Cosas que me han dejado cicatrices. Cosas en las que no quiero volver a pensar.
Aunque este compendio concierne a nuestra orden de la alcoba, debo incluir un aviso.
Puede que busques el filo de la navaja para sentirte vivo, puedo entenderlo. Pero nunca, jamás,
trates con la Mano. Cuando el Sabbat viene a por ti, luchas o huyes. No cometas el error de tratar
de humanizarlos o entenderlos. No hay nada aguardándote salvo un vano vacío si lo intentas.
¿Has conocido alguna vez a alguien a punto de ser devorado por la Bestia? ¿Has mirado en los
ojos muertos de una criatura en ciernes? Si lo has hecho, sin duda lo habrás sentido. La repugnancia que surge de percatarte de que esa cosa inhumana podrías ser tú si hubieras cedido a tu Ansia.
Retrocedemos desde el borde, aferrándonos a los recuerdos de la calidez de la vida para mantenerla a raya.
El Sabbat es aterrador porque nos mira con esos mismos ojos inhumanos, pero lo hace con
total conocimiento. Pese a ser esclavos muertos de la Bestia, están dotados con una inteligencia
colectiva disfrazada de fe y propósito.
Algunos creen el Sabbat es más débil o menos peligroso ahora que, aparentemente, ha cedido el
control de las ciudades de América y se ha congregado en las zonas bélicas del mundo, supuestamente para regocijarse en su naturaleza vampírica bajo la cobertura de los bombardeos y atrocidades sistemáticos y el caos de la guerra humana. Estoy segura de que lo hacen, pero no es su propósito. Estos espectros, difícilmente Vástagos siquiera, buscan trascender lo que significa ser humano.
Quieren consumir a los más Antiguos y sabios de nosotros e infectar a toda nuestra especie con su
pérdida de identidad. Esta Guerra de la Gehenna no es su meta, es un estadio más. Es una crisálida.
La guerra está cambiando al Sabbat desde dentro y temo en lo que se convertirán, retorcidos y
llenos de cicatrices por los fuegos de su victoria. Odio tener que ponerme seria, pero deberías saber
que, digan lo que digan los informes oficiales sobre la Guerra de la Gehenna, no la estamos ganado.
Siento un picor en los ojos.
Aún permanece una mancha oscura con la forma de una serpiente
devorando su propia cola, apenas visible, allí donde mi amante Sabbat me tocó. Ya había tomado
una decisión; ese roce fue el último. Si alguna vez otro esclavo de sangre sin alma de la Mano
Negra me toca de nuevo, preferiría poner fin a esta eternidad que permitírselo. Te sugiero que
adoptes mi mismo planteamiento y te prepares para lo que volverá arrastrándose desde Jerusalén
hasta nuestras noches en unos pocos años.
En la mayoría de los casos, creo que el saber es poder. En el caso del Sabbat, creo que cuanto
menos sepas sobre los nihilistas Magistri y los Demonios derritecarne de los Lasombra y los
Tzimisce, mejor. Dejaré apenas unos fragmentos aquí. Úsalos para evitar a los Clanes corruptos.
Nunca pienses que puedes aliarte, razonar o siquiera parlamentar con el Sabbat. Quizás creas que
me estoy dejando llevar por las emociones; algunos de ellos parecen bastante razonables al principio, pero no son sólo otra Secta o conjunto de Clanes. Están infectados por un virus, una enfermedad, un mal consciente. No encontrarás un ensayo sobre los Clanes del Sabbat a continuación,
y ahora sabes por qué. La comprensión implica peligro. No te amo, pero no quiero que sientas
jamás el terror que yo sentí durante aquellas interminables y sofocantes noches en una estación
ferroviaria de Atlanta, reducida a un despojo de carne que gritaba en las garras de la Mano Negra.
Defendido por Kalinda, Visir
Assamita y Primogénita de Milán:
El Movimiento Anarquista es
problemático, pero tiempo atrás
estuvo de acuerdo con la Camarilla en que existía una amenaza
mayor. Esa amenaza se llama a sí
misma Sabbat.
Los orígenes y motivos del
Sabbat se han perdido en la historia
y no hablamos mucho de sus prácticas en los dominios de la Camarilla.
A veces es mejor no saber, ya que al
saber se cede a la Bestia.
Los relatos hablan de un
culto medieval a la muerte que
atraía a vampiros homicidas y
sádicos como moscas a un cadáver abotargado. Una Secta que
quería dominar a la humanidad,
como los emperadores vampíricos de antaño. Pero esto no ha
sucedido y, por aterradoras que
puedan ser estas historias, creo
que es seguro decir que el Sabbat
ha fracasado. O, al menos, que no
entendemos sus metas, salvo que
siempre están hambrientos. La
paz que han dejado tras de sí es
inquietante al mismo tiempo que
un alivio.
