Jerarquía

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A pesar de sus orígenes, la Sociedad de Leopoldo no es, estrictamente hablando, una organización sacerdotal. Sus miembros ya no son obligatoriamente sacerdotes, pero la iniciación en la Sociedad equivale a tomar votos menores. La Sociedad considera Inquisidores a todos sus miembros; aunque no estén vinculados por un solemnemente sacerdocio o votos monásticos, forman parte de una comunidad religiosa, con los deberes y privilegios que ello implica. Los alzacuellos y otros ropajes no son obligatorios. Aunque la Sociedad permite a sus miembros que lleven tales ropas dentro de su terreno, la ropa sacerdotal suele ser demasiado identificable en público, e incluso los miembros de órdenes religiosas “de paisano”. Tras unirse a la Sociedad de Leopoldo, los Inquisidores reciben el título terciario, el nivel más bajo y comúnmente entre sus miembros. Se les permite la entrada a cualquiera de los cenacula de la Sociedad y tienen acceso provisional a la biblioteca de la Sociedad.

Los terciarios no tienen por qué ser cazadores de brujas a jornada completa, y se les permite desarrollar sus intereses vocacionales o incluso seglares, No hay requisitos formales, pero cuando participan en un caza de brujas deben portase de acuerdo con las normas de la Sociedad. Los Inquisidores suelen operar en equipos, en pequeños grupos llamados “cenáculos”. El término deriva de Cenaculum (plural Cenacula), el equivalente de la Sociedad de Leopoldo a una rectoría o a un monasterio, done los Inquisidores viven y trabajan juntos de forma cotidiana. Los cenáculos varían en antigüedad y procedimientos operativos pueden ser una asociación informal de Inquisidores en una ciudad, y un pequeño pero organizado monasterio en otra más antigua. El liderazgo también varía de un cenáculo a otro. Algunos son de estilo democrático, con voz y voto para todos sus miembros, mientras que otros pueden tener un único y fuerte líder. Los Inquisidores experimentados pueden recibir el título honorífico de Conciliar.

Los conciliares se han ganado el respeto de la Sociedad, habiendo participado en muchas cazas de brujas, siendo responsables de la destrucción de enemigos particularmente viles de la Inquisición, o habiendo mostrado una gran perspicacia a lo largo de diversas crisis. Los conciliares son conocidos por su experiencia y sabiduría. A veces son convocados sínodos de Conciliares en tiempos de necesidad para discutir asuntos de importancia. Individualmente, ofrecen también consejo a los Inquisidores enfrascados en difíciles cacerías. El título de conciliar es otorgado por los provinciales de la Sociedad, y refleja una jerarquía anterior y más definida; aunque los conciliares son más respetados que los terciarios, carecen de autoridad sobre ellos. El siguiente rango jerárquico verdadero es el de Abbé; se trata del responsable de las acciones de un Cenaculum determinado. Lo normal es que los Cenaculum elijan a los Abbé; aunque un Cenaculum puede elegir líder por el voto de sus miembros, debe ser aprobado por el Provincial, que tiene la facultad de proponer a otra persona, ya pertenezca al Cenaculum o sea ajena a mismo.

Pero por lo general, a menos que el Cenaculum sea problemático, el provincial acepta la decisión adoptada por los votos. Algunos Inquisidores alcanzan un puesto todavía de mayor importancia y responsabilidad: el de censor. Los censores vigilan las actividades de la Inquisición, asegurándose que ninguno de sus miembros se corrompa por su trato con lo infernal. Cuando se sospecha que algún Inquisidor es culpable, se le declara en estado de certiorari: debe entregar todos sus archivos (incluyendo diarios y documentos financieros privados) al censor, que pasará a interrogar a sus colegas y aliados. Algunos censores han mostrado el mismo celo en sus acciones que los primeros Inquisidores: unos pocos de los miembros excomulgados de la Sociedad eran populares y eficaces en sus operaciones, y las decisiones de los censores están en tela de juicio.

Sin embargo, nadie se atreve a cuestionar en público a un censor, por miedo a atraer su atención. El Inquisidor general confiere el papel y la posición de censor, pero ese es el oficio de censor, autónomo dentro de la Sociedad, el que dirige sus actividades. Algunos Inquisidores, normalmente los que han desempeñado con éxito la función de Abbé, reciben autoridad jurisdiccional. Elegidos por el Inquisidor general, pasan a llamarse provinciales. Supervisan y coordinan las actividades de la Sociedad dentro de su jurisdicción geográfica. El alcance de la jurisdicción puede variar de forma regular de acuerdo con la densidad de población, la superficie geográfica y para ser francos, el peso político del Provincial. Los provinciales se reúnen en un concilio anual, en el que discuten las actividades del año y planean las del siguiente.

El concilio se celebra cada año en un lugar distinto, pero siempre cerca de alguno de los mayores o más antiguos cenacula. Es más, un gran concilio tienen lugar una vez cada diez años, aunque lo presiden los provinciales, puede intervenir cualquier miembro de la Sociedad que lo desee. Incluso prominentes cazadores de brujas ajenos a la Sociedad son invitados al gran concilio, quedando claro que solo en calidad de “observadores”. Hay pocos Inquisidores de rango igual o superior al de provincial que sigan dedicándose a activamente a la caza de brujas. Pueden dedicarse a algún tipo de estudio o investigación, pero prefieren los papeles de mentor, consejero o administrador al de guerrero. Los provinciales suelen tener un surtido de consejeros, que pueden incluir a cualquiera que elija el provincial. El líder de toda la Sociedad es el Inquisidor general, que tiene una autoridad absoluta y perpetua sobre la misma.

 Los candidatos suelen ser escogidos mediante los votos de los provinciales. Aunque ya ha habido dos mujeres en el puesto, está aún por ver un Inquisidor general laico. Con el tiempo, esto cambiará. Se sabe que el Inquisidor general tiene una camarilla privada, cuyos miembros son desconocidos para la Sociedad. El actual Inquisidor general, Monseñor Amelio Carpaccio, goza del respeto y la admiración general de los demás miembros de la Sociedad de Leopoldo. Los Inquisidores más jóvenes, por supuesto, están intentando que la sangre nueva tome la cabeza, pero es dudoso que alguno de los posibles sustitutos desempeñase el cargo de forma lo bastante distinta para satisfacerles.

Hermano ¿Te Sobra una Moneda? 

Se supone frecuentemente que todos los miembros de la Sociedad de Leopoldo se dirigen unos a otros como “Hermano” o “Hermana”. Esto era así en el pasado, cuando todos los Inquisidores eran Clérigos de una u otra Orden. Los vocativos actuales están basados en la posición eclesiástica, de modo que un Inquisidor atiende al rango otorgado por la Iglesia: Monseñor, reverendo... etc. A los monjes se les llama “hermano”, a los sacerdotes “padre”... En cuanto a los laicos, la manera más formal de dirigirse a ellos es con un simple “señor...” o “señora...”, o algún otro término que prefiera el Inquisidor. Dicho sea de paso, incluso los sacerdotes ordenados evitan el uso de títulos prefiriendo los nombres de pila, especialmente entre amigos. Técnicamente, puesto que la Sociedad confiere calidad de Terciario a todos sus miembros, cualquiera puede ser llamado “hermano” o “hermana”. Esto es bastante raro, excepto entre los Inquisidores más piadosos o tradicionales, o en la correspondencia del propio Santo Oficio. En general, no tienes por qué suponer que los miembros del mismo cenáculo se dirigirán unos a otros por su título eclesiástico a lo largo de su relación. Usa el sentido común.
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