Bajo la Enseña de la Media Luna

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Saludos, lector. Me llamo Abu Fahim Kateb, pero ni este es mi nombre completo ni el verdadero para mis Ashirra. Pongo por escrito estas palabras a petición de mi sire, que desea permanecer en el anonimato en estas cuestiones. Aunque escribo sobre todo en beneficio suyo, creo que mis viajes y experiencias pueden resultar útiles a otros Asir, e incluso a otros Cainitas; mi sire me ha otorgado un nombre honorífico de lo más optimista, "padre de la inteligencia", para que no temo que moverme entre mis lectores con solo un nombre como aquel que posee sólo una túnica deshilachada.

Puede que os ayude, lectores, conocer más sobre mi. Soy Banu Haqim, un miembro del clan Assamita como dicen en Europa, y pertenezco a la casta de los visires. En vida fui un comerciante que atendía normalmente la fortuna de mi familia. En muerte, atiendo a las necesidades de mi clan con el mismo celo. No sólo debemos habitar. Vestirnos y armarnos como sea adecuado a nuestra condición, sino que también debemos hace frente a las peticiones de los hechiceros y abonar las necesarias donaciones y cumplir los servicios públicos que justamente se nos exigen en la ley de Muhammad.

También soy Ashirra, un seguidor del Islam. Comprendo la sabiduría que reside en la palabra de Muhammad a Suleiman ibn Abdullah. Debo admitir, para mi vergüenza, que no soy precisamente el Cainita mis devoto. Confió en que Dios comprenda tanto las limitaciones comunes de nuestras formas como las circunstancias particulares en las que me encuentro debido a mis responsabilidades. Cumplo mis oraciones nocturnas, he peregrinado, ayuno todo lo que puedo sin causar daño a mis contactos mortales, los intereses de mi clan o a mi mismo. No creo que estemos malditos y menos que estemos alejados de la gracia de Dios. El Profeta trajo el Islam a todos, no sólo a las mortales y las mortales. ¿Y acaso estos mortales, sean hombres o mujeres, no han de enfrentarse a sus propias maldiciones, sobre todo una vida demasiado corta como para aprender las enseñanzas del Profeta? No... aunque lucho tanto como cualquier Ashirra contra la actual condición de mi alma, no me cabe la menor duda de que en la creación de Dios hay un lugar para nosotros.

Escribo para vosotros sobre mis viajes por el mundo civilizado, esas zonas iluminadas por las enseñanzas del Profeta. Mientras viaje a caballo, en barco, caravana o camello te describiré las ciudades, aquellas a quienes encuentre en estos lugares y las maravillas que allí existen. Te ahorraré las minucias de mis negocios: mis libros de contabilidad contienen los detalles que necesita mi sire. Tengo la esperanza de que tú, lector, emplees este diario de viaje que estoy escribiendo para que tu camino a través de la noche sea seguro. La vida de un comerciante nunca es segura, ni los viajes tampoco, y aún lo es menos para aquellos de nosotros que hemos abierto los ojos. Mis amigos me aconsejan cautela, diciendo que con este diario beneficio a mis enemigos quizá mas que a mis amigos. A esto respondo que no tengo enemigos que desee destruir. Y no tendré miedo cuando se acerque mi fin. Que tu viaje sea tranquilo. Mis bendiciones,

—Abu Fahim Kateb, 17 de junio de 1194


He hecho entrega de estos escritos de mi chiquillo a los escribas. No se hubiera tomado la molestia de documentar una parte tan grande de su travesía si no quisiera que se distribuyese su relato.

El décimo día del mes de abril de 1196, mi sueño diurno se vio interrumpido por la sensación de que mi quiescente corazón estaba siendo arrancado de mis entrañas. En una visión tapizada de escarlata vi como mi chiquillo, al que ya conocéis como Abu Fahim Kateb, era desgarrado miembro a miembro por cinco criaturas de semblante demoníaco. Su sangre (¡mi propia sangre!) se derramaba sobre su cuerpo roto, empapando a sus asesinos con la marca de su crimen.

He recorrido miles de kilómetros para recuperar sus cosas. Todo lo que quedaba de él, era un puñado de informes encuadernados en cuero y, entre ellos, su diario, que uno de sus leales ayudantes escondió antes de que él también hallase su final.

Mi chiquillo era confiado, quizás un defecto curioso en alguien que se abre camino entre la noche como mercader. Yo soy vengativo, tal vez un defecto igualmente curioso en alguien que se considera un intelectual. A quienquiera de vosotros que haya sido cómplice del asesinato de mi chiquillo, sabed que os cazaré. No podréis limpiar la mancha carmesí que procede de mis propias venas. Vengare la destrucción de mi chiquillo, cueste lo que cueste. Vuestras noches están contadas.

Nota Sobre la Esclavitud en el Mundo Musulmán

Los esclavos son una parte aceptada de la mayoría de las ciudades musulmanas medievales. La inmensa mayoría son mujeres que trabajan en las tareas domésticas o como concubinas. Los demás esclavos de la ciudad son eunucos responsables de la seguridad del hogar. Fuera de las ciudades, los esclavos (sobre todo varones) cultivan la tierra o forman parte del ejército. Los musulmanes nacidos libres nunca pueden ser esclavizados: todos los esclavos son prisioneros de guerra no musulmanes, víctimas de incursiones o hijos de esclavos.

La esclavitud no necesariamente es un callejón sin salida. La ley islámica y las costumbres conceden ciertos derechos a los esclavos y decretan que liberar a un esclavo es un acto noble. Un esclavo liberado puede incluso casarse con alguien de la familia o adoptar un papel de importancia en el negocio de su antiguo dueño. Los esclavos liberados del ejército a menudo se convierten en una base leal de expertos guerreros para una dinastía... o fundaron las suyas propias.
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