01 - La Ley y el Orden

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Abu Bakr no se alegró por la responsabilidad de la que debía hacerse cargo, pues desde luego su imperio no estaba precisamente unido: cuando las noticias de la muerte del Profeta se difundieron por los territorios, muchas tribus se rebelaron contra el nuevo califa, negándose a reconocer su autoridad o pagarle el impuesto zakat que todo musulmán debía satisfacer.

En aquel momento el califa tenía a su disposición un gran ejército, reclutado con anterioridad para marchar contra los bizantinos y vengar la derrota en Ma'an.

Muchos de los consejeros de Abu Bakr opinaban que aquel ejército debía quedarse en Medina y defender la ciudad, pero el nuevo califa, consciente de sus deberes, solo dijo que la voluntad de Muhammad había sido que se emplease el ejército para castigar a los griegos: el destino de la ciudad quedaría solo en manos de Alá. El ejército partió a la frontera, y Abu Bakr se quedó para resistir cualquier ataque que pudiesen lanzar contra la ciudad los rebeldes. En dos meses llegó un ejército de insurrectos a la ciudad para asediada. Abu Bakr ordenó que se hiciese un asalto nocturno con todo hombre capacitado que pudiese empuñar una espada, y rechazaron a los atacantes. Gracias a Suleiman y sus hermanos, se habló de ángeles entre los seguidores de Muhammad, gritando versos del Qur'an y matando a todos los rebeldes que se enfrentaban a ellos. Con o sin ejército, Medina nunca estuvo indefensa.

No pasó mucho tiempo antes de que el ejército regresase de la frontera Siria después de no conseguir gran cosa contra los bizantinos, pero ahora el califa creía cumplida su responsabilidad para con el Profeta. Sin más tardanza desató sus fuerzas contra los rebeldes que amenazaban con resquebrajar el imperio. La carnicería resultante fue inmensa: aunque en el Qur'an se dice que es voluntad de Dios tener compasión con el enemigo derrotado, no hubo perdón para aquellos que habían aceptado la religión y luego renunciado a ella. En una importante batalla contra la ciudad de Yamamah, los musulmanes atacaron a un ejército rebelde de 60.000 hombres, y tras días de desesperada pugna, rompieron las puertas de la ciudad y aniquilaron a unos 10.000 infieles. Las bajas entre los fieles también fueron cuantiosas.

En aquellos tiempos, el Qur'an (las revelaciones y enseñanzas de Muhammad) no tenían forma escrita y compilada, sino que los que le seguían memorizaban fragmentos, la idea de que se pudiesen perder tantos recuerdos preciados impulsó al califa a ordenar a su secretaría que pusiese por escrito el Qur'an. Suleiman y los vampiros de Medina se enfrascaron dedicando todo su esfuerzo a la tarea, reuniéndose con eruditos en las mezquitas de forma discreta y registrando de primera mano los recuerdos de lo que habían escuchado decir al Profeta. Durante este periodo Suleiman sugirió a sus hermanos que, como inmortales, tenían la responsabilidad sagrada de actuar como receptáculos inmortales de las enseñanzas del Profeta. Les instó a compartir sus recuerdos entre ellos también, con el fin de mantener vivas las palabras del mensajero para las generaciones venideras.

El sangriento proceso de pacificación continuó durante el siguiente año y medio, y durante ese tiempo, una infraestructura administrativa rudimentaria se encargó de mantener la ley y el orden en los territorios conquistados. En esta época, la población Cainita de Medina se volvió demasiado numerosa, y Suleiman aconsejó a sus hermanos que se dispersasen por toda Arabia y se convirtiesen en guardianes de las crecientes comunidades islámica. El ejército también incrementó su tamaño, y Abu Bakr se dio cuenta de que con cada vez más frecuencia recurría a los quraisíes, la antigua tribu de Muhammad y antiguos enemigos, para ocupar los puestos importantes dentro del nuevo orden. El aristocrático clan omeya, liderado por el poderoso y artero Abu Sufayn, se aseguró el puesto de gobernante del Najd y el Hijaz. Los hijos de Sufayn, Yazid y Mu'awiya, alcanzaron posiciones preeminentes dentro del ejército. Abu Bakr creía en la petición de Muhammad de que todas las tribus fuesen hermanas, pero las omeyas tenían otras planes.

Después de que se restableciese el orden en Arabia, el devoto califa volvió a dirigir sus ejércitos contra los bizantinos de Siria. Un puñado de Cainitas musulmanes, liderados por Khalid ibn Sahl, acompañaron al ejército sin llamar la atención, sirviendo como valioso servicio de espionaje a su comandante. En otoño del 633, una fuerza musulmana de 9.000 hombres se enfrentó a las fuerzas de soldados profesionales que lideraba Sergius, patricio de Palestina. y se sobrepusieron a ellos con un ataque sorpresa. El emperador bizantino, Heraclius, llevaba tiempo esperando al ejército musulmán, y había preparado a su ejército para defender Siria hasta que reuniese la confianza suficiente como para contraatacar. El plan funcionó a la perfección, y Heraclius estaba preparando su contraofensiva cuando recibió noticias de que otro ejército musulmán había rebasado su flanco con una marcha relámpago a través del desierto, y que ahora amenazaba su retaguardia. Atrapado entre dos ejércitos, Heraclius fue derrotado el 30 de julio del 634 en la llanura de Ajnadayn, al oeste de la misma Jerusalén. Los supervivientes retrocedieron a Antioquia. y toda Palestina quedó expuesta al avance del ejército musulmán.

Abu Bakr cumplió su responsabilidad para con el imperio con nobleza y eficacia. El orden fue restaurado, y la derrota de Ma'an finalmente vengada. Por desgracia, su gobierno estaba predestinado a ser breve. Como ocurría con muchos de los compañeros más cercanos del Profeta, ya era un antiguo cuando asumió la sucesión, y dos años después de ascender al califato le falló la salud. Murió el 24 de agosto del 634, en su lecho de muerte nombró a Umar, otro de los compañeros del Profeta, para que le sucediese.
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