Según las lecturas más antiguas de esta Tradición, la Sexta concede a un sire el derecho a destruir a cualquier miembro de su progenie. Bajo los auspicios de la Camarilla, ese derecho ha sido usurpado por el príncipe, que ahora tiene el derecho sobre la vida y la muerte de todos sus súbditos. No puede ejercer ese derecho arrogantemente, si no quiere arriesgarse a un golpe que le prive de su poder, pero mediante la institución de la caza de sangre, un príncipe puede sentenciar a muerte a cualquier Vástago dentro de su dominio. Incluida en este poder principesco está la restricción de ese poder para el príncipe, y sólo para el príncipe. Si sigue permitiendo a los sires destruir a sus chiquillos antes de la presentación, pero en cualquier otra circunstancia el asesinato de Vástagos está estrictamente prohibido en los dominios de la Camarilla. Cualquier Vástago que trata de usurpar el privilegio del príncipe y acaba con la no vida de otro vampiro suele acabar recibiendo su merecido en una caza de sangre.
Incluso se niega esta prerrogativa a los sires que intentan recuperar lo que en tiempos fue su derecho de nacimiento; en cuanto un neonato ha sido presentado, es de la ciudad y no del sire. La creación y la eliminación son las dos armas más potentes del arsenal de un príncipe, y las guarda celosamente.
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