Erresh

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No todos los bastiones eran construidos a plena vista. Es cierto que todas las señales visibles de la rebelión fueron arrasadas después de que los demonios fueran arrojados al Infierno. Pero a pesar del destino final de Dûdâêl y Kâsdejâ, el corazón subterráneo de la Legión de Alabastro, es posible que una cámara sobreviviera hasta el día de hoy. Los rebeldes fueron inventivos hasta el final y la Hueste demostró su falibilidad en muchas ocasiones. No es difícil imaginar que un Barón de la Legión de Ébano hubiera creado un santuario para su arma favorita, creyendo en su tozudez que conseguiría escapar del juicio del Creador y podría regresar para recuperarla. ¿Y quién, aparte de sus amos, conocía la extensión completa de las criptas de Kâsdejâ?

Para sobrevivir a los eones, un santuario semejante tendría que haber sido construido en un terreno estable –aunque inmune a los cambios de temperatura y al ascenso y descenso del nivel del mar, incluso las obras demoníacas finalmente terminaron sucumbiendo a las fuerzas volcánicas o tectónicas. Quizás el lugar más probable para descubrir un bastión oculto que haya sobrevivido sea en las profundidades de la luna.

Pero un santuario construido fuera del mundo físico en los límites de las tierras de las sombras sería inmune a semejante destrucción. La dificultad estriba en encontrar la puerta. Erresh era un pequeño feudo que Ekishnugal la Devoradora cuidó con amor y cariño, preservando a sus esclavos humanos y las plantas carnívoras que eran su deleite. Fue creado en las vastas llanuras que existían en el sur del mundo. Hubo un tiempo en que una fortaleza celestial se alzaba en el lugar, en un intento de mantener a una tribu humana segura y protegida, pero la mayor parte de la ciudad y la tribu resultaron destruidas. Ekishnugal utilizó sus plantas para deshacerse de los cuerpos y alimentar a los supervivientes de la tierra yerma que quedó, porque la ruina del campo de batalla había herido su espíritu. Sus nuevos devotos construyeron un enclave subterráneo y ella y sus aliados entre los Malefactores y Azotes reforzaron para que no se erosionara y permaneciera oculto. Ekishnugal abandonó deliberadamente Erresh mientras la Guerra de la Ira se acercaba a su fin y se enfrentó a su destino lejos del hogar que había construido.

Sus servidores abandonaron el enclave después de unas pocas generaciones, atemorizados y llenos de leyendas y supersticiones. Pero a medida que los continentes y el clima cambiaban, el terreno sobre el enclave terminó convirtiéndose en llanuras fértiles y posteriormente en los desiertos de África. Pero a pesar de estos cambios Erresh sobrevivió. Las habitaciones están siempre llenas de agua y aire fresco. En cámaras que imitaban el ciclo del día y de la noche, crecen extrañas plantas, y algunas veces se extienden por los corredores en busca de compañeras que polinizar. En algunas cámaras nubes danzarinas de polvo continuamente generan insectos vivos y de las fuentes surgen enjambres de pequeñas ranas. Ningún humano tiene ni siquiera un recuerdo legendario de este lugar, pero directamente encima del enclave se encuentra un oasis que nunca se seca y que es el hogar de especies únicas de espadañas, girasoles y plantas carnívoras.
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