Las Cortes Doradas: Reinas de la Selva Sangrienta

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Los Mandarines del Quincunx casi necesitan un segundo vocabulario que contenga la enorme cantidad de términos despectivos que utilizan únicamente para describir a las salvajes Cortes Doradas del sudeste asiático. "Bárbaros", "paganos", y degenerados" son las descripciones que más comúnmente se aplican a los orgullosos vestigios matriarcales de la Corte del Fénix Escarlata, pero por lo bajo se susurran palabras como "peligrosos", terroríficos" y "antinaturales". Sea lo que sea que las leyendas puedan decir de las Cortes Doradas, lo cierto es que los Kuei-jin de estas Cortes se han excavado un nicho propio en las selvas infestadas de hengeyokai y han sobrevivido a guerras, incursiones de los Kin-jin y a las maquinaciones de los Reyes Yama; que para hacerlo tuvieron que volverse más violentos y astutos que sus enemigos.

Las Cortes Doradas se extienden desde las selvas de la India oriental a través de Bangladesh, Myanmar, Tailandia, Camboya, Laos, Vietnam, Indonesia y Malasia. Las fronteras de las Cortes Doradas están cambiando continuamente, pero en algunos momentos de su historia, su influencia se ha extendido incluso hasta Micronesia, Polinesia (incluyendo Hawái), Samoa, Fiji, las Islas Marshall y Salomón y las selvas del norte de Australia. Ninguna otra Corte Kuei-jin se acerca ni siquiera al gran abanico de culturas de las Cortes Doradas, y es bastante dudoso que las Cortes chinas quieran hacerlo. No hay duda que algunos de los alegatos de barbarismo realizados contra las Cortes Doradas surgen de la xenofobia del Quincunx. El elemento más chocante de estas Cortes, al menos en lo que respecta a las Cortes chinas, es su estructura tribal matriarcal. Las mujeres Kuei-jin orientadas hacia el Yang que han alcanzado la maestría sobre el Shintai de Carne reciben el título de Penangallan en señal de respeto. Aunque un hombre alcance el mismo nivel de competencia en el Shintai de Carne, nunca será llamado Penangallan.

Por todas las Cortes Doradas, con la excepción del autoritario Singapur, las Penangallan visten del modo más llamativo y colorido posible para distinguirse de todos los demás. Se adornan con cualquier cosa que las haga más notorias y escandalosas, desde huesos de dedos y plumas de pavo real en las junglas de Laos hasta vestidos de goma y piercings cromados en las retorcidas calles de Bangkok. La pervertida atmósfera carnavalesca que rodea a una Penangallan es tanto su protección como la enseña de su oficio. Los hombres son libres de participar en la cultura de las Cortes Doradas, pero con cuidado de no poner en duda a la reina ni a ninguna Ancestro femenina. Una violación tendrá como resultado un aviso severo, dos violaciones resultarán en una sugerencia poco sutil para que el violador abandone la Corte (o al menos huya hacia Singapur), y una tercera violación terminará en la ejecución altamente ritual del insolente. Estas ejecuciones suelen ser motivo de gran celebración entre las Penangallan asistentes y sus wu.

Cuando los Kin-jin comenzaron a llegar en masa, las Penangallan estaban en la cumbre de su poder. Los Vástagos que se indisponían con alguna de estas poderosas Catayanas en las selvas o en las aldeas de las Cortes Doradas desaparecían o huían poco después del encuentro. Hasta el reciente resurgimiento de los akuma como una amenaza inminente, los Kin-jin eran despachados por las reinas de las Cortes Doradas en menos de una semana desde su llegada. Las junglas, y los que acechaban en ellas, acabaron incluso con varios chiquillos del mismísimo Robert Pedder. Ahora que las Cortes se tambalean a causa de los ataques de los akuma, los pocos Kin-jin que llegan tienen la esperanza de no vida moderadamente mayor.

Quizá la mayor fuerza de las Cortes Doradas resida en su notable diversidad. Los Kuei-jin de estas Cortes tienen a su disposición la sabiduría de varias culturas: indios, chinos, polinesios, aborígenes y varios miles más contribuyen al vigor híbrido de las Cortes, que han absorbido numerosos elementos culturales de las islas que, en tiempos, estuvieron bajo su dominio. Se sabe que los Tigres Diablo en particular utilizan los arpones de los isleños para fines especialmente macabros, desafiando la buena suerte que, supuestamente, atraen estas herramientas. Nada ha contribuido tanto a la expansión de las Cortes Doradas como la frecuente maestría de las Penangallan en la Disciplina del Shintai de Jade. Un wu de Penangallan puede atravesar el océano fácilmente hacia una isla vecina para alimentarse. Si el trayecto es demasiado largo para un viaje nocturno, los Kuei-jin pueden hundirse en el fondo oceánico y pasar el día entre el lodo para volver a levantarse una vez el sol se haya puesto. Así, las reinas salvajes de los Catayanos han acumulado un territorio aún mayor que el de la Corte de Sangre.

