06 - La Iglesia Contraataca

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Aunque los anarquistas tenían en cuenta el peligro  que representaba la Inquisición y (más específicamente)  la Sociedad de Leopoldo, muchos de ellos creían que su  principal prioridad radicaba en limitar el poder de los antiguos, o como mínimo obligarles a ceder una porción  de sus dominios.

Una vez que hubieran establecido un centro de poder, ya se encargarían de la Inquisición mortal. Los antiguos también subestimaron la amenaza de la Inquisición, ya que pensaban que una banda de Cainitas armados con estacas y garras era más peligrosa que un grupo de mortales mal informados a pesar de su santidad, piedad y tenacidad. Este desafortunado modo de pensamiento hizo que los Cainitas de ambos bandos se descuidaran en mantener ocultas sus actividades de los ojos mortales. Aquellos Cainitas que antaño hubieran confinado sus desacuerdos a una conversación susurrada en una azotea iluminada por la luna se peleaban en las calles. Aquellos clanes que, como los Toreador y los Lasombra, habían establecido su centro de poder en la Iglesia encontraban grandes dificultades en mantener sus conflictos ocultos. Cuando se encuentran esqueletos vestidos de cardenal empalados en las afueras de las iglesias, incluso el inquisidor más corto de miras tomará medidas.

Y eso es lo que hicieron, especialmente los miembros de la Sociedad de Leopoldo. Conforme las evidencias de la presencia de seres sobrenaturales continuaban apareciendo, Heinrich Kramer y James Sprenger, dos miembros de la Inquisición, pidieron a papa Inocencio VIII que utilizara toda la fuerza clerical necesaria para eliminar a los demonios y a las brujas que habían incrementado su poder en los últimos años. En 1484, el papa publicó la Summis Desiderante Affectibu, otorgando a la Inquisición el poder para tratar con las brujas. También les entregó bienes y nombró a Matteo Severus de la Sociedad de Jesús como primer inquisidor general.

A partir de ese momento, la renovada Sociedad de Leopoldo golpeó con dureza a los Cainitas europeos. Con el poder de la Inquisición y las abundantes evidencias, la Sociedad no tuvo demasiados problemas en descubrir y destruir a cientos de vampiros. Aunque la Sociedad desconocía los detalles de la Revuelta Anarquista, aplaudía con fervor cualquier acto de estas criaturas infernales que acabara en la destrucción mutua. Los inquisidores cazaron a los vampiros independientemente de su clan o posición, aunque fueron los anarquistas los que sufrieron con más rudeza las acciones de la Sociedad debido a que los antiguos tenían más recursos a su disposición para esconderse. Esta situación se vio reforzada conforme los Toreador y los Ventrue fueron extendiendo sus garras al interior de la Inquisición, llegando a disfrutar de algunos éxitos menores en la dirección de la organización.
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