Contrabando y Piratería

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Con sus cientos de islas y decenas de miles de kilómetros en línea de costa, Asia alberga una rica historia marítima, especialmente de pesca y comercio. Desde tiempos inmemoriales, los gobierno han gravado impuestos sobre los comerciantes, y toda civilización acabó desarrollando alguna forma de contrabando. En el continente asiático, el contrabando marítimo tradicional creció enormemente después de la colonización occidental. Estas naciones querían obtener dinero de sus colonias y por ellos hicieron pagar impuestos por cada cosa que pudieron, a menudo hasta niveles exageradamente altos. Los marinos y comerciantes asiáticos trataron de evitar estas tribulaciones con su ingenuidad característica.

Más tarde, la independencia no terminó con el contrabando, sino que lo incrementó en reacción al estricto control impuesto sobre las economías nacionalistas por parte de los diferentes regímenes socialistas y comunistas. La modernización y el desarrollo de las economías capitalistas al estilo occidental dañaron a los contrabandistas, pero no demasiado. Las guerras de guerrillas condujeron al incremento del tráfico de armas, que se estableció como la industria principal dentro del contrabando, al igual que el narcotráfico y el contrabando de artículos de lujo lo fueron para la nueva clase media. Autos robados, licores y perfumes siguen haciendo del contrabando un gran negocio en Asia. La modernización ha dado a los contrabandistas acceso a las más moderna tecnología, como lanchas compactas, sistemas de posicionamiento global (GPS) y comunicaciones por radas y satélite, que les mantienen siempre por delante de los militares locales que tan pobremente equipados están.

La piratería es el equivalente menos reconocido del contrabando. Abarca desde grandes operaciones en las que se pierden en el Mar del Sur de China barcos portacontenedores enteros, hasta ataques ocasionales de pobres pescadores a yates o pequeños barcos en los estrechos de Malaca. Algunos piratas son espeluznantemente violentos, la mayoría tipos de poca monta que temen represalias de supervivientes o del gobierno local. Suelen violar a las víctimas femeninas antes de matarlas y despedazarlas junto con los hombres. Los más expertos rara vez asesinan a la tripulación de los buques de carga que capturan, actuar de ese modo podría hacer más difícil su trabajo en el futuro, y el personal rara vez ofrece resistencia (después de todo, no son dueños ni del barco ni de la carga). Aún así, el riesgo de violencia en alta mar ha llegado a ser lo suficientemente alto como para advertir a las embarcaciones individuales que no deben alejarse de las principales rutas de transporte, y que deben mantener estrecho contacto por radio con las autoridades marítimas. Estas rutas ofrecen además un dispositivo de seguridad rutinario para sus barcos.

El Camino de las Aguas Secretas

Los Kuei-jin hacen uso extensivo de los contrabandistas, cuyas actividades suelen significar la única forma de solucionar transportes que resulten ofensivos para las autoridades mortales; se trata de artefactos místicos y otras posesiones, como mascotas chih-mei o bakemono. No obstante, esta utilización es un asunto delicado, ya que los contrabandistas y piratas de Asia han sido siempre dominio de los hombres tiburón Same-Bito. Tratar con estos feroces shen con algo que no sea el mayor de los respetos es buscar violentas represalias. En algunas regiones, especialmente al sur de China y Bangkok, han surgido alianzas de conveniencia en las que las cortes suministran protección a elementos terrestres de empresas piratas de los Same-Bito, a cambio del compromiso de éstos de transportar cargamentos humanos para el negocio del sexo. Se trata de acuerdos beneficiosos para ambas partes, aunque los antiguos se cuidan mucho de hacer tratar con los Same-Bito a discípulos que no tengan una especial importancia.

El desplazamiento de artefactos es una función realmente importante que los Kuei-jin confían a los contrabandistas, ya que los gobiernos mortales modernos no ven con buenos ojos que objetos culturales de importancia abandonen sus fronteras. Cualquier wu al que un mandarín pida llevar un regalo a una corte de otro país debe tratar con contrabandistas, incluso puede hacerlo en caso de querer adquirir algo para él mismo. La seguridad automatizada e impersonal de los aeropuertos modernos hace que los Kuei-jin tengan pocas posibilidad de poder utilizar sus disciplinas para pasar de contrabando por la aduana incluso el más pequeño de los paquetes. Los contrabandistas son utilizados para operaciones aún más turbias como las de saqueo de antiguos templos de la jungla, de depósitos de jade e incluso de cedros y árboles de madera de teca. Aparte de los valiosos materiales obtenidos, el daño causado debilita a las cortes rurales, especialmente las de las penangallan. Las Cortes Doradas urbanas, consciente de ello, animan a estos contrabandistas de artefactos ilegales, trastos y piedras preciosas.

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