venciéndolos con astucia cuando podía y cuando no sometiéndolos por la fuerza. Samiel ató su fortuna a la del Infierno, surgiendo triunfante una y otra vez. Su destino lo encontró en Chorazin, cuando Nergal arrancó el corazón del Antiguo y lo consumió. En el momento de su Diablerie, los escritos y las enseñanzas de Samiel habían echado raíces entre los Guerreros, y aún prosperaron más entre los cruzados de la cristiandad más militante. Cuando Constantino vio el chi rho en el puente Milvio, los Guerreros en su ejército pintaron el mismo signo en sus frentes. Mientras que los Sanadores adoptaron la fanática obsesión de la cristiandad con los mansos y los oprimidos, los Guerreros prefirieron los valores adoptados por el Papa Urbano. Siglos después de que Constantino realizara conquistas en nombre de Cristo, la Senda de Samiel ha sufrido una completa transformación. El Código moderno puede considerarse una Senda híbrida del Camino del Cielo cristiano y los ideales originales defendidos por Samiel. Los Salubri cruzados a menudo siguen el camino de su Progenitor. Pese a la influencia cristiana en la Senda, los al-Amin, los Salubri de los mamelucos, han trasladado a sus creencias religiosas las enseñanzas de Samiel. ¿Cómo no hacerlo, si ambos comparten la Sangre del difunto Saulot y sus asesinos aún caminan por la noche?

Ética de la Vindicación

•Es el deber del Guerrero derramar su Sangre para que otros no deban hacerlo.
•El mal es fuente de corrupción. Sanadores pueden curar la herida, pero antes debe ser purificada con fuego.
•Debe ofrecerse ayuda a quienes sufren y protección a los azotados por el mal.
Virtudes: Conciencia y Autocontrol.
Aura: El Aura de los escogidos de Samiel ayuda a cualquier intento de que uno se enfrente al peligro en lugar de otro.

La Sangría

La Sangría sigue siendo uno de los grandes misterios entre los de la casta, uno de alto e íntimo secreto. Scatha-Columbkille lo comparó con el éxtasis de un santo o a la noche de bodas de una pareja de recién casados; no apto para ojos extraños. Por nada del mundo hablaría conmigo de ello. Del mismo modo, Nuriel no quiso contarme su experiencia, pero llegó a compararlo con algo aún más profundo que el Abrazo. Kadiel habló un poco más pero no dijo nada que llevase a ninguna parte. Al final recibí la mayor parte de la información sobre este tema por un antiguo escudero, el cual me hizo llegar los últimos escritos de su señor. El hombre, un mortal de unos cincuenta años, lloró al recordarlo, tanto por la pérdida de su señor como en recuerdo de lo que había esperado recibir algún día.

A continuación, el extracto que habla de la Sangría de Sulien de Lessen, más tarde llamado Nathaniel y vástago de Israel.

"Fui llevado a un claro en el bosque, portando mis armas y armadura. Mi Sire me instó a desnudarme por completo y a dejar las pertenencias que traía conmigo en el suelo a sus píes. Así lo hice, tras lo que oramos por espacio de unas horas. 

La noche que nos rodeaba era placida, sin ruido de ave o bestia alguna. El cielo sobre nosotros estaba iluminado tan sólo por las miles de estrellas del firmamento y si bien la noche estaba despejada, hacia frío.

Entonces mi Sire me ordenó permanecer dentro de un circulo que había preparado y comenzó a andar a mi alrededor, sigiloso, haciéndome preguntas sobre mi entrenamiento y mis conocimientos. Si erraba o parecía vacilar, me daba un sólo latigazo. Sabia que era para poner a prueba mi rabia y la contuve con toda mi voluntad y esfuerzo. Me hablo en la lengua de Enoch, después en hebreo, y así le respondí.

