El Sabbat

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La inmensa mayoría de vampiros creen que el Sabbat no es más que un grupo de vástagos salvajes, atroces, sin ningún tipo de respeto por la vida humana ni cainita, cuyos fines no son otros que extender el caos y la destrucción por todas partes. Desde luego, ésta es la opinión de aquellos que están fuera de él. El Sabbat a menudo es violento y brutal, pero realmente es mucho más que eso... La historia del Sabbat comienza con la revuelta anarquista iniciada en España por los jóvenes vampiros del clan Brujah. Éstos, al ver como los ancianos se desentendían de ellos, abandonándolos a las llamas de la Inquisición, se volvieron contra sus mayores, con el ansia de, eliminándolos, ganarse su libertad.Pero poco podían hacer contra el vínculo de sangre que compartían con sus ancianos, así que la revuelta hubiera tenido poco éxito, de no ser por un hecho que cambiaría el curso de la historia vampírica para siempre.

 En los montes Cárpatos, en una tierra donde desde siempre habían existido los vampiros, se daba un proceso similar. Pero con la diferencia de que los jóvenes del clan Tzimisce, experimentando con su magia los poderes de ciertos rituales y la mezcla de la sangre de varios sacerdotes de su clan, descubrieron un modo para romper los vínculos del juramento de sangre. Éste hallazgo les posibilitó abandonar su tierra, fijar rumbo a España, y compartir su secreto con los insurgentes del clan Brujah. En parte animados por sus ancianos, que deseaban desembarazarse de ellos, y en parte con el acicate de las promesas de libertad, los jóvenes descontentos de toda Europa pusieron rumbo a España. Había comenzado la Revuelta Anarca. La Revuelta Anarca duró varios años. En el curso de la misma, los airados anarcas pusieron precio a las cabezas de sus ancianos, cazándolos mientras ambos bandos sufrían la cólera de la Inquisición.

No fue raro que muchos vástagos fuesen delatados por otros vampiros, con el propósito de eliminar competidores. Muchos ancianos cayeron, e incluso el antediluviano del clan Lasombra fue eliminado y diablerizado, por uno de sus propios chiquillos. Además, se cree que el antediluviano del clan Tzimisce fue eliminado. Además de la amenaza de los Anarquistas, los vástagos de la futura Camarilla se encontraron con otro grave problema: la amenaza Assamita. El clan de asesinos avanzaba, y había llegado a una especie de alianza con los Anarcas. Algunos ancianos se volvieron temerosos por su no vida, y decidieron que era mejor unirse a los Anarcas que combatirlos. Pero el resto de los ancianos se unieron y crearon la camarilla, que terminó por aplastar a los anarquistas. Con el fin de la revuelta, los ancianos de cada uno de los clanes ofrecieron a sus díscolos chiquillos la oportunidad de volver a unirse a ellos. Mediante la Convención de Thorns se fijaron los términos de la rendición de los Anarcas. Algunos pocos volvieron con sus mayores. Otros fueron directamente ejecutados por su rebeldía. Pero un tercer grupo decidió no seguir ninguna de éstas suertes, y decidieron andar su propio camino. Éstos fueron los fundadores del Sabbat.

La recién creada secta pasó sus peores momentos nada más crearse. Los vástagos pertenecientes a la Camarilla se dieron cuenta de la enorme amenaza que para ellos podía suponer el grupo de vástagos, así que decidieron emplear todos sus medios en deshacerse de sus enemigos. Durante doscientos años, la guerra no tuvo cuartel. El Sabbat se vio obligado a ceder terreno, hasta el punto en que se vio arrinconado en el norte de Europa. Allí, aprovechando una relativa calma en la guerra, desarrollaron sus propias Sendas de Iluminación. Además fue cuando se fundó la Mano Negra.

Con el descubrimiento de América, el Sabbat encontró una vía de escape de la sociedad vampírica del Antiguo Continente, y muchos Sabbat pusieron rumbo a América. Allí encontraron tierras para todos, sin las limitaciones que les imponía la Europa dominada por la Camarilla. Fueron los Sabbat los que instigaron a los colonos americanos a rebelarse contra los ingleses, controlados por la Camarilla.

Durante la Guerra de la Independencia Norteamericana fue cuando los miembros del Sabbat se dieron cuenta de que tal vez sus líderes no eran tan poderosos como aparentaban. Aceptaban a los desertores de la Camarilla, y les costaba cada vez más aplastar a sus enemigos. Muchos ejercieron su derecho a la Monomancia, lo que al final redundó en detrimento de la secta. Éste periodo de inestabilidad duró hasta la década de 1930. Durante éste tiempo, únicamente la Mano Negra se mantuvo firme.

Fue a partir de ese año cuando las manadas del Sabbat se diferenciaron en nómadas y urbanas. Las nómadas eran las que estaban acostumbradas a viajar de una ciudad de la Camarilla a otra, sembrando el caos, mientras que las urbanas se establecían en un territorio establecido. Actualmente, la Secta está inmersa en multitud de frentes, desde Oriente a Norteamérica.

Paradójicamente, el Sabbat se debilita cada vez que acumula más poder. Dado que el principo esencial del Sabbat es la libertad, a veces se dan algunos brotes de miembros del Sabbat que se niegan a obedecer las órdenes de sus superiores. Éstos movimientos suelen estar encabezados por Ventrue Antitribu, con especial arraigo entre los más jóvenes, que se oponen a toda jerarquía en la Secta. 

El Sabbat sólo existe con dos fines: garantizar la libertad de los vástagos y protegerse de las maquinaciones y el regreso de los antediluvianos. Éstos dos dogmas marcan profundamente todo lo que tiene que ver con el Sabbat. Además, la secta tiene un sentido del secreto extremadamente alto, siendo casi imposible arrancar siquiera un poco de información de un Sabbat capturado.

La secta tiene una filosofía muy simple: o estás con nosotros, o estás contra nosotros. Con nosotros únicamente están los miembros del Sabbat, y de su cédula interna, la Mano Negra. Contra el Sabbat están todos los demás, independientemente de que ese "todos" incluya a vástagos, magos, lupinos, humanos, o lo que quiera que sea.

Respecto a los humanos tienen una concepción muy sencilla. No son más que ganado, del que se puede disponer cuando y cómo se desee. No importa para nada la vida humana, ni el modo en el que se mate a los recipientes (o bolsas de zumo, como llaman los Sabbat a los humanos). No son más que animales, y no merecen más respeto que éstos.

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