De la Anarquía y Cómo Extenderla

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Si eres un chupóptero que se debate bajo el opresivo yugo de la autoridad de los Antiguos, déjanos empezar con algo que te maravillará: en realidad es más fácil de lo que parece. Aunque sin duda crees que ese brutal soberano que es tu Príncipe o tu Arzobispo se dedica a convertir tu vida en un infierno, la verdad es que tienes ventajas a la hora de tratar con los Antiguos que puede que no percibas y que se apoyan en sesgos a tu favor imbricados en el propio sistema de autoridad y la tan cacareada Jyhad.

Piénsalo: Los Antiguos podrían haber destruido a los Anarquistas en Thorns, pero no lo hicieron. La Camarilla podría haber estrangulado los Estados Libres en sus inicios, pero no lo hizo. Puede que Príncipes y Arzobispos concretos repriman sin compasión la actividad Anarquista en sus dominios, pero por lo general, la mayor parte de los Antiguos que ostenta un cargo tiende a mostrarse indulgente incluso en casos de provocaciones serias. De hecho, es destacable que muchos Príncipes toman medidas más severas contra miembros leales de la Camarilla que quebrantan reglas poco importantes que contra conocidos Anarquistas implicados en actos de violencia públicos e incluso algunos Arzobispos son más tolerantes con los Anarquistas que desprecian los dogmas del Sabbat en sus territorios que con fieles asociados que irritan a sus gobernantes de alguna forma.

Entonces, ¿cuál es la razón de esta curiosa e incongruente tolerancia? La respuesta, conciudadano, está en la inevitable verdad que se encuentra en el fondo de la mayoría de los dominios: los Vástagos que los gobiernan suelen ser muy, muy viejos. Varios de los miembros del Círculo  Interior firmaron en persona el Tratado de Thorns y la mayor parte son lo bastante viejos como para haber estado activos en aquel tiempo. Así, estas vetustas eminencias están entregadas a la cortés ficción que permitió que el tratado existiera. Por lo que respecta al Círculo Interior, todos los Anarquistas somos miembros de la Camarilla y debemos ser tratados como tales, sin importar cuán hostiles, impertinentes o antisociales sean nuestros actos. Mientras se respeten las Tradiciones (en espíritu, si no en la letra), las matanzas declaradas de Anarquistas y sus simpatizantes están prohibidas por el tratado.

Ahora bien, si se preguntase a los miembros del Círculo Interior por situaciones concretas, sus respuestas estarían llenas de matices. Pero hay otra verdad sobre la Camarilla a tener en cuenta: los cabrones milenarios que forman el Círculo Interior no juguetean con “matices”, y desde luego no lo hacen para beneficiar a quienes perciben como inferiores. El Círculo Interior ha dejado clara su postura a los Justicar, quienes se la han dejado clara a los Príncipes más importantes de América y Europa, que a su vez se la han dejado clara a sus propios Chiquillos, que se han convertido en Príncipes y Primogénitos de dominios más pequeños. A la vista de esta postura básica (heredada de algunos de los vampiros más poderosos del planeta), todos los Príncipes excepto los más seguros de sí mismos tienden a ser precavidos a la hora de tratar con problemas Anarquistas que no alcanzan el nivel de “revuelta activa”. Nos temen. No hasta el punto de entregarnos las llaves del dominio, pero lo suficiente como para no querer que la historia (nuestra historia) se repita.

En este sentido, la historia de los Estados Libres Anarquistas representa un objeto de estudio. Públicamente, desde el nacimiento de los Estados Libres la Camarilla se ha comprometido a derribarlos, pero los movimientos en ese sentido han sido vacilantes en el mejor de los casos, sobre todo debido a que los inconvenientes potenciales (por citar sólo dos, la provocación a los Anarquistas de otros dominios y la posible alianza entre Anarquistas y Catayanos) pesan más que la indignación de la Camarilla por la existencia de un territorio que no reconoce su autoridad pero en el que, por lo demás, se respetan las Tradiciones. Y, a pesar del horror que les provocan revueltas y regicidios, la mayoría de los vampiros de la Camarilla que recuerdan a Don Sebastián, el difunto y nada llorado Príncipe de Los Ángeles, admitirán en privado que se merecía lo que le pasó.

"Hay que decir, mi Sire, que el autor tiene algo de  razón. El gobierno de Don Sebastián era decadente e inepto casi desde el momento en el que asumió el cargo y, si la memoria no me falla, poco menos de un año antes del comienzo de la Revuelta, la Justicar Toreador había llegado a proponer la idea de reemplazarlo con discreción y simplemente culpar de su muerte a los Anarquistas.  

De hecho, el retraso de la Camarilla a la hora de responder a la Revuelta se debió a que otros Justicar temían que se hubiese excedido en sus atribuciones y hubiese orquestado ella misma la muerte de Don Sebastián por su cuenta. Lo más sorprendente de todo es que, al parecer, el número de rupturas graves de la Mascarada descendió una vez los Anarquistas tomaron el control. A pesar de la inestabilidad del “gobierno” de los Estados Libres, en todas las décadas que han pasado desde la Revuelta no ha vuelto a haber una ruptura tan terrible como las que parecían suceder año sí y año no durante las décadas de los veinte y los treinta."

Los mismos principios se aplican hasta cierto punto en los territorios del Sabbat. Muchos de los antiquísimos monstruos que deciden las políticas de la Secta son lo suficientemente viejos como para recordar las excitantes noches de la Primera Revuelta Anarquista. Así, entre los líderes del Sabbat hay una curiosa tendencia a idealizar a los Anarquistas, quizá el único aspecto en el que el sentimentalismo tiene lugar en su, por lo demás, brutal cultura. Obviamente, los dirigentes de la Secta prefieren que todos los chupópteros de sus dominios participen regularmente en la Vaulderie y apoyen sus apocalípticas fantasías, pero a veces, mientras los Anarquistas sean cuidadosos, puede que les sea posible no hacer ninguna de las dos cosas y vivir en la periferia de un dominio del Sabbat con relativa tranquilidad. “Relativa”, por supuesto, es en sí mismo un término relativo. En este caso podría significar que te golpeen con porras en vez de apuñalarte con espetones al rojo vivo, pero a menudo los pequeños favores son preferibles a ningún favor.

Teniendo esto en cuenta, consideremos los diferentes tipos de dominios en los que un insurgente podría encontrarse junto con algunas recomendaciones sobre cómo transformarlos en algo más de su gusto. Comencemos con un repaso de los modelos más comunes de la Camarilla antes de dedicarnos a las otras Sectas.

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