La historia de los Baali

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Un excelentísimo documento para tener muy en cuenta, fue extraído del Companion y espero que les sea de utilidad, cuenta la maldición que Caín hizo descender sobre Shaitan, y la venganza que el intenta llevar.

Un clan vampírico se ha consagrado íntegramente a lo infernal: se trata de los Baali, cuya historia comienza hace miles de años en las legendarias noches de la Primera Ciudad.

Shaitan

Supuestamente, el Baali mas viejo se llama Shaitan (aunque tuvo una vez un nombre distinto), y fue el primer chiquillo del mítico Antediluviano Ashur.

Según la leyenda, era el mas bello de la Cuarta Generación; tal era su orgullo que sintió celos de Arikel, la fundadora de los Toreador, e incluso de Zillah la Hermosa, esposa de Caín.

En vida había sido un esclavo que cantaba himnos en el templo a todos los dioses del cosmos, y retuvo su belleza y su voz de miel tras el Abrazo. Pero la amargura medraba en el corazón de Shaitan, pues era consciente de que siempre seria un poder inferior comparado con su sire y sus mayores.

Estaba resentido porque siempre iba a ser el reflejo de una luz mayor, no la luz misma… y por ello cayó, Se cuentan muchas historias de su caída, pero este relato viene del Libro de Nod; el mas viejo registro de los hijos de Caín.

La Primera Guerra

En la gran guerra que devastó la Primera Ciudad y acabó con la Segunda Generación, Shaitan fue uno de los mas furiosos de su generación. Reunió a los descontentos de otros clanes bajo su bandera y puso asedio al mismo templo de Caín, en el corazón de Enoch. Maldiciendo a todos los dioses a los que una vez había adorado, pidió fuerzas a los poderes de la oscuridad, y después se lanzo con sus seguidores contra el propio Caín. La batalla destrozó el templo, derribando sus antiguas piedras y abrasando los alrededores con fuego infernal. Pero Shaitan no venció, pues el poder de Caín era tal que ni siquiera el Infierno podía oponerse a el.

Shaitan había sido derrotado, pero Caín no pudo obligarse a matar a aquel chiquillo descarriado. En lugar de ello, contemplo la belleza de su rostro y dijo: “Pareces hermoso, como las bandas de oro que llevo, como la fragante arboleda de mi jardín, como la carne de mi amada esposa. Pero eres malo en tu interior, como la sangre emponzoñada por la enfermedad, como el vino agriado en la vasija, como una espada rota en el campo de batalla. No puedo matarte, pues es mi sangre mancillada, mi furia, lo que te ha hecho beber de este amargo cáliz; pero tampoco puedo dejar que recorras la Tierra con tu belleza, con tus largas pestañas, tu cabello de oro y tus ojos claros. Por lo tanto, te dejo tu no vida, pero te arrebato tu belleza”.

Caín alzó la mano y golpeó a Shaitan, y el pelo de este cayó de su cabeza, sus ojos ardieron en sus cuencas y su piel se plagó de llagas.

Caín alzó de nuevo la mano, golpeando a Shaitan por segunda vez, y sus huesos se retorcieron basta romperse y no pudo seguir en pie.

Caín le golpeó por ultima vez, y todo su poder le abandonó. Entonces Caín se alejó para no ser visto por sus chiquillos hasta la noche de la Gehena, en la que se revelación sus secretos.

La partida de guerra de Shaitan (un miembro de cada uno de los grandes clanes) se reunió en tomo suyo, le alzaron y se lo llevaron entre gemidos, sabiendo que sus sueños de rebelión habían terminado. Se lo llevaron con ellas a las tierras desoladas y allí se dispusieron a morir, pues sus espíritus estaban vencidos.


La Caída

Pero el gran Caín había cometido un error al no despojar a Shaitan de su hermosa voz. En el desierto, Shaitan llamó primero a sus camaradas y después a la oscuridad que le había ayudado. La oscuridad respondió, y en un impulso como un remolino, el y sus seguidores fueron barridos y cambiados para siempre. Los oscuros vieron a su quebrantado hijo y lloraron lagrimas amargas, y allí donde sus lagrimas tocaban la carne, esta quedaba alterada: le dieron a Shaitan y a sus seguidores veneno como el del áspid, garras como las del león de montaña, cuernos y colmillos como los del lagarto de las rocas, una coraza coma la del escorpión, y le elevaron sobre la tierra.

