Los Ángeles de la Muerte, la última de las Casas Celestiales, recibieron la melancólica tarea de deshacer todos
los prodigios que creaban sus compañeros, poniendo fin a
las vidas y borrando grandes trabajos para que otros pudieran
ocupar su lugar. Era un papel solemne en el seno de las muchas
glorias del cosmos, pero los segadores estaban tan satisfechos
con su trabajo como cualquier otro ángel... hasta que nació la
humanidad.
Al igual que los demás Celestiales, los Segadores amaban a los
seres humanos y concentraban todos sus esfuerzos en hacer del Edén
un lugar vibrante y dinámico, pero la humanidad en su ignorancia
sentía miedo y pesar por la muerte de los animales y plantas. Su
reacción desconcertaba y entristecía a los Segadores, que anhelaban apaciguar los temores del hombre pero acataban la prohibición
de Dios. Cuando Lucifer enarboló la bandera de la rebelión, muchos
Segadores se unieron a la Caída impulsados únicamente por su desesperado deseo de ser amados en vez de temidos.
Luego se produjo el trágico contraataque del Cielo. El castigo por la desobediencia de la humanidad fue la maldición de la
mortalidad. Ahora los Verdugos estaban obligados a poner fin a
las vidas que amaban, y el dolor que esto les suponía los alejó
aún más de los hombres y los caídos por igual. Aunque muchos
sirvieron y se forjaron una terrible reputación como guerreros
y campeones en la Guerra de la Ira, los Verdugos en su conjunto se encontraban al borde del conflicto, concentrando sus
energías en paliar las muertes de la humanidad más que en
contribuir a aumentar el número de víctimas.
Tras su misteriosa liberación, los Verdugos se encuentran en un mundo que ha sufrido enormemente la ausencia
de quienes debían gobernar las artes del envejecimiento y
la muerte.
El suplicio del mundo y la humanidad convence
a muchos Verdugos de que el único recurso que les queda
es traer la noche final y proporcionar al mundo una muerte
piadosa. Un puñado de demonios determinados, en cambio,
ven el daño que se ha producido y creen que al restaurar el
equilibrio, los Verdugos podrían ganarse por fin la paz y la
comprensión de la humanidad que ansían desde el principio.
Facciones: Muy pocos Verdugos son Luciferinos, dado
que nunca profesaron una exacerbada lealtad al Lucero del
Alba. Él era el núcleo de la rebelión, y ellos se encontraban al
margen, más concentrados en salvar a los humanos y frustrar
los planes del enemigo que en ganar batallas.
Hay más Verdugos Fáusticos, pero muchos miembros de
la Casa que se centran en el potencial de la humanidad
se convierten en Reconciliadores, transformando su
pasión en una búsqueda de Dios, trabajando para recrear el mundo tal y como era antes de la revocación
de la inmortalidad. No creen que fomentar la autodeterminación de la
humanidad sirva de nada, puesto que opinan que la protección
contra la muerte sólo puede concederla el mismo Dios. De lo
contrario sería un sistema cerrado, y no habría confianza, evolución ni purificación que fuese suficiente.
Los Crípticos atraen a un gran número de Verdugos, porque
la naturaleza abstracta e inquisitiva de la facción seduce
a muchos miembros de esta Casa. Los Voraces también
consiguen numerosos adeptos entre los Verdugos. Sus
miembros dirían que existen varias razones: que
cumplen con el deber que les encomendara Dios,
o que están ampliando las filas de los espíritus para
lanzar un asedio contra el Cielo, o que en ausencia
de Dios se han convertido en los jueces de la humanidad. Pero por lo general es la envidia que sienten
de los vivos, lo que los empuja a deleitarse en la
destrucción, una y otra vez.
Preludio: Los Verdugos se sienten atraídos
por quienes valoran en poco su vida. Sus huéspedes
son personas que han destruido sus espíritus intentando suicidarse, más que los de cualquier otra
Casa. La gente que se enfrenta a diario a la delincuencia o a la violencia también es particularmente
susceptible; policías, soldados y adictos, por ejemplo.
Con cada golpe, dirigido contra sí mismos o contra otros,
se desmoronan por dentro un poco más. Los refugiados,
o las víctimas de la tortura o los malos tratos también se
suman a la lista de candidatos. Luego están aquellas almas
que han sido erosionadas por la banalidad y la negligencia,
los que se pasan cuchillas por la piel sólo para experimentar
algún tipo de sensación.
Sin embargo, la desesperación no es el único factor que
anula el espíritu. Alguien que se haya pasado la vida ayudando a los demás, sin esperar recompensa en ningún momento, podría llamar la atención de un Verdugo. La gente
que crea fervientemente en la religión o la filosofía que se
concentre en la próxima vida a expensas de la actual
—o que crea que la experiencia física y el deseo son
ilusiones— también es adecuada.
