Ahí, los Anarquistas tienen permiso para alimentarse sin temor a represalias, siempre y cuando respeten y mantengan la Mascarada. Anarquistas de EE.UU. y de todo el mundo acuden a los Estados Libres para construir un hogar para sí mismos bajo sus propias reglas, sin deberle nada a nadie. Mientras que los Anarquistas de la Costa Este optan por campañas políticas y filosóficas, quienes prefieren la acción directa y visceral encuentran su hogar en la Costa Oeste. Algunos de los activistas Anarquistas más famosos (o infames) de la sociedad vampírica moran aquí, incluyendo al legendario Smiling Jack, responsable de innumerables insurrecciones y ataques contra dominios de otras Sectas por todo el país.
Los Estados Libres no se han expandido mucho en los últimos años, y en muchos de los subdominios, una población Anarquista en constante crecimiento lucha por el control de un territorio finito. Así, estos Estados se han convertido en un mosaico de Baronías y Comunas donde Anarquistas se enfrentan entre ellos y con otras Sectas. Algunos lo llamarían un dominio Anarquista, pero se le podría llamar de igual manera zona urbana de guerra. El modus operandi de los Anarquistas que controlan dominios en Los Ángeles ha cambiado algo en los últimos años. Las revueltas de 1992 marcaron el culmen de la violencia en la ciudad y desde entonces el nivel de criminalidad ha caído significativamente, aunque no lo suficiente para que la Ciudad de Ángeles perdiera su título de “capital pandillera de EE.UU.”.
Las autoridades mortales afirman que miles de miembros de pandillas residen en la región de Los Ángeles, agrupados en centenares de bandas. Mientras que antes los Anarquistas no se lo pensaban dos veces antes de enviar a sus esbirros pandilleros para empeorar el territorio de un Barón vecino, han ido abandonando esta táctica en las dos últimas décadas debido a la cada vez mayor presencia de la policía y el creciente poder de las autoridades mortales. Se dan cuenta de que hay líneas que no deberían cruzarse abiertamente, lo que se ha traducido en acciones más encubiertas contra sus rivales. Mantener la Mascarada es fundamental, como todos los jefes pandilleros Anarquistas (salvo los más estúpidos) saben, lo que ha generado una serie de alteraciones sistemáticas en los pequeños dominios al probar los Barones nuevas formas de guerra de guerrillas e intrigas callejeras unos contra otros. Dado que muchos de estos conflictos están ahora bajo el radar de MacNeil, no se sabe qué le decepciona más: que siga habiendo tantos conflictos abiertos o que los Anarquistas hayan adoptado las mismas tácticas deshonestas que la Camarilla.
Otro hecho preocupante que aún debe llegar a los oídos de MacNeil, y uno que da peso a las críticas de la Pregunta Roja acerca de que la región puede estar condenada, es que la Camarilla ha realizado progresos en sus operaciones en San Francisco. Aquí, la Torre de Marfil trafica abiertamente con algunos Anarquistas cuyos intereses giran en torno a la actual guerra de desgaste por los recursos de la región. La Camarilla busca literalmente comprar la Ciudad de la Bahía ante las narices del Movimiento. Esos Anarquistas que ya habían contemplado retirarse de los Estados Libres han encontrado las ofertas de dominio reconocido, recursos y lujos que les han hecho demasiado buenas para rechazarlas. Lentamente, las garras de la Camarilla se van cerrando.
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