Hacia el final de la era Han, las provincias de Wei, Wu y Shu Han habían obtenido suficiente influencia como para considerarse reinos en sí mismas. El Reino de Shu Han había sido sobradamente autosuficiente antes de que se derrumbase la dinastía. Poseía grandes recursos y era muy fácil de defender. El Reino de Wu, una fuerza naval, controlaba gran parte de la costa del sudeste de China y gran parte de la extensión del Yangtsé. El Reino de Wei contenía los restos de la antigua corte Han, así como su burocracia y un ejército bien entrenado. Los líderes Wei pasaron generaciones intentando unificar los Tres Reinos. Le costó 60 años hacer que se convirtiesen en uno, bajo la forma de la dinastía Jin. Duró menos de 20 años.
Los elementos orientales de la dinastía Jin finalmente llevaron a la reunificación de China, pero la parte norte del país se dividió en un puñado de estados tribales en guerra, conocidos como los Dieciséis Reinos de los Cinco Bárbaros. Los Ru Zhen, tártaros, tibetanos, khitan y otros bárbaros dominaban estos reinos. El control de las diferentes tierras pasó por docenas de manos durante el siglo siguiente.
El caos de un gobierno siempre cambiante en el norte, dio como resultado una serie de batallas épicas, al sojuzgarse a varias manadas de Xiong Ren y encadenárselas a un Gran Dragón en el bosque de la zona deshabitada del norte. Esta criatura aún continúa atada hoy en día, según he oído.
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