Conflictos Éticos y Religiosos

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Un peldaño por encima del crimen, pero sin llegar a la guerra, los disturbios civiles bullen bajo la superficie de muchos países asiáticos, surgiendo con un rugido en épocas de crisis. A la gente le gusta tener una razón por la que poder destrozar la ciudad, y la religión y las identidades étnicas suelen proporcionar la justificación suficiente para saquear, masacrar y prender fuego al prójimo y sus pertenencias. Aunque estos odios normalmente surgen por sí mismos, grupos criminales y políticos se han vuelto expertos en aprovecharse de ellos, ya sea por el propio beneficio del saqueo o para debilitar a oponentes políticos y obtener así una excusa perfecta para un derrocamiento militar.

Ya se trate de musulmanes contra hindúes, cristianos contra musulmanes, chinos contra malayos, o cualquier otra de una docena de más combinaciones, los resultados son los mismos: sangrientos disturbios, atrocidades inhumanas, hogares y negocios quemados, muchedumbres alborotadas y el pánico que se apodera de las comunidades minoritarias como una enfermedad. Mucha gente no se queda indiferente ante estos abusos, por supuesto, y siempre surgen grupos de autodefensa y sociedades secretas que protegen a los indefensos o simplemente ayudan a los afectados por el derramamiento de sangre. Estos grupos tienden a mantenerse por sí mismos y a menudo viran hacia el crimen en tiempo de paz. El ejemplo más conocido es el de la Sociedad del Loto Blanco, precursora de las Tríadas.

Esta tensión y temor son peligrosísimos, y contribuyen a poner nerviosa a la gente de forma que incluso unos inocentes disparates pueden acabar desembocando en violencia. La violencia callejera es una de las pocas cosas que pueden vaciar las calles, ya que incluso el más aguerrido delincuente se lo pensará dos veces antes de enfrentarse a una masa furiosa de gente que busca iniciar una masacre. Antiguamente, los dirigentes de lugares de culto o los líderes tradicionales podían pedir un alto en la violencia o, al menos, proporcionar refugio, pero no mucho más. Las fuerzas de la modernización, que tanto han acrecentado en muchas comunidades un resentimiento subyacente y la agitación, han debilitado también estas estructuras que una vez controlaban los sentimientos hostiles. Ahora, cuando empiezan los disparos y ruge la multitud, pocos son los que tratan de evitar que las calles se pongan al rojo.

Tiempos de Sangre y Fuego

Los Kuei-jin pueden sacar su rabia sin contenerse y alimentarse a voluntad cuando empiezan los disturbios. Estos momentos son tan electrizantes como terroríficos. El riesgo de la muerte definitiva es mucho mayor cuando fallan los controles y restricciones habituales y las muchedumbres tienen una desafortunada propensión a jugar con fuego. No obstante, en ocasiones son los Kuei-jin los que empiezan la violencia intencionadamente, manipulando las tensiones subyacentes para dar comienzo a una revuelta que cubrirá algún atrojado ataque. Estas acciones tienden a suceder cuando dos cortes se encuentran en guerra o una de ellas está inmersa en el caos, y es donde los ancestros suelen ver con malos ojos movimientos que tengan potencial de extinguir incluso al más poderoso Catayano.

Dado el  nivel de tensión que hay en algunas comunidades divididas por diferencias políticas o raciales, los Kuei-jin a veces deben esforzarse en evitar que su sola presencia suponga el comienzo de disturbios. Un cuerpo ensangrentado encontrado en el momento equivocado o un ataque inoportuno sobre un rival puede llevar fácilmente a la muchedumbre a las calles. Claro que a veces es mas peligroso explicar a un mandarín por qué no pudiste cumplir con sus órdenes que arriesgar la propia sangre en los bajos fondos. En comunidades más religiosas y tradicionales, los propios Kuei-jin pueden llegar a ser el objetivo de las muchedumbres. En la India, Indonesia y Malasia, más de un shen o Shih ha manipulado la fe de los fundamentalistas musulmanes convirtiéndola en una furiosa ira hacia los diablos que viven entre ellos.

Ya sean los objetivos, los instigadores o simples observadores, los Kuei-jin se aprovechan rápidamente del caos. Se ha sabido de poderoso mandarines que desaparecieron en medio de esta violencia mortal, dejando a sus enemigos en una buena posición y con sangre en las manos. Incluso han habido ancestros que no han conseguido sobrevivir a alguno de estos períodos de sangre y fuego, que pueden llegar a durar hasta semanas si los mortales se vuelven especialmente descontrolados. La paranoia que acompaña a este peligro a menudo origina más violencia, ya que todo el mundo llega a la conclusión de que si no golpea, sus enemigos lo harán. Por otro lado, la oportunidad es demasiado buena para que algunos Kuei-jin puedan resistirse. Los disturbios les permiten empezar pequeñas afrentas que no justifiquen una guerra crepuscular, aquellas causadas por un Catayano demasiado poderoso como para poder enfrentarse a él abiertamente. Suelen ser objetivos los wu y Monos Corredores especialmente molestos o con poderosos jefes, y todos los jóvenes Kuei-jin tienen conciencia de ello. Muchos Catayanos se ocultan durante el combate con la esperanza de conseguir cualquier pieza a través de sus Pantallas Escarlata, antes de que todo se calme.

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