Fe: Filosóficamente hablando, esta Casa se encuentra en una posición delicada cuando se trata
de reunir seguidores y segar la Fe. Se suponía que la
humanidad no debía morir, de modo que los Verdugos que intenten restaurar el Paraíso (Reconciliados y Crípticos, en su mayoría) deberán animar
a los humanos a pasar por alto su mortalidad... y el
lugar que ocupe el demonio en sus vidas. Para quienes predican la rebelión contra Dios, la muerte es el
recordatorio definitivo de su fracaso.
Algunos Verdugos pretenden eludir por completo estas cuestiones. Se
esfuerzan por reunir Fe, no como ángeles de la muerte, sino como ángeles a
secas. La forma más sencilla de conseguirlo consiste en imitar a un miembro
de cualquier otra Casa: los Diablos (utilizando el orgullo) y los Perversos
(utilizando los secretos) son los candidatos más evidentes. Otra solución
sería formar una Iglesia de Todos los Ángeles, la Iglesia del Único Dios o la
Ascensión de la Humanidad, algo genérico. Otros convierten la muerte en
el eje principal de su relación con sus esclavos. Los Voraces son los que más
fácil lo tienen: pueden limitarse a fundar una secta destructiva y listo. Los
Verdugos con un elevado nivel de Tormento quizá no tengan otra elección.
Dada su fascinación por todas las facetas de la vida, los Verdugos buscan a menudo un grupo ecléctico de seguidores, aun cuando organicen una
secta centrada en la muerte. Son proclives a tomar decisiones un tanto
arbitrarias, como optar por la primera opción pasablemente aceptable o
aceptar a todos los que busquen al demonio. Algunos incluso se fijan en
una cara en medio de la multitud y dedican todos sus esfuerzos en iniciar a
esa persona, esa alma, en los misterios.
Creación del personaje: No hay un grupo de Atributos que sea importante enfatizar, aunque los Mentales son comunes (sobre todo la Percepción). La Fuerza y el Carisma suelen descender por debajo de la puntuación
original del huésped, pero la Resistencia aumenta. La Manipulación puede
ser elevada, pero quizá les cohíba un poco emplearla.
La Consciencia, la Intuición y el Sigilo son Habilidades predilectas.
La Intimidación y la Investigación también son buenas opciones, y parece
que los miembros de la Casa acumulan rápidamente todo tipo de información sobre el mundo que los rodea, por lo que cualquier conocimiento
sería apropiado. Las Habilidades como el Liderazgo y la Empatía no son
elecciones naturales, pero quién sabe lo que podría haber experimentado el
Verdugo durante la Guerra.
Tormento inicial: 4
Saberes de la casa: Saber del Espíritu, Saber de la Muerte, Saber de
los Reinos
Debilidades: Antes de la guerra, los Segadores eran evitados a menudo
por los demás ángeles, lo que les proporciona un aire de indiferencia que suele
encubrir su intenso escrutinio del mundo vivo. Incluso los recuerdos de sus
huéspedes les resultan más extraños que a los demás demonios. Quizá sean
expertos descubriendo entramados engaños, pero las cosas más simples, sobre
todo la motivación humana, pueden desconcertarlos. Aunque sean atentos y
receptivos, cuando toman una decisión les cuesta mucho admitir que hayan podido equivocarse. Conforme aumente su Tormento, su percepción del mundo se
tornará más nítida y, paradójicamente, se sentirán más aislados de él. Casi todo
el daño que provoque un Verdugo con un Tormento elevado obedecerá a su
obsesión por dejar alguna huella en la realidad que se le escapa entre los dedos.
Cita: "..."
Estereotipos
Azotes: Ambas Casas se profesaban una enorme enemistad
durante la guerra. Ahora los Verdugos consideran a los Azotes sus
hermanos más próximos, y olvidan sus antiguas diferencias.
Corruptores: Los Corruptores han tendido un puente entre
la humanidad y ellos, salvando así un abismo que era tan profundo
como lo es el de los Verdugos a su manera. Pero lo único que han hecho con su nueva oportunidad es malgastarla comportándose como
niños mimados y groseros, o eso dicen los Verdugos.
Devoradores: Los Verdugos aconsejan a los Devoradores que
se abstengan de recrearse en la violencia y el desperdicio de vidas.
No obstante, les alegra asociarse con la Casa, a la que proporcionan
asesoramiento sobre muchos otros temas. Algunos afirman que esto
es así para conseguir que los Devoradores les hagan de guardaespaldas, pero, evidentemente, los Verdugos lo niegan.
Diablos: Cunado se les pide que expresen su opinión, los Verdugos a menudo parecen sentir una extraña conmiseración por los
Diablos. Sus mentiras y ambiciones podrían recibir por toda respuesta una sonrisa lacónica y condescendiente.
Malefactores: Los Verdugos afirman que los artefactos —cualquier objeto material, en realidad— son simples juguetes, distracciones de los verdaderos problemas del mundo. Sin embargo, parecen
llevarse bien con los Malefactores y les gusta tenerlos cerca.
Perversos: Algunos Verdugos dicen que, en ausencia de Dios,
ahora es la muerte la que produce los sueños y da forma al rumbo de
las estrellas. Así, los Perversos forman otra Casa por la que sienten
una estrecha afinidad.
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