“Te hemos alzado allí donde caíste”, susurraron, sus voces como hielo sobre la roca. “Hemos reparado tus huesos quebrados, unido tu piel rota y abierto tus ojos a la oscuridad, pues te amamos mas de lo que cualquier otra podría. Adóranos, ámanos a tu vez, y te daremos el dominio sobre todo esto.” Y los reinos del mundo se extendieron ante Shaitan y sus seguidores como un tapiz, y Shaitan contempló la tierra con nuevos ojos, y codició su belleza, y así, como una estrella caída, entró en el abismo.

Shaitan y sus seguidores dejaron el desierto y vieron la obra de sus primos, los vampiros de otros clanes. Vieron elevarse a nuevas civilizaciones desde las ruinas de la Primera Ciudad, y se dieron cuenta de que habían sido olvidados, declarados proscritos. Como cada uno de sus seguidores pertenecía a un clan distinto, Shaitan les ordenó crear progenies propias e infiltrarse en sus viejas clanes, ocultando su naturaleza. El construyó una fortaleza en el desierto, en un lugar llamada Chorazin, y la consagró a sus amos infernales. Este lugar (perdido ahorra baja las arenas), se convirtió en el centro de un culto demoníaco que adoraba a Shaitan. Su nombre entró en las leyendas humanas como el Adversario, el líder de las fuerzas de la oscuridad. Sus seguidores, ocultas entre las demás clanes, guiaban a los vampiros hasta el, para ser convertidos o destruidos.

Pasaron los siglos, y la Yihad estremeció el mundo antiguo. Shaitan conspiraba contra la generación de su sire, extendiendo su poder. Era adorado bajo muchos nombres y en muchos lugares: en Grecia era el esposo de Hécate, y lamía del suelo la sangre derramada; en Ur, los niños eran arrojadas al fuego en su nombre; en Babilonia, los astrólogos celebraban sacrificios en su honor bajo la luna nueva; y basta en la remota Hibernia se le conocía y se derramaba sangre en su nombre. El culto de Shaitan invocaba a demonios y consagraba lugares a los poderes infernales, y su poder creció hasta que estuvo preparado para abrir las puertas al Infierno y entregar el mundo a sus amos.

La Gran Guerra

Solo los mas viejos vampiros de Europa recuerdan los tiempos de las ascensión al poder de los Baali, y no les agrada hacerlo. Ahora los Baali están creciendo de nuevo en poder, y algunos de los antiguos han alertado a sus chiquillos contra los hijos del Diablo, recuperando historias de la gran guerra librada contra ellos.

 Shaitan traslado su centro de poder a Creta, la encrucijada cultural y comercial del Mediterráneo, y llamo junto a el a sus seguidores originales. Tras expulsar a los señores de la isla, hizo que se construyese un intrincado laberinto, un oscuro mándala que centraría su poder y permitiría a los señores del Infierno recorrer la tierra una vez mas. Los minoicos se pusieron en pie de guerra y exigieron tributo a todas las demás civilizaciones: esclavos e hijos de reyes fueron enviados por igual como alimento para los sangrientos rituales de los Baali. Cosas inhumanas recorrían el laberinto, y el palacio de Knossos era como un osario. El poder infernal se hizo tan fuerte que los vampiros podían caminar a la luz del día, y Shaitan planeaba un imperio de sangre que sumiría a todo el mundo en la oscuridad.

Pero los actos de Shaitan habían enfurecido a sus rivales de la Yihad: sus exigencias de tributos a Egipto habían soliviantado al propio Set; el maestro de la guerra Brujah, Menelao llego de Atenas con héroes mortales para destruir al esclavista del Mediterráneo, y el Ventrue Baltasar volvió de sus viajes: a la India, donde los augures habían visto al cielo oscurecerse. Otros peones de la Yihad se movieron hacia allí: Gangrel desde las estepas, el Malkavian Dionisos y las bacantes, Toreador y Lasombra de África. Guerrearon contra Shaitan hasta que el mar en torno a Creta se tiño de rojo por la sangre… tanto mortal como inmortal.

