Con la excepción de los miembros del Sendero de los Siete Lagos, los Catayanos budistas raramente siguen las doctrinas de su religión al pie de la letra. Debido a la influencia de su P'o y la necesidad de Chi, encuentran difícil respetar incluso las reglas para los laicos. El Chi que es "entregado libremente" es difícil de encontrar y la mentira y la seducción son partes necesarias de la no vida de cada noche en el Reino Medio. El rasgo más llamativo del Budismo para muchos Kuei-jin es su doctrina de moderación que implica que aquellos Catayanos que intenten seguir el Camino Medio no tienen que preocuparse por mortificar su carne muerta o privarse de Chi, como requieren otras religiones; pero también implica que un Kuei-jin budista debe evitar sucumbir a su terrible, infame y monstruoso P'o.
Por lo tanto, hay pocos Catayanos que siguen el Sendero Óctuple con éxito adecuado y aquellos que consiguen mantener su fe durante más de unas décadas tienen la tendencia a pasar por periodos de desesperación y tristeza al ver sus fracasos en sus intentos de conquistar sus naturalezas oscuras.
Ciertamente un budista mortal que retorna como uno de los no muertos es una criatura triste que, cuando recupera alguna semblanza de cordura, se ve perseguida por los recuerdos del Infierno del que ha escapado. Su experiencia del Mundo Yomi reafirma mucho de lo que aprendió en vida, pero el hecho de estar de nuevo en la tierra (y ocupando su viejo cuerpo) resulta muy confuso y desafía las doctrinas budistas sobre la reencarnación y el karma. Los nuevos Kuei-jin que practicaban esta religión no suelen admitir que han retornado de entre los muertos, sino que piensan que están, simplemente, en otra área del Infierno; algunas de esas pobres almas retienen esta creencia durante décadas, mientras que otros, inmediatamente, desechan o adaptan los principios de sus vidas mortales casi al instante.
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