09 - El Significado

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A primera vista, la Revuelta Anarquista había sido un desastre total. Tras más de un siglo de amarga lucha y de las muertes de incontables Cainitas, los anarquistas regresaron al status quo sin ver cumplidas ni una sola de sus demandas. La Jus Noctis todavía estaba vigente y los neonatos (y muchos ancillæ) carecían de voz en los asuntos de la Camarilla. Para muchos de los anarquistas que regresaban a sus refugios, parecía como si el horrible gasto de vidas no hubiera servido para nada. Sin embargo, esto no fue así. La Revuelta Anarquista tuvo un gran impacto en las relaciones entre todos los Vástagos, un impacto que todavía sentimos en la actualidad. La primera consecuencia fue la creación de la Camarilla, así como la de su oscura sombra, el Sabbat.

Hasta la revuelta, los antiguos de los Condenados carecían de motivos para abandonar su independencia, pero la revuelta los aterrorizó hasta el punto de verse obligados a unirse para obtener protección mutua. De forma similar, el Sabbat se formó por la unión de muchos de los anarquistas (especialmente Lasombra y Tzimisce) que se sintieron traicionados en la Convención de Thorns.

Aunque tanto la formación de la Camarilla como del Sabbat fueron unas consecuencias críticas (y deseables) de la Revuelta Anarquista, no constituyeron las más importantes. El resultado más crucial fueron las lecciones que tanto los antiguos como los neonatos habían aprendido. Los antiguos aprendieron la más obvia: la lección del miedo. Después de todo, un puñado de Cainitas relativamente jóvenes había destruido a los Antediluvianos Lasombra y Tzimisce. Ningún antiguo que sobreviviera a la revuelta, o que oyera hablar de ella, volvería a ser capaz de descansar completamente en su sueño. Antes de la revuelta, la mayoría de los antiguos actuaban bajo la asunción de que el dominio sobre su progenie era absoluto y que sus chiquillos no eran más que juguetes para su disfrute. Tras ella, no existía ningún antiguo capaz de asumir que sus chiquillos obedecerían sus órdenes sin cuestionarlas. Cada una de sus peticiones quedaría templada por el miedo de que ésta pudiera ser la chispa que hiciera estallar la siguiente revuelta. A pesar de todas las habladurías de la Camarilla sobre el Lextalionis y la Ius Noctis, el temor les persigue en la actualidad y afecta las vidas de todos los Vástagos del mundo.

Pero lo más desafortunado es que este miedo no era necesario. La Camarilla cometió la que pudo ser la peor metedura de pata de su larga historia en la Convención de Thorns. Si sus negociadores hubieran estado menos preocupados por su propia vanidad y por dejar claro a los anarquistas que eran el bando derrotado, se habrían librado de una eternidad de dolor. Los ingleses tienen un dicho: “Para desarmar a un enemigo, ponlo ante un comité”. Si la Camarilla hubiera estado dispuesta a tomar este paso, a compartir una brizna de poder con los anarquistas, el Movimiento Anarquista no sólo se habría acabado, sino que el Sabbat nunca habría visto la luz. La mayoría de los anarquistas habrían estado de acuerdo con la consecución de ciertas metas y con la oportunidad que se les brindaba para unirse a la Camarilla y luchar por el resto. En vez de eso, dictando los términos en vez de negociarlos, la Camarilla endureció la resolución de los anarquistas, convirtiendo en un problema de tiempo el estallido de la siguiente revuelta.

Los anarquistas aprendieron varias lecciones de la revuelta: la primera fue que sin importar lo poderoso o bien defendido que estuviera un antiguo, podía ser destruido si un número suficiente de Vástagos estaba dispuesto a entregar sus vidas en ello. Esto representó un descubrimiento sorprendente para un grupo de Vástagos que habían sido educados en el conocimiento que la pena por desobedecer al sire era severa e impuesta por un ser invencible. Si un antiguo podía ser destruido, la servidumbre eterna no era inevitable. Poco importaba el grado de opresión sufrido por los anarquistas que sobrevivieron a la revuelta a manos de los antiguos victoriosos, ya que albergaban una chispa de esperanza en la profundidad de sus corazones, chispa que comunicaron a sus descendientes.

Pero la lección más importante que los anarquistas aprendieron de la revuelta no era que los antiguos no eran unos seres intocables. La lección más importante que aprendieron fue que el mito de la relación entre antiguo y neonato es sólo eso, un mito. Independientemente que Caín estableciera la Lextalionis o fuera una creación de los antiguos, tan sólo ataba a los que la aceptaban. Los filósofos anarquistas creían que todo Vástago, sin importar su generación, era una entidad independiente  con voluntad propia, a la que se referían como libertas. Otras entidades intentarían suprimir la libertas (o arrebatarla mediante el uso abusivo de las Disciplinas o del vínculo de sangre), pero todo Vástago tenía el derecho y la responsabilidad de luchar por ella y por la consecución de una sociedad vampírica en la que todo Cainita tuviera el derecho a expresar su propia libertas de la forma más conveniente. Esta visión de una sociedad igualitaria representa el verdadero legado de la Revuelta Anarquista.
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