-Montaigne
Cuando la muerte reclama el cuerpo mortal, la mayoría de la gente piensa que el alma que reside bajo este caparazón también fallece. En el Reino Medio, sin embargo, las cosas no son tan simples. Las almas que se marchan pueden ir a tres posibles destinos: la reencarnación como mortal, como animal o renacer lo mismo que un fénix como uno de los shen. Este momento de enorme cambio es una gran confluencia, un instante en el que las fuerzas del Cielo vienen a portar el alma y guiarla hasta su siguiente camino.
Algunos de los malditos se abren paso desde el Infierno y retornan a sus cuerpos abotargados y descompuestos bajo la luna maléfica, volviendo como Kuei-jin. Ya sea porque sufran el pecado de deseos desenfrenados o se hayan descarriado de sus sendas de iluminación, esas almas condenadas vuelven al Reino Medio como demonios condenados por el ansia. Durante ese renacer, el Kuei-jin tiene una oportunidad final de superar sus deudas y desequilibrios y entrar en auspiciosa armonía con el Universo.
Para hacer tal cosa el Catayano encuentra su lugar apropiado en la sociedad de los no muertos y se gobierna por la personalidad, el Dharma y su Dirección. Al ser una influencia basada en la Astrología que gobierna los deberes y la personalidad del Kuei-jin, la Dirección determina el lugar de cada Catayano entre las filas de los no muertos. Esto no significa que las estrellas sean las que definen el rango y la valía de un Muerto Famélico, sin embargo, el lugar, la hora y las circunstancias que rodean la muerte de alguien pueden dar leves pistas sobre la naturaleza de su deuda kármica que debe ser reparada. Trabajando a favor de los fines de su Dirección, el Catayano satisface las necesidades de su Karma y avanza a lo largo del ciclo de reencarnación.
Aunque el Dharma y la Dirección pueden competir en los asuntos de cada Kuei-jin, la segunda tiene consecuencias que alcanzan mucho más lejos que la filosofía personal. Allí donde los Dharmas se eligen por los jóvenes Kôa para decidir sobre los cursos de sus no vidas, la Dirección no es un asunto que se pueda debatir, sino un molde del destino. Tiene un peso tradicional incluso para los jóvenes Monos Corredores, y muchos discípulos recientemente al alzados se encuentran a sí mismo manejados por los hilos celestiales del destino, cubriendo papeles esposados por sus Direcciones. Más allá de cada ser en particular, las Direcciones son mantenidas por los wu y por las Cortes; el propósito y la identidad vienen de ellas, definiendo lo que un grupo hace y lo que no.
Los caminos de una Dirección siguen los puntos cardinales de un brújula: norte, sur, este, oeste y centro. Saber el lugar que ocupa uno en el orden del mundo es algo supremo en la estructura social Kuei-jin. Las fuerzas de la naturaleza y las estrellas dicen mucho sobre el sendero que debe seguir un Catayano; por esto, las Cortes determinan la Dirección y el papel apropiado para cada Catayano como parte del primer entrenamiento que coloca al Muerto Famélico en la senda hacia una no vida civilizada. Mediante poderosos ritos, los antiguos de las Cortes hacen aflorar los más grandes secretos de cada Catayano y, mediante este conocimiento, el Kôa es colocado en la sociedad adecuada para cumplir con su cometido, ya sea el de un juez, un defensor, un erudito, un renegado o un marginado.
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