Las Revueltas de Los Ángeles y los Estados Libres Anarquistas

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Mientras el experimento soviético del Consejo Brujah se convertía en una potencia mundial, una revuelta mucho menos estructurada y refinada tomaba cuerpo al otro lado del mundo. Desde el cambio de siglo, Anarquistas, Autarcas y otros Vástagos parias eran cada vez más numerosos en el sur de California, hasta el punto de volverse una amenaza para la Mascarada. La mayor metrópolis de la región, Los Ángeles, era un dominio de la Camarilla que Don Sebastián Juan Domínguez había gobernado durante casi un siglo. Los orígenes de Don Sebastián eran algo misteriosos, pero era sin duda alguna un Vástago poderoso, un Toreador de alcurnia y de Generación relativamente potente lo bastante sagaz para imponerse a cualquiera que osara cuestionar su Praxis sobre Los Ángeles. Dicho esto, Don Sebastián ignoraba muchos aspectos de la historia y de la existencia vampíricas, algo extraño para alguien de tal pedigrí, y muchos observadores han especulado durante años que podría tratarse de alguien Abrazado recientemente por un Vástago mucho más poderoso que probablemente gobernaba entre bastidores como un titiritero. Si es así, el poderoso Antiguo nunca se dignó a mostrarse durante el reinado de Don Sebastián o las décadas siguientes.

Por su parte, Don Sebastián podía tener alcurnia y una Sangre potente, pero al margen de esto era una elección poco espectacular para Príncipe de una ciudad tan influyente como llegaría a serlo Los Ángeles. Era competente manteniendo las Tradiciones, especialmente la Mascarada, pero normalmente sólo a toro pasado. Es decir, su consejo de partidarios era muy eficiente en manejar una ruptura de la Mascarada una vez ésta había ocurrido, pero él parecía incapaz de frenarlas antes de que supusieran un problema.

Peor aún, él mismo solía provocar rupturas de la Mascarada mediante su propia conducta decadente. Se alimentaba habitualmente en restaurantes públicos y sus fiestas legendarias en Hollywood a veces terminaban con jóvenes estrellas en ciernes aterrorizadas siendo Cazadas por Hollywood Boulevard por una manada de vampiros desnudos aullando por su sangre. No fueron pocas las Arpías que especularon que tales inconvenientes tenían lugar porque algún Setita había introducido a Don Sebastián a los placeres de la Vitae obtenida de recipientes con subidones de cocaína. Otros creen que descubrió tales placeres por sí mismo. Todavía peor para el dominio que el gobierno laxo de Don Sebastián fue su naturaleza generalmente cruel y despótica. Entre otros defectos de personalidad, Don Sebastián desdeñaba públicamente a cualquiera que no tuviera pura sangre española de ascendencia noble, lo que, hacia la década de 1930, implicaba despreciar a casi todos los que lo rodeaban. También se veía a sí mismo como un “artista del castigo” y parecía creer que su creativa justicia contra quienes le disgustaban representaba algún tipo de empresa artística digna de respeto.

Entra MacNeil

Con este telón de fondo, llegó a la ciudad Jeremy MacNeil, un Brujah escocés de 300 años y un hombre más complicado de lo que su historia sugeriría. La característica definitoria de MacNeil era su apoyo a los desvalidos (o, al menos, a cualquier persona o facción que él identificara de forma paternalista como “desvalido”). No se oponía necesariamente a la Camarilla, pero creía que había una Tradición implícita según la cual el Príncipe estaba obligado a mantener algún sistema fundamental de justicia para los chupópteros que hubieran sufrido abusos por parte de los más poderosos. En mayo de 1943, MacNeil pidió una audiencia a Don Sebastián en la que solicitó justicia para un grupo de Anarquistas negros e hispanos que habían sido asaltados por una coterie de Toreador violentos sin ninguna otra razón que el odio racial. Lo que pasó a continuación cambiaría el curso de la historia Anarquista.

Las historias contadas por los Anarquistas de Los Ángeles dicen que Don Sebastián se burló de MacNeil por su Clan, su linaje, su posición en la Secta y su Sangre inferior antes de ordenar a sus Ghouls que lo golpearan hasta dejarlo sin sentido. Todo esto es cierto menos lo último, una mentira extendida por el propio MacNeil para evitar la vergüenza personal. En realidad, ninguno de los Ghouls de Don Sebastián le puso un dedo encima. Probablemente ninguno de ellos podría haber herido al poderoso Brujah aunque lo hubieran intentado. Por el contrario, Don Sebastián empleó sus abrumadores Poderes de Dominación y Majestad para obligarlo a humillarse para regocijo del Príncipe y sus cortesanos, y luego a golpearse la cara contra el suelo hasta que fue una masa sanguinolenta. Tan sólo entonces, cuando MacNeil se había golpeado a sí mismo casi hasta el Letargo, los Ghouls del Príncipe lo echaron de la sala llena de vampiros de la Camarilla burlándose y lo dejaron (desnudo, golpeado y humillado) en un contenedor de basura tras un edificio abandonado unos pocos minutos antes del amanecer. Apenas tuvo fuerzas para cerrar la tapa él mismo y pasó el día siguiente cubierto de mugre apestosa.

