18 - San'a

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2 de Junio de 1195: Llegamos a San'a sorprendentemente rápido y nuestros animales de carga acusan el cansancio. Este camello sarnoso al que obsequié con mi sangre para que me transportase sin protestar era una bestia bastante fogosa, pero con una forma de andar capaz de triturar los huesos de un mortal. En repetidas ocasiones, a lo largo del viaje, sacudió mi palanquín con tal fuerza que me despertó de mi sueño diurno. En aquellos momentos, el calor abrasador del sol que ardía al otro lado de las cortinas se abalanzaba sobre mi, mientras el aterrorizado chillido del animal retumbaba por encima del Lamento.

Claro está que sobreviví al viaje, como podrán deducir del hecho que haya escrito estas lineas, pero detesto verme llevado a estos extremos por una torpe bestia de carga. Degollaré a ese animal tan pronto como regresemos al puerto. El aplastante calor disminuyó ligeramente a medida que ascendíamos por las colinas que rodean el monte Nuqum para llegar a San'a, que se encuentra en la aldea occidental. Las montañas impiden toda posible aproximación por el este y las inmensas murallas, que llegan a medir 10 metros en algunas partes, protegen el resto de la ciudad, por lo que no es de extrañar que reciba el sobrenombre de "la ciudad fortificada". Los lugareños creen que Sem, hijo de Noé, fundó la ciudad. Sea verdad o no, la ciudad ha albergado a los Hijos de Set durante tanto tiempo como cualquier otra fundada por las masas de la humanidad. En tiempos oscuros, antes de que el Profeta compartiese su sabiduría, vivieron aquí cristianos y judíos, en un oasis de devoción en medio de los desiertos de la Arabia pagana. El barrio judío, el Qa'al-Yahud, aún sigue en pie en la parte oeste de la ciudad, protegido por sus propias murallas, como tantas otras comunidades residenciales. Sus artesanos se encuentran entre los mejores orfebres de la península.

Visitaré el barrio judío una de estas noches. Por el momento, estoy instalado y a salvo en el Suq-al-Milh, el mercado de sal. Este gigantesco mercado está formado por varios suq más pequeños en los que, pese al nombre del lugar, se venden todo tipo de mercancías. El bazar empieza justo en la entrada principal de la ciudad, la Puerta de Yemen y se extiende más allá de la al-Jami'al-Kabir, la gran mezquita de San'a. Esta disposición geográfica hace que me sea más fácil acceder al suq al anochecer, ya que hay abundante movimiento entre la puerta y la mezquita tras la puesta de sol. No he visitado la gran mezquita, ni pienso hacerlo, ya que es más que nada un lugar de culto de los Zaydi. Sin embargo, las murallas de San'a dan cobijo a otras 105 mezquitas, muchas de las cuales pueden verse desde el barrio en el que estoy, de modo que, por mi propio bien, acudiré a alguna de ellas antes del anochecer.

Karif y Sanjar están durmiendo, agotados por el viaje, pero dentro de poco tendré que despertarles para darles una rápida lección de cultura. San'a se distingue de otras ciudades musulmanas dedicadas al comercio en que tiene establecido por escrito un código de comportamiento para las transacciones comerciales que se lleven a cabo entre sus muros. Para los mercaderes nómadas esto es de gran ayuda ya que, de no cumplirse un contrato, no estamos familiarizados con las decisiones que podría tomar un Qadi influenciado por los Zaydi. Como dentro de muy poco tendremos que salir corriendo hacia el mar antes de que llegue el monzón, puede que incluso Karif se vea obligado a reunirse con mercaderes durante el día, y quiero evitar cualquier posible consecuencia legal que puedan tener sus acciones; al fin y al cabo, ya tengo bastante con sufrir las consecuencias de las "gangas" que encuentran. En cuanto a mi, me encargaré de citarme con los Ashirra que me recomendó el sultán ibn Yasir de Aden. Por desgracia, los Ashirra de la zona no tienen ningún tipo de documento de presentación.

4 de Junio de 1194: Esta noche me reuní con Harvindel al-Cambay, un cainita bien establecido en San'a, a pesar de proceder de las costas de la India. Sinceramente, no sé si es Ashirra. Sé que es uno de los mercaderes que me recomendó ibn Yasir, que no tiene ninguna disputa destacable con ningún miembro de la comunidad Ashirra, y que ha adoptado un nombre musulmán, lo que debería ser suficiente. Al-Cambay vive en una zona rica de la ciudad. Los guardias me dejaron pasar sin rechistar, pero dos de ellos me acompañaron hasta la morada de mi anfitrión. Las casas de esta zona, al igual que las de muchas de las antiguas y opulentas comunidades de la ciudad, están construidas con roca negra y ladrillos de arenisca, y sus ventanas y frisos están adornados con complejas tallas. La piedra oscura retiene el calor veraniego durante varias horas tras la puesta del sol: si uno se acerca distraídamente a las paredes, puede llevarse un sobresalto.