El viaje entre islas, incluso sobre el agua, es particularmente arriesgado para los Kuei-jin de las Cortes Doradas, ya que ellos, de todos los habitantes del Reino Medio, se han ganado la enemistad eterna de los Same-bito (hombres tiburón). Aunque los verdaderos orígenes del odio que se profesan ambos shen se han perdido, se especula que los Tigres Diablo de las Cortes Doradas desarrollaron un cierto gusto por el Chi (y la carne acompañante) del pueblo Same-bito. Las aguas de los océanos de las costas del sudeste asiático están infestadas de hombres tiburón que vigilan a cualquier Kuei-jin que se aventure por su superficie. La ira de estos voraces cambiantes es implacable.

La mayor vergüenza de las Cortes Doradas es el hecho de estar constantemente al borde de caer en manos de los akuma. Ninguna otra Corte ha estado tan plagada de los siervos de los demonios. Los Reyes Yama, y en particular Rangda, Señora de la Pestilencia, parecen tener una especie de compulsión por controlar las Cortes Doradas y han convertido la región en una base de operaciones desde la que trabajan a su antojo. El desfile de guerras y atrocidades que han asolado el sudeste asiático durante la mayor parte de estos últimos doscientos años ha dejado una tangible sensación de profanación a su paso. Ya en la Cuarta Edad, los Reyes Yama estaban obsesionados por derrocar a la Corte del Fénix Escarlata y utilizar a los Kuei-jin del área, una vez se hubieran convertido todos en akuma, como armas contra las demás Cortes. Aunque la Corte del Fénix Escarlata cayó, los peones de los Reyes Yama fueron diezmados por los más augustos bodhisattvas Piyau Payung y sus aliadas Tigres Diablo Penangallan.

La primera vez en que se utilizó el Shintai de la Carne fue durante aquella terrible batalla. Durante 11 noches, la selva fue testigo de algunas de las más espantosas atrocidades jamás vistas entre los Kuei-jin. En la duodécima noche, Piyau Payung y cinco de sus Penangallan destrozaron al último akuma. Aquel formidable anciano regresó a sus contemplaciones en la espesura, dejando solas a las primeras Penangallan para que reconstruyeran la Corte. La Corte de Sangre acudió dispuesta a "ayudar" a imponer un sistema de Cortes respetable en las junglas, pero después de perder casi a una veintena de Ancestros frente a las testarudas Penangallan, dieron marcha atrás y permitieron que las Cortes Doradas tomaran forma de acuerdo a sus propias reglas.

Durante muchos años, los Reyes Yama casi dieron por perdido el sudeste asiático, pero los últimos doscientos años han proporcionado a los demonios una gran cantidad de Catayanos ignorantes dispuestos a cumplir sus órdenes a cambio de poder. Además no ayuda nada al estado de las cosas el hecho de que la organización de las Cortes Doradas sea extremadamente relajada e informal. Los únicos Kuei-jin que son examinados en busca de las marcas de corrupción demoníaca son Penangallan. Fuera de sus filas, los akuma se están haciendo cada vez más predominantes. Dado que, superficialmente, nada parece estar mal, los Reyes Yama podrían pasar desapercibidos durante siglos, alzándose entre los estratos sociales, cumpliendo la voluntad de sus maestros y socavando las Cortes como las termitas que devoran los cimientos de un templo. Ahora, después de casi un milenio de ausencia, los akuma son lo suficientemente numerosos como para sacudir los cimientos de las Cortes Doradas. Habiendo atacado y seducido a muchos de los Ancestros, están exigiendo un esfuerzo excesivo de las habilidades de las mismísimas reinas Penangallan.

Las figuras claves de las Cortes Doradas han sucumbido repetidamente a los Reyes Yama; de hecho, ha ocurrido con tanta frecuencia que se ha convertido en una especie de broma macabra entre los miembros del Quincunx. Aunque todos los caídos son inevitablemente descubiertos (ya sea por mostrar habilidades inadecuadas, como la Disciplina de Tejer el Infierno, o por la revelación propicia de los bodhisattvas), el daño que hacen a la Corte y a las almas de quienes los rodean antes de que caiga su masacrada es incalculable. Las Cortes Doradas han respondido a los ataques de los Reyes Yama de una manera muy similar al modo en que responden a la mayoría de sus oponentes: haciéndose más salvajes que su enemigo. En ningún lugar del Reino Medio es tan dominante el Dharma del Aullido del Tigre Diablo como lo es en las Cortes Doradas. Adoptando, adaptando y mejorando las estrategias de los propios Reyes Yama, las Cortes del sudeste asiático esperan convertirse en demonios mayores que los demonios que las amenazan. Por desgracia, esto podría llegar a suceder.

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