Anarquistas y Príncipes Tiránicos: La Campaña de Insurgencia

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Si nuestra propaganda fuera cierta, todos los Príncipes de la Camarilla serían monstruos embutidos en trajes de tres mil dólares, dictadores violentos y opresores que machacan a todos los que se les oponen y gobiernan según su capricho. Bueno, la buena propaganda siempre contiene algo de verdad y la Camarilla nos ha suministrado alegremente monstruos para usar como ejemplos. El Príncipe Marcus Vitel de Washington es un Príncipe tiránico ejemplar, hecho que explica por qué la presencia Anarquista en la capital de la nación es insignificante a pesar del papel que jugó el Movimiento en el nacimiento de la libertad de EE.UU.

Es cierto, el modelo tiránico no es tan frecuente como a menudo afirmamos, pero sin duda no es mera propaganda. El Príncipe tiránico gobierna su dominio absolutamente… o al menos eso parece. A veces, el Príncipe no es tan poderoso como sugiere su reputación, sino que depende del apoyo de un Antiguo más poderoso que él o incluso de un Matusalén que se esconde entre bambalinas.

Con independencia de si su poder es real o prestado, el Príncipe tiránico ejerce su autoridad con abandono, en la confianza de que nadie puede desafiarlo. Como no teme ser depuesto, es libre de permitirse aplicar sentencias absolutamente desproporcionadas a cualquiera que llame su atención, sin importar si es inocente o lo pequeña que sea la transgresión. Evidentemente, le encanta aniquilar Anarquistas. Se trate de humillaciones públicas, dolorosas flagelaciones o incluso de forzar a Vástagos a probar la Vitae del Príncipe, hay muchos castigos que, sin llegar a la Muerte Definitiva, le pueden resultar gratificantes al sádico ego de un tirano.

Si los Anarquistas no complacen al tirano violando las Tradiciones y proporcionándole motivos para castigarlos, bueno, quizá alguna otra regla menor pueda aportar la excusa. Los Príncipes tiránicos son conocidos por imponer reglas arbitrarias a los Vástagos de la localidad para tener un motivo para aplicar un castigo igualmente arbitrario en cualquier momento según su capricho. Quizá sólo atienda a los peticionarios durante el descanso de una representación de ópera o un concierto para los que se exige vestimenta formal, lo que significa que un Anarquista desaliñado que fue Abrazado con el pelo desgreñado y una barba de varios días que ahora es permanente tiene que organizarse para lograr un cambio de imagen completo antes de que caiga el telón a las ocho. O bien, olvidando la Tercera Tradición, quizá el Príncipe exija que se obtenga su permiso antes de crear un Ghoul. El dogma de la Camarilla establece que un Príncipe reconocido es el amo indiscutible de su dominio y que mientras sus mezquinas reglas y restricciones no amenacen la Mascarada de alguna forma (y tenga el poder de imponerlas), éstas no son discutibles sólo por el hecho de ir más allá de las Tradiciones de Caín.

Por supuesto, ni siquiera un Príncipe tiránico declarará sin más una Caza de Sangre (aunque se dan los asesinatos discretos y peticiones a seguidores de “librarlo de ese Anarquista entrometido” [N. d. T.: se trata de una referencia al asesinato de Thomas Becket]). Sin embargo, las rupturas de la Mascarada no son una frivolidad, como tampoco lo son las de las demás Tradiciones, y los tiranos descuidan poco o nada su objetivo de hacer cumplir tales leyes. El miedo de los mortales a terroristas y anarquistas ha crecido y se ha enconado hasta el punto de que a la brutalidad policial contra manifestantes pacíficos se reacciona con un bostezo a la vez que “don’t tase me, bro” [N. d. T.: No me des con el táser, colega] es el remate hilarante de un chiste nacional. Con este telón de fondo, es habitual que un tirano trate casi cualquier perturbación violenta de la normalidad ciudadana como una transgresión de las Tradiciones de la Mascarada, el Dominio y la Hospitalidad, especialmente si se puede determinar que su origen es la actividad Anarquista. El destino de los Seis de Minneapolis es tristemente instructivo.

