La Pasión de Uga Dugud (La Gran Reunión de Cuervos)

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Matusalén Brujah de Quinta Generación. En Letargo.
En torno a 2600 a. C.
Traducción por Converyx (1861).
Venerable entre venerables. Libro 41, capítulo 28.


In Nomine Nostri Caine. Intrabo In Altaria Gloriae

1. Durante el reinado del impío Sargón de Asiria hubo una persecución de Vástagos en los principados exánimes rebeldes de la Anatolia oriental (este). En aquel tiempo, un jactancioso Vástago con el nombre de Príncipe Azu gobernaba Trebisonda y era excesivamente hostil hacia los adoradores de Caín [escrito “Kagn” en el texto original] debido a su autoidolatría. De los Colmillos que se le dieron a su mando, todos se habían unido a su culto y lo adoraban como a un dios y olvidaron el nombre de su antepasado común.

2. Aun así, entre sus oficiales, como una rosa entre espinas, surgió un sirviente secreto de Caín conocido sólo como Uga Dugud. Debido a su fanático ardor, a su audacia en batalla y a que había conquistado muchas ciudadelas, había llegado a ser reconocido entre los suyos y lo buscaban quienes lo consideraban digno de homenaje y deseaban aprender sus métodos.

3. Azu sintió celos de Uga Dugud y lo desterró junto a su pequeño grupo de seguidores, que, como Uga Dugud, se habían negado a rendir homenaje a Azu como dios, y los envió a vivir al monte Ararat. Allí permanecieron durante 140 años y allí fue que Uga Dugud comenzó a desarrollar y enseñar un estilo de combate desconocido al que llamaban Senda de la Furia y que empleaba terribles ataques de frenesí para convertirse tanto él como sus Jinetes Fénix en temibles guerreros castigadores.

4. Muchos años después ocurrió que la fuerza principal del ejército asirio cruzó las fronteras hacia el norte y se enfrentó a Azu. Los precipitados ataques y el número de atacantes mortales perturbaron enormemente a Azu, quien, recordando las habilidades militares y la audacia de Uga Dugud, lo convocó para que regresase a su consejo personal.

5. Apelando al despreocupado coraje de Uga Dugud y a causa de su propio miedo, Azu lo trató como a un igual. «Tus fieros poderes —dijo— y las victorias que has tenido frente a fuerzas mayores son bien conocidos para todos los que sostienen el cetro. Confío a tu valor esta grandiosa invasión de mortales para que tu reputación crezca incluso más».

6. Cuando el mejor guerrero de Caín oyó estas palabras, confiando no en la cantidad ni las armas o la armadura, sino sólo en su Senda de la Furia, preparó a sus seguidores, aún escasos en número, para que lo siguieran y marchasen en formación de batalla y los guio contra el vasto enemigo que se desplegaba ante ellos.

7. En la noche más oscura, el amplio campamento de Sargón se extendía a lo largo de una llanura como langostas rojas. Justo antes de enzarzarse en combate, Uga Dugud presentó a sus hombres como asunto de discusión su conocimiento superior de que los Vástagos eran vengativos señores de retribución. Les dijo lo siguiente: «En vuestro irregular espinazo está la furia del infierno, la vehemencia de Caín, la convulsión de la posesión por la Bestia interior. Esta noche sois los demonios que todos los mortales temen. Surgid sobre ellos como la erupción de los hicsos. Caín os sostendrá si caéis».

8. Esto es lo que les dijo y ellos lo creyeron y, cargando con salvaje audacia, fueron de hoguera en hoguera y de tienda en tienda matando a cada hombre que calzaba sandalias e hicieron huir a todos los guerreros esclavos. Para el amanecer, había obtenido una gran victoria contra Sargón, quien había huido desnudo y deshonrado. Al hacer a sus hombres elegidos testigos del poder de su propia Sangre y darles el conocimiento de su propia rabia de esta forma, el santo profeta de la Senda de la Furia infundió en ellos una confianza sobrenatural y un propósito.

9. Todo esto perturbó enormemente a Azu, quien esperaba que hubiera sido derrotado y obtener la victoria para sí, y consideró lo que había ocurrido una afrenta personal. Al liberar de su cáscara mortal a tantos poseídos por espíritus impuros, Uga Dugud le dio el golpe de gracia a la reclamación mortal de soberanía sobre los Vástagos y esto humilló enormemente a ese orgulloso y malvado Azu.

10. Uga Dugud supo de esto y regresó a Azu, lo mató y se convirtió en el nuevo gobernante de su regnum. Todos se arrodillaron ante él y lo honraron como la Rabia de Caín y como su verdadero testigo y profeta. Aun así, él nunca dijo que fuese un dios o que estuviese ungido por uno; humildemente enseñó las costumbres del resentimiento salvaje y no tomó para sí nada salvo las obligaciones del mando.

