Qin Shihuangdi creó una base para todas las dinastías siguientes, aunque la dinastía Qin, si es que se le puede llamar así, terminó con su muerte. Menos de una década después de su desaparición, los antiguos funcionarios Qin fundaron el imperio Han. Estos burócratas, dirigidos por Liu Bang, no descendían de la nobleza tradicional, ya que esta había sido destruida durante el reinado de Shihuangdi. Procedían de familias de campesinos y burócratas y se hicieron con el poder cuando se presentó la ocasión. El emperador Liu distribuyó el poder por el imperio para permitir un gobierno correcto, así como para evitar que recayese demasiada autoridad en manos de un sólo noble. Esta descentralización era necesaria para sustentar las guerras Xiognu contra los asaltantes nómadas procedentes del norte.
Los nómadas contaban con decenas de miles de jinetes en caso de necesidad, y no necesitaban tanto material como los ejércitos imperiales. Otro emperador posterior, el confucianos Han Wu-di, contaba con consejeros tanto mortales como sobrenaturales. Comprendió muchas de las alusiones del I Ching, y fue capaz de descubrir importantes relaciones entre los elementos, las Direcciones, los colores y las Virtudes. Han Wu-di siguió una estética poética y simbólica en su gobierno imperial. Realmente fue uno de los mejores reyes eruditos que ha conocido China. Sin embargo, también organizó numerosas campañas contra los bárbaros en el árido desierto del norte, que fracasaron estrepitosamente. La confederación de nómadas que causaban tantos problemas a los Han se hundió más o menos al mismo tiempo en que murió Han Wu-di. En poco tiempo, las tribus pidieron a la corte imperial que se les permitiese servir como vasallos chinos. Se les aceptó, y eso permitió al imperio poder reducir más adelante su presencia militar en el norte.
Las conspiraciones y los asesinatos estaban a la orden del día tras la muerte de Wu-di. Finalmente, el regente imperial Wang Mang usurpó el trono y gobernó durante unos 14 años. Wang Mang era un reformador incansable, que no cesaba de idear nuevos planes para intentar que el imperio reaccionase de un modo más adecuado a las necesidades de sus súbditos. Murió asesinado al decimocuarto año de su reinado, tras lo cual, los campesinos rebeldes tomaron Changán y la capital imperial se trasladó a Luoyang. Los nuestros desarrollaron una actividad muy activa entre bastidores durante el mandato de Wang Mang. Varias cortes y wu apoyaron a una docena de candidatos al trono, aunque ninguno de ellos estaba preparado para la muerte de Wang Mang, por lo que se dieron a las luchas internas cuando esta tuvo lugar.
Al período posterior al traslado a Luoyang lo denominamos período Hang tardío. Fue un tiempo en el que el estudio y el aprendizaje dominaron la cultura china. Durante este período se inventó el papel. Hasta entonces, la información que debía registrarse para la posteridad se grababa en bambú o se pintaba en seda. Los Han tardíos también libraron los primeros conflictos contra los tibetanos de las altas montañas del oeste, lo cual repercutiría en nuestras propias cortes. Las primeras guerras con los tibetanos diezmaron a una tribu favorecida por la Emperatriz Fan de la Corte del Tigre Blanco. Esta tomó represalias de manera rápida y precisa contra el wu responsable, una Corte wu llamada los Puños Desgarradores. La respuesta del Emperador Amarillo fue igualmente rápida, pero absurdamente imprecisa. Sus fuerzas persiguieron a todos los shen de cualquier forma y tamaño en el Takla Makan y en las montañas del Tíbet. Durante siglos, las dos cortes permanecieron en un estado de guerra no declarada, mientras que los Xiong Ren y los otros shen de la región luchaban contra todos los Wan Kuei que se encontraban a su paso. El caos no terminó hasta la fundación de la dinastía Sui.
La destrucción de la dinastía Han se debió a una combinación de factores. Los eunucos internos de la corte lucharon contra los consejeros de otras cortes y los ministros imperiales para obtener el acceso al trono. Al mismo tiempo, una revuelta de campesinos liderada por un grupo llamado los Turbantes Amarillos marchó sobre Luoyang. Aunque se les detuvo, el propio ejército no era más que otra herramienta en esta lucha de poder. Después de que un eunuco asesinara al líder militar imperial, los soldados ocuparon la capital durante años, y el propio emperador era prácticamente un prisionero. El imperio se deshizo.
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