La guerra se prolongo durante nueve días y nueve noches, mientras Shaitan permanecía en el centro de su laberinto, celebrando rituales para abrir una puerta al Infierno. Aunque sus fuerzas habían sido derrotadas, nadie pudo penetrar en el laberinto para acabar con el. Los héroes mortales creían haber matado al monstruo de Creta cuando se enfrentaron a los Ghouls de Shaitan, tan retorcidos de cuerpo como su amo lo era de corazón.

Los exhaustos guerreros se reunieron: “No podemos alcanzar al propio Shaitan y estamos cansados… ¿Qué podemos hacer?” Los chiquillos de Set, expertos en la magia de Egipto, hablaron: “Si no podemos acabar con el, debemos acabar con su laberinto. Llamemos a la tormenta, llamemos al fuego y llamemos al terremoto. Abramos esta isla como un higo maduro”. Los vampiros se mostraron de acuerdo y recurrieron a sus poderes, y la cercana isla de Santorini respondió, explotando en una erupción cataclísmica. La honda derribo el palacio de Knossos, el fuego abraso a Shaitan y sus seguidores, y los mares se alzaron para lavar la mancha.

Los chiquillos de Set sonrieron, pues sabían que el reino de Egipto habría de hacerse poderoso gracias a la desaparición de Creta. Shaitan aulló de rabia y desesperación al ser derrotado de nuevo. Desde entonces, nadie se ha encontrado en persona con el. Sus discípulos dicen que les habla en sueños, contándoles que fue llevado sobre las alas de la tormenta hasta una tierra lejana donde pudiera descansar y curar sus heridas, y que volverá con todo su poder para reclamar aquello que le pertenece. Sus seguidores fueron dispersados pero no destruidos, y volvieron a sus refugios secretos, escondiéndose entre los clanes o en las tierras salvajes. Los Baali contemplaron el auge y caída de los imperios desde los márgenes, esperando su momento y esperando hasta que la Yihad les hubiese olvidado.

Los Baali en la Actualidad

En la Edad Oscura, los Baali están de nuevo en auge. Han vuelto a sus antiguos lugares de poder (en ruinas desde hace mucho tiempo) y una vez mas están dispuestos comenzar la magna tarea de conseguir para si y sus amos oscuros el dominio del mundo. Aunque su gran laberinto de poder se perdió en creta, muchos de sus lugares corruptos permanecen intactos: con el poder extraído del derramamiento de sangre en las Cruzadas han recuperado Chorazin de las arenas del desierto, recibiendo de nuevo una constante afluencia de suplicantes en su Peregrinación Negra. Y los seguidores originales de Shaitan despiertan de su largo sueño para reiniciar la corrupción de sus respectivos clanes.

Otro Cuento

La Primera Tribu

Hubo un tiempo anterior a todo en el que las huestes celestiales estaban tranquilas y la humanidad no era mas que un montón de arcilla informe. Y entonces el Señor proclamó “Hágase la luz”, y la luz se hizo. Pero la oscuridad había creado a sus propios niños, y éstos habían sufrido terriblemente bajo la marca del Dios inquisidor. En aquellos días de la antigüedad el cielo se incendió con su furia. Su luz asoló el mundo como el fuego griego y golpeó los cimientos de la existencia como un ariete. Los Hijos, retoños de la noche, cayeron desde el cielo y se precipitaron como estrellas fugaces envueltos en llamas. Eran poco mas que cascarones ennegrecidos por el tiempo, pero algunos sobrevivieron lo suficiente como para encontrar refugio.

La caída de los Hijos había dividido la tierra, abriendo grandes simas a las grandes profundidades. Los supervivientes se arrastraron hacia un paisaje fracturado donde fueron superados por el sopor, permitiendo así al tiempo sellarlos en sus úteros de polvo. La Humanidad creada para satisfacer el narcisismo de Dios, nunca supo el terreno sagrado por el que caminaba. Ignorante construyó ciudades sobre las tumbas de los Hijos, desconocedora del gran poder que le atraía a aquellos lugares. Como las moscas invocadas por el dulce aroma de la podredumbre, los hombres elevaron sus templos y altares hacia los cielos al tiempo que eran manipulados por los oscuros sueños de los cuerpos enterrados.

