Dios, como dijo Nietzsche de forma tan sucinta, ha muerto.
No obstante, no es una defunción
reciente; los Vástagos Consuncionistas creen que el todopoderoso
lleva muerto miles de años, desde
que Caín lo Diabolizó. De acuerdo
a su doctrina, Dios era, si no una
entidad física real, al menos un ser
espiritual que podría alcanzarse
con el ritual mágico adecuado.
Y la muerte de Abel no fue un
sacrificio, sino la culminación de
un ritual que pretendía invocar
a Dios para que se manifestase.
Cuando tuvo éxito, Caín extrajo de
Dios todo su poder al consumir su
esencia.
Según cuentan los Consuncionistas, Caín caminó entre los
mortales durante muchos años.
Sin embargo, tras un tiempo, se
sintió solo. Nunca podría conocer
la presencia de un igual; después
de todo, ¿no era Dios? Así que
Abrazó a la Segunda Generación
y al hacerlo extendió y diluyó el
poder de Dios. Con el tiempo, los
demás Vástagos repitieron el acto
de Caín, pasando porciones de su
propia parte del poder de Dios a
sus Chiquillos, y ellos a los suyos
tras ello, hasta la época actual, en
la que los Vástagos se han vuelto
tan numerosos y están tan alejados
de Caín que las últimas generaciones apenas portan nada del poder
de Dios.
Los Consuncionistas creen
que el mundo llegará a su fin sólo
cuando el último de los Vástagos,
tras haber reabsorbido todo el
poder de Dios en una única forma
una vez más, recree la proeza de
Caín y se convierta en Dios, lo
que Le permitirá barrer las ruinas
del viejo mundo y dar a luz a uno
nuevo.
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