Delincuencia y Fracaso

No resulta sorprendente que la delincuencia inunde las calles asiáticas, teniendo en cuenta los problemas acuciantes que sufre (el caos y la confusión, las dudas y los temores). Desde insignificantes carteristas y ladrones a tratantes de blancas y criminales de guerra, es posible encontrar en el continente todo tipo de miserables, mientras no cesa de manar el sufrimiento humano y la sangre vertida por él. Algunos se enfrentan a la marea de crimen y violencia, pero las buenas intenciones por sí solas no pueden imponerse a la creciente tormenta humana creada por la modernización, la pobreza, la política y las tradiciones mal interpretadas.

Sin Respeto, Moral Ni Control

No hay muchos Kuei-jin que consientan el crimen por el crimen y aún menos que estén exclusivamente interesados en la riqueza mortal que tal actividad reporta. Tampoco la mayoría gasta su tiempo en dirigir a una familia de mendigos o a una banda de carteristas de manera directa o incluso indirecta, ya que, simplemente, el rendimiento no vale el esfuerzo. Los Kuei-jin prefieren tratar con el crimen sólo cuando les reporta poder sobre sus rivales o la abundancia de Chi. Esta razón justifica el énfasis que ponen sobre el negocio del sexo, que mantiene a un gran número de jóvenes víctimas prescindibles en las ciudades asiáticas. Aún para los más viejos y refinados Kuei-jin, la idea de tratar con delincuentes es intolerable, ya que han ocupado siempre las más bajas clases y categorías sociales. Prefieren dejar el trato directo con estos tan comunes mortales a los Monos Corredores, Dhampyros o a sirvientes humanos prescindibles.

La criminalidad confiere también su parte de problemas prácticos a los Kuei-jin. Primero está la vigilancia a cargo de las autoridades locales, que puede ser un serio problema si ciertas actividades llegan a los oídos de las personas equivocadas. Tener escarceos criminales conlleva la constante amenaza de ser buscado y arrestado por la policía, y un Kuei-jin que tenga que cumplir una condena se encontraría en serios problemas. Otra posible desventaja es la amenaza de la traición y el peligro propios de los bajos fondos. Ni que decir tiene que los delincuentes no son gente de confianza, por ello, el único modo seguro de utilizarlos es asegurarte que tus objetivo encajen con los suyos. Cuando se es uno de los muertos vivientes esta similitud de propósito es casi improbable, al menos en un sentido lógico. La clave entonces está en la sutileza. Los Kuei-jin pueden hacer que los criminales hagan cualquier cosa que ellos quieran, mientras éstos no relacionen lo que están haciendo con cualquier otra cosa que no sea criminalidad.

Por ejemplo, si un Kuei-jin que necesite constantes víctimas tendrá ventajas si adorna su alimentación de forma de ataques de represalias contra criminales rivales o vecinos rebeldes, en lugar de simplemente pedir que le traigan personas. Mientras que el resultado final es el mismo, el primer método traerá respeto en la comunidad criminal al Kuei-jin; el segundo sólo levantará suspicacias sobre lo que está ocurriendo exactamente. La crueldad de los criminales asiáticos hace que incluso el más conflictivo y diabólico de los Kuei-jin pueda encontrar un hueco en el que esconderse en caso de ser necesario, pero también por ese mismo motivo, el mismo Kuei-jin debe tener cuidado de encajar bien en esa sociedad delictiva. En caso contrario, los delincuentes mortales lo verían como una amenaza y tratarían de eliminarlo.

A veces la sutileza ocasiona sus propios problemas. Si tus colegas no se percatan de que eres uno de los Muertos Famélicos, tendrás las mismas probabilidades que un jefe criminal humano de ser traicionado o derrocado por ansiosos subordinados o ávidos rivales. El orden social se desarma en las calles, y cada vez está siendo más importante el problema de los aliados y subordinados de poca confianza. La falta de respeto, la violencia salvaje y la adicción a las drogas son parte de la irreverencia de "vive rápido y muere joven" que hace un señor del crimen Kuei-jin acabe con los nervios destrozados debido a sus trabajos. Naturalmente, un Kuei-jin tiene más posibilidades de sobrevivir a un intento de asesinato, para luego arrancar en venganza, uno a uno, los miembros de sus enemigos. Pero esto no elimina el problema, especialmente si las cortes rivales son las que manipulan a los asesinos en cuestión.

Unas cuantas muestras de poder por parte de un Kuei-jin pueden hacer maravillas, dejando a sus supersticiosos subordinados temerosos de contrariar a su jefe. Por supuesto, estas acciones elevan el riesgo de la existencia de rumores acerca de lo que realmente es el Kuei-jin, y de que éstos lleguen a oídos de un Shih local. Hubo un tiempo en el que el papel del señor del crimen era más fácil; la inclinación natural a los rituales y el espiritualismo por parte de los grupos del crimen organizado asiático constituía un método excelente de ocultar la verdadera fuente de poder de un Kuei-jin. La llegada de la modernización, y el escepticismo que la ha acompañado incluso en grupos criminales medianamente tradicionales, hace que una muestra de poder haga ahora levantar asombro.

Un Mono Corredor tendrá más difícil infiltrarse en grupos con ideas más conservadoras; sus raíces históricas y el mantenimiento de las antiguas tradiciones de tratamiento y respeto, hacen de estos grupos Pantallas Escarlatas predilectas para aquellos antiguos que se dignan a tratar con criminales. En consecuencia, los ancestros y mandarines tienden a dominar grupos criminales organizados de ideas conservadoras, mientras que los Monos Corredores favorecen aquellos grupos que han dejado atrás las antiguas palabrerías. Como las bandas modernas están demostrando ser más efectivas en las calles, los Monos Corredores están debilitando el poder de los antiguos casi sin intentarlo, dejando a la vieja guardia furiosa con otra nueva debilidad en la sociedad tradicional.