Los Mortales de lo que denominamos la primera tribu fueron las primeras criaturas vivas que se encontraron con la progenie de la noche. Mientras cavaban un pozo en el exterior de la pujante ciudad de Azur descubrieron a uno de los Hijos. El Cainita se pudrió y grito ante el ojo de Dios, el sol, y maldijo su Nombre. Cada una de las palabras de la Bestia guardaba poder, y la misma tierra tembló cuando el agonizante durmiente pronunció su verdadero nombre. Pero la bestia no podía salvarse con palabras. Su piel burbujeaba como la cera y se fundía. Revelando hueso, músculo y carne ardiente. Llamó a sus hermanos pidiendo rescate y apoyo, pero sus gritos no fueron atendidos. El Hijo pereció a los pocos minutos, elevándose su carne a los cielos como humo venenoso. Sin embargo, esta breve revelación bastó para cambiar a la primera tribu para siempre. Las palabras del Hijo trajeron con ellas las semillas de una oscuridad que infectó a los responsables del descubrimiento de la terrible bestia.

La primera tribu había oído los gritos del ser el nombre de otros Hijos, y tocada por el poder de estos nombres era capaz de oír sus murmullos en el viento. Los durmientes oscuros susurraban a través de los gemidos del moribundo mientras la primera tribu aprendía a asesinar, elevando cánticos sobre el increíble poder de aquellos a los que violaban y mataban. Los mortales vieron la fuerza de los Hijos muertos y codiciaron sus dones. Buscaron a los durmientes chtónicos, les susurraron mientras reposaban y prostituyeron sus almas.

A cambio del patrocinio de los Hijos, la primera tribu se convirtió en su acólita. Los humanos aceptaron la carga de recordar la existencia de sus maestros cuando éstos se hubieran desvanecido de la memoria mortal. Mas su propósito era siniestro, ya que creían que al conocer el verdadero nombre de estas criaturas malignas tendrían poder sobre ellas. Tal era la ignorancia del hombre primitivo, ya que conocer el nombre verdadero de alguien también le da fuerza a el sobre ti. El poder nunca puede darse o tomarse libremente.

La primera tribu creció fuerte en la sangre, pero se pudrió en espíritu a medida que paso su mal a sus hijos y nietos. Peor aún, jugando con esos nombres malditos hizo a los Hijos más conscientes del mundo que aguardaba más allá de sus sueños. Lo único que ataba a estas criaturas a la realidad eran sus nombres, cada vez que éstos eran pronunciados los Hijos se acercaban un poco más a la vigilia.

La primera tribu terminó comprendiendo que su servidumbre no tenía sentido. Debido a sus acciones los antiguos maestros despertarían y caminarían por el mundo como colosos. Las plagas se extenderían con cada paso de estos titanes, y el servicio de la tribu no les protegería de la muerte y las tinieblas. Al final los acólitos tomaron la única decisión posible: escondieron los nombres malditos dentro de sus pensamientos y no se atrevieron a pronunciarlos de nuevo para no darles poder, tentando el despertar de los monstruos.

Este curso de acción funciono aunque a duras penas. Privados de una fuente de sustento, los Hijos permanecieron anclados en la frontera entre el sueño y la vigilia. Por suerte, las criaturas no eran conscientes de estar dormidas y gobernaban un mundo que no existía mas que en su imaginación febril. Sin embargo, para mantener a los Hijos allí era necesario el poder, ya que tanto se había empleado a lo largo de los siglos para acercarlos al despertar. Para ello la primera Tribu torturó a sus hermanos, violó a sus propios hijos, se mutiló, devoro a los débiles en orgías caníbales y se rebozó en la miseria y la degradación. Sacrificando los jirones de moralidad que aún le quedaban, llenó los sueños de los monstruos con el sonido de la angustia y la podredumbre y los mantuvo dormidos con la nana de un asesino. Mientras hubiera muerte suficiente en su mundo onírico los monstruos no la buscarían en ninguna otra parte.

Pero los verdaderos nombres de las criaturas aún tenían poder, y la primera tribu no eran tan estúpida como para volver totalmente la espalda a la magia. Los acólitos humanos formaron cultos alrededor de las diferentes entidades y aprendieron a diluir los nombres de los Hijos. Tomando la raíz del nombre y cambiándola, o enmascarándola detrás de varios idiomas mortales, un sacerdote astuto podía acceder a fracciones del poder de una de las entidades dormidas sin despertarla. Esta energía era menor de lo que podría haber sido, pero el riesgo era más bajo.

