03 - Corrupción

Nadie sabe con exactitud por qué Umar escogió a Uthman ibn Affan para que le sucediese como tercer califa. Desde luego, Uthman era uno de los compañeros cercanos del Profeta, y su hijo adoptivo, como Alí. Por desgracia, también estaba orgulloso de su relación con el clan Omeya y le faltó tiempo pura deponer a líderes que ya habían demostrado su eficiencia a favor de parientes cercanos y amigos especiales.

En una década los miembros del clan Omeya habían ocupado prácticamente todos los puestos civiles y militares más importantes. Puede que los quraisíes fallasen a la hora de frustrar la vida de Muhammad mientras vivía, pero mediante los Omeyas pudieron controlar todo lo que el Profeta había logrado. La corrupción de Uthman fue endémica, y el nuevo califa carecía de la capacidad de liderazgo necesario para mantener en la senda de la voluntad de Alá a los generales más alejados.

Muchos comandantes de alto rango se quejaban de que los enormes tributos que recolectaban fuesen a parar a la lejana Meca, y en más de una ocasión una caravana cargada de botines similares desaparecía y su riqueza iba a parar a las arcas de algún individuo. Las fronteras del Islam continuaron ensanchándose, más por inercia que por otra casa, y llegaron hasta Cartago, en el oeste, y los yermos de Afganistán al este. Lo peor de todo es que la versión escrita del Qur'an, aquella labor de Umar y de Abu Bakr antes que él, no escapó de la influencia de Uthman. El califa ordenó que se escribiese una nueva versión del libro que suavizase las disputas entre el Profeta y los quraisíes y que se viese a su clan con mejores ojos. Después ordenó que se destruyesen el resto de las copias del texto sagrado, incluidas aquellas que poseía la propia familia de Muhammad, de modo que la única versión que sobrevive hoy en día es esta, sustancialmente manipulada. Tales abusos no podían continuar mucho tiempo sin provocar la discordia.