"El de los “Seis de Minneapolis” es un tema muy discutido entre los Anarquistas de Minnesota. En 2003 se produjeron disturbios en los que participaron unos mil estudiantes de la Universidad de Minneapolis después de que el equipo de hockey de la institución ganase un campeonato nacional. Los agentes del Príncipe revisaron grabaciones meticulosamente y descubrieron la presencia de tres conocidos Anarquistas en el lugar de los desórdenes. Los Anarquistas negaron cualquier implicación en los mismos y afirmaron que sólo estaban aprovechando la confusión para alimentarse, pero el Príncipe los acusó de haber iniciado los disturbios para socavar su autoridad. Según mis propias pesquisas, los Anarquistas probablemente eran inocentes y el Príncipe se sirvió de la ocasión con afán de venganza para desquitarse por los destrozos en una de sus propiedades el año anterior. Aunque ningún mortal murió o resultó seriamente herido en los disturbios, ni hubo rupturas de las Tradiciones dignas de mención, los tres Anarquistas sufrieron la Muerte Definitiva y el Príncipe Vinculó a la fuerza a otros tres de sus colegas, lo que en la práctica hirió severamente a los Anarquistas de la zona Minneapolis-St. Paul durante varios años. Sin embargo, actualmente están retornando a la región y están usando el incidente como divisa contra el impopular Príncipe."

El Príncipe que Gritaba “¡Que Viene el Lobo!”

No hace falta decir que desafiar abiertamente a un Príncipe tiránico es un asunto arriesgado y hacerlo mediante payasadas torpes y violentas es peligroso. Quienes viven bajo un régimen brutal de este tipo deben servirse del ingenio y el subterfugio. Por suerte, la mayor parte de los tiranos tienen una idea muy estereotipada de los Anarquistas y generalmente no serán capaces de descubrir uno a menos que lo pillen volando una oficina de correos vestido con ropa de motero de los 70 adornada con símbolos Anarquistas y escuchando clásicos de Public Enemy. Lo mejor que puedes hacer es esconderte ante sus narices haciéndote pasar por un leal perrito faldero de la Secta. No te descubras.

Haz lo que te manden. Representa el papel del buen siervo. Mira, escucha y aprende. Y entonces, cuando sepas cómo funcionan las cosas, usa la propia fuerza del tirano contra él. Esparce indicios de que sus aliados más cercanos tienen inclinaciones Anarquistas o simplemente están conspirando para socavar su Praxis. Atrae a sus Chiquillos al Movimiento y persuádelos de sabotear su organización desde dentro. Provócalo con bromas y vandalismo y entonces haz que dirija erróneamente su ira hacia inocentes. Lo fundamental es que el tirano estará amenazando y maltratando a Vástagos sin culpa porque cree que son Anarquistas.

Entonces, una vez infligido el castigo, revela pruebas que exoneran a la víctima. Siéntate a observar cómo en el futuro los recelosos súbditos del Príncipe rechazarán sus afirmaciones de estar “conteniendo a los Anarquistas” y las consideran simples excusas para la brutalidad sin sentido. Así se revela la verdadera debilidad del invencible tirano.

Para un Príncipe de este tipo, los Anarquistas que representan el estereotipo proporcionan una válvula de escape para sus impulsos sádicos y, mientras limite a éstos su crueldad, el resto de los Vástagos se sienten seguros y pasan por alto sus “asuntos”. Pero en el momento en que unos pocos inocentes aparecen con marcas de quemaduras o cosas peores, los demás ya no se sienten a salvo y de repente esos asuntos se convierten en objeto de acalorada discusión en el Elíseo. A partir de ahí, se trata casi de un círculo vicioso: enfurecer al Príncipe, provocar una reacción desproporcionada contra un vampiro inocente, revelar el error y observar cómo la desaprobación de las Arpías lo enfurece aún más. Maquiavelo decía que es mejor para un Príncipe ser temido que ser amado, pero sobre todo, que no debe ser odiado. El truco para vencer a un tirano es hacer que sus súbditos lo odien más de lo que lo temen. Juega bien tus cartas, ciudadano, y el Príncipe morirá a manos de sus antiguos aliados sin que tengas que mover un dedo. Juega tus cartas impecablemente y esos aliados podrían incluso invitarte a formar parte de su conspiración… lo ideal para hacer caer el siguiente gobierno antes siquiera de que empiece.

Sin embargo, queda una última cuestión. ¿Qué pasa si el Príncipe tiránico no es más que una marioneta de algún vampiro Anciano que gobierna desde las sombras? Eso depende de si eres lo suficientemente listo para descubrir la verdad antes de la última jugada. Si lo eres, quizá puedas endulzar tu victoria con el prohibido sabor del Amaranto. Si no… bueno, nadie espera que un revolucionario viva para siempre.
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