11. A lo largo de tres generaciones mortales de esclavos, todo continuó como el profeta había planeado y éste unió a muchos Colmillos bajo su mando y triunfó sobre muchos principados y expandió enormemente su regnum. Al final se volvió tan afamado que fue invitado a la Alta Corte de los Tercera, y así viajó al norte y fue recibido con una gran bienvenida y sus debidas recompensas en su ciudadela en la montaña, la cual aún existía como debía ser.

12. Aun así, ciertos Vástagos recelosos allí, ya persiguieran una trama de envidia y rencor, ya tuvieran buenos pensamientos y no mala intención, asaltaron a Uga Dugud y sus leales Colmillos en un patio con 166 de sus más hábiles Colmillos. Uga Dugud y sus seguidores emprendieron al tiempo una ciclónica danza de furia que acabó con todos. Quienes fueron testigos del evento se inquietaron y asustaron ante lo que habían visto; más tarde se dijo que fue la mayor exhibición de valor y habilidad marcial en la historia de los no-muertos.

13. Los Tercera recibieron el asunto con ira y enviaron Colmillos para descubrir la verdad e informarles. Cuando hubieron determinado, a través de aquéllos a quienes habían enviado, que así habían sido las cosas, llamaron de nuevo a Uga Dugud y, con lisonjas y amenazas, le recordaron su odio y el resentimiento hacia los Apóstatas.

14. Veddartha le dijo: «Has devorado a muchos de nuestros mejores Colmillos. Dado que sabes cómo y por qué expulsé a Malakai, la mayor Apóstata, ¿con qué objeto o esperanza defiendes tu caso en tu nombre y el de tus seguidores?».

15. En respuesta, Uga Dugud gritó: «Sólo fortaleces mi resistencia con lo que has dicho, pues si los que has nombrado no me hubieran hecho daño, aún estarían aquí. Pero te burlas de mí acusándome de hacerte la guerra aquí en tu propio hogar, cuando se despliega ante mí un vasto ejército de seres ancianos. No puedo esperar ganar frente a ti, pero aun así prometo que muchos perecerán en el intento. Puede que incluso tú».

16. Veddartha ordenó entonces que se preparase un carro de bronce y cuando éste fue bien calentado mediante un gran fuego, y tras decir que habría perdonado a los seguidores de Uga Dugud si éste hubiera hecho lo que le había pedido, ordenó que el profeta subiera al carro. Uga Dugud, protegido por su fría furia, subió al carro como si fuera una mullida alfombra y se sentó en el suelo. Inmediatamente sintió dolor y todo su cuerpo ardía y se sacudía, pero resistió con fría ira y el rubicundo metal se doblegó a su fervor. Una hora después bajó sin quemaduras ni daño. Todos estaban asombrados.

17. Por ello se le permitió marchar tras hacer la promesa de no conquistar más principados ni hacer la guerra contra reinos mortales. Él y sus seguidores volvieron a su refugio y siguieron desarrollando sus técnicas y teorías de guerra violenta, iracunda y frenética. Nadie se atrevió a alzarse contra él durante muchos años y se le dejó que gobernase su regnum en paz.

18. Entonces llegó un mensajero que le dio el cetro de Troile, el largo tiempo perdido Sire de su Sire, diciendo que lo había invocado a un lugar llamado Tarso, un estrecho donde dos picos de montaña enfrentados chocaban, entre los cuales había retorcidos acantilados producidos por el descenso de un río a lo largo de muchas cascadas casi impracticables. Formaban un escarpado abismo que resultaba terrible incluso sólo de mirar.

19. Uga Dugud emprendió el viaje a Tarso, pero no encontró a Troile, sino que lo aguardaba un ejército de vengativos y perversos Colmillos. Cuando Uga Dugud y sus seguidores de mayor confianza surgían de la cuarta catarata, cayeron sobre él y asesinaron a muchos en los primeros doscientos latidos. Uga Dugud, impávido, lideró una incursión cascada arriba, pero fue derribado por una jabalina de oro lanzada por un Cuarta y cayó en las rocas bajo él. Fue sacado sobre su propio escudo por su fuerza de siempre leales guardaespaldas, los Jinetes Fénix, al tiempo que el resto de sus seguidores contenían la hueste de enemigos y eran masacrados hasta el último Colmillo.

20. Los guardaespaldas terminaron por encontrar una cueva y se adentraron en lo más profundo de la tierra a lo largo de muchas noches hasta que encontraron un lugar tan cercano al Hades que nunca podrían ser encontrados y allí lo dejaron para que descansara en un profundo y permanente Letargo.

21. Entonces regresaron a Anatolia y más al oeste, alabando y elogiando a su profeta y extendiendo la nueva de la Senda de la Furia. Desde entonces nunca se ha olvidado la leyenda de Uga Dugud, aquél al que corresponde toda gloria, todo honor y toda exaltación, junto con los Fundadores y ancestros, ahora y para siempre por los siglos de los siglos. Sicut erat in principio, et nunc, et in morte, et in saecula saeculorum.
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