Primero, ella cree que estamos ganando la Guerra de la Gehenna. Eso es mentira. Sí, es la política de la Secta, pero sigue siendo mentira. He sobrevivido a
guerras nocturnas de una semana en Donetsk, Alepo y Ramala (dos veces en
el último caso) y nunca he visto a nuestro bando salir vencedor. En Ucrania
luché junto a una milicia formada por programadores informáticos, profesores y un puñado de “nacionalistas” muy sospechosos que usaban teléfonos
con Google Maps y Facebook Messenger para coordinar ataques de artillería
contra las fuerzas del RPD prorruso. Éramos tres de los nuestros. Aparte de
mí, había un Haqimita armenio llamado Narek y nuestra Antigua, una fuerza
de la naturaleza griega que se lanzaba a la batalla con un traje ejecutivo gris,
armada con nada salvo su impresionante control de la repugnante lengua rusa.
Sus enemigos se convertían en sus armas conforme hablaba. Se mire como se
mire, deberíamos haber sido imparables. Duramos menos de una hora cuando
encontramos a la primera manada. Desearía poder decirte cómo lucharon, pero
no puedo. La noche pasó de ser traslúcida a negra como la pez. Todo eran gritos
y la voz de la Antigua diciendo en griego antiguo: «Ya veo. Eso lo cambia
todo». Su imponente voz cortaba a través de los bombardeos y los gritos. Luego
se quedó en silencio. Se había acabado.
Así que la próxima vez que alguien te diga que estamos ganando, piénsalo
de nuevo.
La mayoría de dominios del Sabbat aún están fuera
de los límites de la Camarilla, a menos que seas Fiorenza
Savona del Clan Ventrue, que rápidamente puso Ciudad
de México en vereda. Pero la mayoría están vacíos o se
están vaciando conforme las manadas Sabbat se reúnen,
acosadas por una locura de sangre, en la mayor fuente
de Vitae del mundo: Oriente Próximo. Mi hogar, donde
los Matusalenes se alzan y destruyen a los estúpidos
Sabbat que corren hasta allí para hincarles el diente.
¿Estoy subestimando sus acciones? Es posible. La
Secta resulta aterradora cuando uno se la encuentra, pero prefiero una legión de soldados armados,
entrenados y leales por encima de una voraz horda de
babuinos Sabbat cualquier noche. Ellos aterrorizan,
masacran y atraen a la Inquisición allá donde pisan,
pero nosotros nos mantenemos con la cabeza bien alta.
Dejemos que el Sabbat se consuma a sí mismo en una
orgía de violencia. Hemos pagado por asientos de primera.
Los tubos fluorescentes alineados en el techo del corredor parpadearon para encenderse cuando Big D pulsó el interruptor.
—Veamos, este lugar no está tan mal. Podemos organizar nuestra rave aquí sin problema. —Echó un vistazo
a uno de los pabellones acordonados—. Tienen incluso
camillas y lo que parece equipo médico guardado. ¿Crees que
pensaban volver algún día?
Ark sacudió la cabeza, escuchando sólo a medias. La
idea de organizar una fiesta en un hospital abandonado era
bastante predecible, pero no podía negar el atractivo estético
del lugar. Aunque algo no olía bien. Era comprensible que D,
al ser de Sangre tan Débil, no se percatase de ello, pero él era
más viejo y tenía ciertos dones para esta clase de cosas. Allí
había habido Vitae y muerte, y no hacía mucho.
—¡Eh, Ark! ¡Mira! Algunos de los pabellones de aquí
abajo no tienen cadenas.
Quizás podamos… —La voz de
la joven se cortó cuando retrocedió de la puerta que estaba
abriendo—. ¿Qué cojones…?
No había terminado la frase cuando algo que no eran
del todo brazos, piernas y dedos la empujó por las puertas
batientes y desapareció igual de rápido mientras ella se
revolvía. Ark no perdió el tiempo, sino que saltó hacia atrás
tan rápido como pudo en dirección a la escalera. Una mano
con largas garras lo detuvo agarrándolo por el hombro y
mostrando algo de hueso a través de la piel.
—¿Vas a alguna parte, pequeño Anarquista? Ven, ven. Si
vas a entrar donde no debes, al menos deberías quedarte a cenar.
Nunca se volvió a ver a Ark y Big D. Al menos no como
la gente los recordaba.
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