Es irónico que las criaturas que conoces como demonios fueran en su día reverenciadas como deidades mesopotámicas, que a su vez fueron destiladas de las representaciones veladas de los Hijos dormidos. Puedes descansar tranquilo sabiendo que sus nombres conservan hoy muy poco poder. Siglos y generaciones de lenguas invasoras han diluido su fuerza hasta prácticamente extinguirla. Sin embargo, en ocasiones algún estúpido se topa con los sonidos correctos y los entona para atraer… atenciones no deseadas. Los Hijos siguen reposando, y sus sueños son ahora mucho menos agradables.

Los Pozos de Sacrificios

La Primera Tribu, haciéndose pasar por diversos cultos misteriosos, sirvió a las entidades sin rostro durante muchas generaciones. Entró en un cuidadoso juego por obtener el poder sin comprometer su supervivencia. Mientras las demás tribus cobraban fuerza, los miembros de la Primera acudieron a ellas como sacerdotes y mujeres santas, llevando el conocimiento los ritos y rituales. También aportaron la veneración y el abuso del poder de los Hijos, pero lo enmascararon de modo que ciudades enteras empleaban su fuerza para servir a los Hijos sin saberlo.

El culto más poderoso se encontraba en la ciudad de Ashur, atendiendo un pozo ahora oculto y protegiendo los restos del primer Hijo, descubierto ya hacía varias generaciones. Aquel pozo era terrorífico para el pueblo de Ashur mas nunca flaqueó.

A lo largo de los siglos el culto hizo en él grandes sacrificios. Cuando Ashur hacia la guerra a otras ciudades, mataba prisioneros y esclavos; cuando hacía la paz, robaba ganado y niños a los que emplear como ofrendas. Las víctimas eran destripadas y su sangre almacenada en ánforas de arcilla; los órganos eran cuidadosamente retirados, se leían en ellos presagios y eran arrojados al pozo para descansar sobre los cadáveres de las anteriores víctimas. Cuando no se necesitaba oráculo los miembros del culto arrancaban uno a uno, con sus manos y dientes los miembros de los sacrificados, arrojando después los cuerpos destrozados al pozo. Con la llegada de la noche la sangre era vertida sobre cadáveres aún calientes, mezclando un bebedizo de corrupción y carne putrefacta en el que cientos de moscas zumbaban y se reproducían.

Este ritual de muerte y desmembramiento no podía permanecer mucho tiempo en secreto. Otros poderes llegaron al mundo en aquellos tiempos, y sabían que no se les estaba haciendo reverencia.
¿Es sorpresa, pues, que un Cainita de gran poder y majestad descubriera una noche el pozo? Los sacerdotes de la Primera Tribu elevaron sus voces contra él y llegaron a emplear salmos prohibidos, pero eran un junco ante la tormenta.

El poder de la voz de la criatura aturdió a los sacerdotes y acalló sus gritos; su mirada derrotó a los más blandos de sesera. A los fuertes de cuerpo, pero no de mente les arrancó los miembros mientras arrojaba por doquier los trozos de carne. A los fuertes de mente, pero no de cuerpo, les obligó a desgarrar sus propias entrañas con largos cuchillos, y así lo hicieron. A los más bellos les obligó a copular, fundiendo después la carne y los huesos de los amantes. Les extrajo las costillas, de modo que sus lascivos movimientos se convertirían en mortales acometidas, y los vio morir. Pues el Cainita había presenciado los ritos, y eran de su agrado. Había contemplado los rituales y deseaba mostrarles que sus depravaciones y atrocidades no eran nada, que no eran mas que niños jugando al mal. Y para que no quedara nadie a aprender la lección arrojó los cuerpos al pozo, donde dejó fluir su Vitae. Tres mortales sobrevivieron para saborear la sangre que les dio; solo tres de los cientos que habían adorado a la criatura.

La noche siguiente las tres víctimas lograron abrirse paso y salieron del pozo de órganos. Estaban cubiertos de entrañas, sangre e inmundicia, y aullaban con una furia y locura desaforadas. Su creador les había abandonado; sus patronos habían desertado. Estaban locos por el odio y sentían la sed de la muerte.
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