Sabia que sobre todo debía mantener mi furia y no dejar que me dominase ya que eso significaría fracasar estrepitosamente en todo lo que había aprendido. Sangre por todas las heridas de diez latigazos, el olor de mi sangre flotando como incienso en el aire. Aunque me tambaleaba, no caí. En ese momento mi Sire me ordenó recitar el cogido que me había enseñado, lo que cumplí sin tara ni error. Cuando hube terminado, me dijo: "¿Quien eres tú, que jura guardar este Código como sí fuese su propia vida y sangre?¿Quien eres tú para servir al Señor y ser incluido en el linaje de Samiel?" no me preguntaba por mi nombre de nacimiento, sino por el que habría de ser conocido hasta el fin del mundo, el nombre por el cual Samiel me llamaría cuando descansase en mi tumba. Aunque había pensado mucho sobre ello con anterioridad, no conseguía recordar el nombre que había elegido para mi. En aquel instante, como si viniera de un lugar muy lejano, escuché las palabras de mi padre, diciéndome al oído "Llámese Nathaniel". Estaba claro que esto era una señal de buena suerte y bendición y se lo dije a mi Sire. Este dibujó un símbolo en el aire y dijo: "Seas, pues Nathaniel. Recítame tu Código como lo haría un guerrero", Así lo hice y mi Sire me dijo: "Seas vástago de mi sangre y hermano de mi espada. A vuestro lado he de estar, espalda con espalda, frente a cualquiera que contra nosotros atente: junto a vos he de estar en las huestes del juicio final". Repetí el mismo juramente ante él, tras lo que mis heridas comenzaron a pasarme factura.

Mi Sire me acercó un odre de vitae, del que bebí, cerrando mis heridas con la fuerza de mi voluntad. Me vestí y recogí mis armas, para regresar a nuestro refugio cuando los primeros rayos de sol ya hacían su aparición por el este. A la noche siguiente nos encontramos con un lord Cainita de la linea de los Ventrue, al cual dijo mi Sire: "Este es mi hermano y vástago de mi sangre Nathaniel".  

Poderes de la Sangría

Los poderes que otorga el ritual de la Sangría son sólo para los guerreros que pasan por una exacta versión del mismo, según el Código de Samiel. Las versiones adulteradas de la Sangría no pueden desatar los mismo poderes que proporciona el ritual adecuado.

Los poderes de la Sangría pueden adquirirse al coste de 7 puntos de experiencia cada uno.


Notas Sobre la Sangría

En el Libro del Clan Salubri viene un Merito y un Defecto clave para entender como obtener los poderes antes mencionados.

• Sin Sangría (Defecto 5 puntos): Jamás recibiste el ritual de la Sangría de tu Sire u otros guerreros, por lo que tu entrenamiento está estancado. No podrás progresar más allá del nivel dos de Valeren hasta pasar la Sangría y tienes dos dados menos en cualquier tirada social contra un Salubri consagrado. Sólo los guerreros Salubri pueden coger este defecto.

Si analizamos: Este defecto es solo para los que siguen la Senda del Guerrero, por que son los únicos que realizan este ritual de sangría, quiere decir, que si no tuviste tu ritual no podrás aprender mas niveles de esta senda, del mismo modo alguien externo al clan no podrá aprender mas del nivel 2 ya que difícilmente se le enseñaran esos secretos a un "extranjero" pero vamos todo puede ser posible, un Ventrue con recursos lo puede todo.

• Sangría Según el Código (Mérito 7 Puntos): Por alguna razón, fuiste lo bastante afortunado de haber recibido la Sangría según dicta el Código de Samiel. Por tanto puedes aprender las habilidades que esta sangría proporciona si encuentras un maestro. Debes disponer de un excelente motivo para poseer este Mérito, y tu buena suerte puede levantar sospechas tanto dentro como fuera de tu clan. Sólo los guerreros Salubri pueden coger este mérito.

Si analizamos: Este es el mérito clave y fundamental para aprender los poderes que proporciona el Ritual de Sangría, el mérito nos da a entender que existen dos tipos de rituales, el básico, que no debe ser mas que una "inducción" a lo que significa ser un guerrero, proporcionándote aprender mas allá del nivel 2 de esta senda y el especial; el cual efectivamente te da el conocimiento para aprender estos poderes casi divinos que muy pocos seres en el mundo de tinieblas poseen, sin este mérito, los poderes de este ritual no pueden ser aprendidos, y como el mismo mérito lo dice, es el Narrador quien debe decidir si lo permite o no.
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