15 - Jidda

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28 de Marzo de 1195: El Lamento empezó a colarse en mis sueños cuando partimos hacia el sur. Parecía como si el sol rugiese sobre Arabia y su aullido resonase en mi cabeza mientras dormía. A veces no era más opresivo que el fragor de una tormenta lejana, pero otras restallaba en mi cabeza hasta el punto de que pensaba que el barco acabaría partiéndose en pedazos bajo la arrolladora fuerza de su sonido. Creo que su intensidad dependía de la distancia a la costa, pero no quise salir de mi camarote cerrado para comprobarlo.

Y yo era el único Ashirra a bordo que lo escuchaba, claro está. Una vez nuestro barco estuvo atracado y seguro en Jidda y mis pies volvieron a tocar las arenas de mi tierra natal, el lamento se convirtió en una sensación reconfortante y familiar. Sin embargo, me resulta imposible olvidar mi cercanía a las santas ciudades de La Meca y Medina. Por si el aullido del sol no fuera suficiente para recordármelo el aire de la noche parece tan saturado de fe que dificulta la visión. Ya no puedo entrar en aquellas ciudades cuyas puertas atravesé libremente y sin mayores precauciones cuando era mortal. Si hubiese subido lo que vendría después, hubiera sido más cauto y devoto en aquella época... Aunque mi clan mantiene inmejorables relaciones con el mullah Tarique al-Hajj y sus compañeros Nosferatu, guardianes de las ciudades sagradas, no he recibido la purificación necesaria para entrar en La Meca ni en Medina, ni me atrevería a pedirla con un fin tan profano como el comercio. En vez de eso, me quedaré en Jidda para hacer los tratos que pueda con los mercaderes del puerto, mientras Karif y Sanjar llevan mi correspondencia primero a la Meca, y luego al norte, a Medina, para asegurar que mis deudores en las ciudades benditas sigan mostrándose colaboradores.

En cuanto a la política diurna, estas tierra costeras pertenecen a la dinastía de Saladino. Su ascenso al poder fue relativamente pacifico, y no ha habido incidentes políticos de importancia en la zona desde la llegada de los Carmatianos. unos agitadores chiítas procedentes del sur que saquearon La Meca y robaron la piedra negra de la Ka´ba en el siglo X. La política de los Ashirra imita esta estabilidad: desde que se recuperó la Ka´ba, los Hajj han dominado la vida religiosa de los Ashirra, mientras que el poder temporal lo ostenta una antigua rama europea del clan Ventrue. Digo "europea" solamente porque el grueso de dicha rama está muy estrechamente relacionada con los Franj. Los vampiros a los que que me refiero se autodenominan El Hijazi, en honor a la región de Arabia que reclaman para si y en la que han habitado desde hace siglos, tal vez milenios. Son nobles y orgullosos, pero tan árabes como el que más.

Sin duda, las noches aquí se harán Largas. Jidda no es una ciudad que tenga gran cosa digna de ser recomendada, aparte de su proximidad a la santidad. Mi único alivio son las otros viajeros Ashirra que tratan de peregrinar a la Meca (o al menos tan cerca de ella como es posible para los malditos como nosotros), y mis compañeros de clan que están aquí para ayudar a los Hajj a proteger los muros de la ciudad santa. Por desgracia, me he dado cuenta de que los guerreros no son buenos conversadores.
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