A la noche siguiente, MacNeil se abrió paso hasta el refugio de su aliado, Salvador García, otro Brujah y veterano de la Guerra Civil Española, a quien le contó sólo que el Príncipe había ordenado que lo golpearan por desafiar su autoridad. Mientras García y otros exigieron inmediatamente venganza, MacNeil, en un acto supremo de voluntad, logró imponerse a su naturaleza Brujah y aconsejó paciencia. Extendió la idea entre los Anarquistas de que ésta sería una oportunidad para que los Primogénitos plantaran cara al Príncipe y mostraran si la Camarilla era digna o no de apoyo. Y cuando, como él predijo, los Primogénitos apoyaron al Príncipe (temerosos de su poder), la mayoría de los Vástagos de Los Ángeles se unieron a la causa Anarquista. Pasaron meses identificando los refugios de los miembros de la Primogenitura y de otros Vástagos prominentes de quienes se sabía que apoyaban al Príncipe. Cuando fue el momento adecuado, los Anarquistas provocaron varias revueltas entre la población mortal, en algunos casos infiltrando a sus aliados mortales en el naciente movimiento de los derechos civiles y en otros causando incidentes con la intención de provocar una represión policial contra esos mismos manifestantes por los derechos civiles. Los Anarquistas emplearon estas revueltas para encubrir asaltos contra el Príncipe y sus aliados en la ciudad. El propio Salvador García asesinó al Príncipe tras una acalorada batalla (o eso diría García, aunque algunos encontraron inconsistencias en su relato). La mayoría de los otros Antiguos de la ciudad murieron o huyeron y, tras una semana, los Anarquistas habían reclamado milagrosamente la Praxis de una gran ciudad.

El nacimiento de los Estados Libres Anarquistas

Tal vez lo más maravilloso de la Revuelta Anarquista de 1943 no sea el hecho de que sucediera o de que triunfara, sino que continuara. Ninguno de los Príncipes con dominios cerca de Los Ángeles estaba particularmente sorprendido de que Don Sebastián hubiera ido demasiado lejos y pagado el precio definitivo, pero tampoco ninguno de ellos estuvo preparado cuando los Anarquistas de sus propias ciudades se alzaron, sin considerar lo benévolo o severo que hubiera sido el Príncipe en el pasado. A una sorprendente velocidad, cada Anarquista en la Costa Oeste parecía conocer la historia del cruel maltrato de Jeremy MacNeil a manos del tirano Don Sebastián. Todo el mundo parecía conocer el heroísmo del gallardo Salvador. Todos parecían saber que un Príncipe de la Camarilla podía ser derribado y por doquier los Anarquistas parecían empeñados en repetir la hazaña. Al cabo de un año habían estallado revueltas en todas las ciudades de la Camarilla en la Costa Oeste; al cabo de dos, todas las ciudades desde San Diego a San José habían caído en manos Anarquistas. Tan sólo el Príncipe de San Francisco era lo bastante fuerte y, más importante aún, lo bastante apreciado por sus súbditos como para poder mantener el alzamiento Anarquista a raya.

Tras extender la Revuelta tanto como pudieron, MacNeil y sus aliados pusieron fin a su expansión y se tomaron su tiempo para reagruparse y atrincherarse en previsión de una respuesta masiva de la Camarilla que nunca llegó. En esa época, Europa estaba en ruinas. Los Príncipes Ventrue de Londres, Berlín, Roma y Marsella habían desaparecido. El ejército soviético había extendido la influencia de los Brujah rusos hasta Berlín. La Camarilla estaba desesperada por ocultar las horribles rupturas de la Mascarada que los Vástagos afiliados al Tercer Reich habían cometido en los campos de concentración nazis. Comparado con todo eso, la pérdida de unas pocas ciudades en la Costa Oeste americana era un problema menor del que ya se encargarían más adelante. Tan sólo el Justicar Nosferatu Petrodon consideró la revuelta californiana como una grave preocupación, pero la mayoría de sus iguales votó en su contra. Para sorpresa de MacNeil y sus Anarquistas, pasarían casi dos décadas antes de que la Camarilla hiciera un intento serio de “reincorporar” los Estados Libres. Ése fue un tiempo bien aprovechado por los Anarquistas.

La primera decisión de MacNeil fue establecer enfáticamente que bajo ninguna circunstancia él sería el nuevo Príncipe. Por el contrario, convocó a los Anarquistas más prominentes de la ciudad para formar de la nada un Consejo Revolucionario que rápidamente estableció mecanismos para preservar la Mascarada y también hizo planes para defender Los Ángeles de una posible contrarrevolución (ya fuera de la Camarilla o del Sabbat). Estableció también una declaración de principios llamada el Status Perfectus, mientras que su aliado, Salvador García, publicó el Manifiesto Anarquista, un panfleto semiautobiográfico que describía la historia y objetivos del Movimiento Anarquista y de los Estados Libres de California sobre el telón de fondo de su propia historia personal como partisano español. El Manifiesto pronto se extendió por toda la Costa Oeste y luego por todo el mundo, inspirando a una nueva generación de jóvenes y fervorosos Vástagos revolucionarios.

Luego, tras lograr sus objetivos inmediatos, el Consejo se disolvió para que los Vástagos de Los Ángeles se gobernaran a sí mismos según los principios de la teoría anarcosindicalista. Funcionó tan bien como cualquiera con una comprensión básica de la naturaleza vampírica habría esperado. En menos de 10 años, los Anarquistas de Los Ángeles habían degenerado en pandillas callejeras enfrentadas, por lo que un decepcionado MacNeil finalmente convocó a los líderes de las diversas facciones para establecer fronteras formales entre Baronías y evitar que los conflictos entre pandillas dejaran a los Estados Libres completamente vulnerables a una contrarrevolución. Tuvo éxito hasta cierto punto. Los Estados Libres lograron repeler una cruzada a gran escala del Sabbat en 1965, al igual que otras incursiones menores a lo largo de los años. Pero, para gran decepción de MacNeil, tan pronto como amainaba una crisis los Anarquistas regresaban a sus disputas insignificantes y a las violentas guerras entre pandillas.
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