Para los Kuei-jin el honor personal y la confianza son tan importantes como para los mortales. Lo que éstos llaman "prestigio", para los Catayanos es el Camino de la Integridad. La palabra de un Kuei-jin es ley y su reputación y su posición en la sociedad forman parte de él tanto como su propio cuerpo. Todos tienen ciertos derechos dependiendo de su posición y del mantenimiento de sus Dharmas. Cada Kuei-jin es el responsable último de sus acciones.
Para los Catayanos no existe el concepto de Responsabilidad de los Sires. Se espera de cada Kuei-jin que se comporte de forma honorable, respetando la posición y el poder de los demás, permaneciendo fiel al Dharma, cumpliendo las leyes de la Corte y de los Ancestros, etc. La Integridad asume que un Kuei-jin hace su parte en el mantenimiento de la armonía en la Corte y en la comunidad, evitando las acciones incorrectas o las maquinaciones soterradas.
La fuerza del Camino de la Integridad se traslada hasta los menores detalles de la interacción social. En público raramente se dan respuestas absolutas para evitar la incomodidad y la decepción que sigue a un "no"; el diálogo entre dos Kuei-jin suele esta trufado de vaguedades y enigmas. Además, las discusiones suelen tener lugar tras puertas cerradas para no llamar la atención o montar una escena. Los agravios entre las Cortes o dentro de ellas se resuelven en ceremonias privadas, y hasta el peor castigo se administra de forma rápida y silenciosa. El Camino de la Integridad también ordena que se respete el honor de los demás Catayanos. Se considera extremadamente inadecuado que un Kuei-jin difame a otro, que rete su poder o autoridad abiertamente o que actúe de modo que lleve el deshonor a su propia corte o a su Ancestro.
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