Las riquezas que permiten a mi anfitrión llevar una no-vida tan lujosa provienen de su lucrativo negocio de hombres y mujeres mortales. Tendré que mirar en otro sitio para acordar la compra y transporte de especias y objetos de valor desde la costa de África: al-Cambay está especializado únicamente en la venta de esclavos y tiene la reputación de vender ejemplares sanos y en buena forma física. Dado que su situación cubre tan sólo una ruta de comercio de esclavos, su gama era mucho más reducida que lo que podría encontrar en El Cairo. Sin embargo debido a lo espinoso del negocio, me resulta agradable tratar con un comerciante que no es adorador de Set. Como no había gran cosa sobre lo que negociar en lo tocante a la variedad, y tampoco tenía ganas de regatear salvajemente tras mi experiencia en Egipto, dimos por concluidos los asuntos de negocios a primeras horas de la noche y tuvimos tiempo para conversar sobre otros temas.

Enseguida saltó a la vista que mi anfitrión era mucho más aficionado a conversar sobre temas navales que yo. Le intrigaron mis explicaciones de aficionado sobre el timón y las jarcias del qárib, y me pidió ansiosamente que le permitiese acompañarme a Aden para ver con sus propios ojos esa maravilla de la ingeniería y yo acepté de buena gana. Después de haber cimentado los comienzos de una agradable relación profesional, me sentí más cómodo a la hora de abordar asuntos políticos. Mi nuevo amigo me informó de que no se ha vuelto a ver al sultán de San'a, Abd al-Haqq, desde hace varios años. Durante dicho período no ha habido grandes crisis. Según al-Cambay, ninguno de los Ashirra de la ciudad está interesado en asumir la posición de sultán, o al menos no lo suficiente como para arriesgarse a desatar las iras de los demás o de los leales partidarios de Abd al-Haqq. Dada la naturaleza de nuestra especie, que supongo que usted, lector, conocerá muy bien, me cuesta creerlo, aunque no se lo dije a mi anfitrión. Los funcionarios ansar del sultán han ido esfumándose, uno por uno. Antes, las luces de su santuario, el palacio de verano del imán, en la zona noroeste de las enormes murallas de la ciudad, ardían durante toda la noche, arrojando sombras sobre el afloramiento de rocas en el que se asentaba. Ahora las ventanas se oscurecen, al igual que el resto de la ciudad.

Nos separamos después de planificar el viaje juntos hacia el sur para dentro de unos días. He despertado a Karif para ordenarle que en vez de llevar a cabo los "negocios" mañana, se quede vigilando el palacio del imán por la noche. Está encantado de complacerme.

5 de Junio de 1195: Nos iremos de San'a' mañana por la noche. Karif me ha confirmado que no hay ninguna actividad nocturna sospechosa en el palacio de verano del imán, o al menos ninguna que haya podido observar durante sus escasas noches de vigilancia. He hablado con otros muchos de los Ashirra de la ciudad mientras llevaba a cabo mis negocios y compartía las noticias de las que me he enterado durante mis viajes, y todos ellos están curiosamente desprovistos de motivaciones políticas.

Yo, por supuesto. soy un forastero, pero presumo de ser bueno escuchando y astuto provocando; no exagero cuando digo que si hubiera una conspiración en esta ciudad sería capaz de deducirla a partir de las conversaciones que he tenido. Incluso hablé con la más joven de las chiquillas de Abd al-Haqq, Sakan. Todavía es un retoño; no hace mucho era una atractiva doncella nómada recién salida del desierto. No esperaba que tuviera grandes aspiraciones políticas, pero al menos esperaba que tuviese cierto conocimiento sobre el temperamento de su sire (y que fuera la persona a la que sería más fácil sonsacar dicha información). Sin embargo, la joven criatura no parecía encontrar nada malo en su actual estado de carencia de guía, lo que me parecía deplorable, y no supo decirme qué le podría haber pasado al sultán. Por su propio bien, espero que otros Ashirra se hayan presentado voluntarios para educarla, ya que a menudo la Bestia es insoportablemente fuerte durante los primeros años.

He hecho todo cuanto he podido en tan poco tiempo. He conseguido espacio en un almacén y contratos de suministro de especias, esclavos, marfil, maderas y piedras preciosas. Quien quiera que controle los asuntos nocturnos de esta ciudad lo hace con una firmeza comparable a la de las murallas que la rodean. Toda transacción implica un riesgo, y mientras esté aquí, corro el riesgo de que los habitantes comiencen a luchar por el poder y las oscuras calles de San'a se tiñan de sangre inmortal. Sin embargo, lo cierto es que el peligro no es mayor de lo que sería en cualquier otra ciudad en la que hubiera tal cantidad de Ashirra y otros Cainitas.

1 de Julio de 1195: Nuestro regreso al golfo de Aden ha sido apresurado, pero sin incidentes. Puede que los sedentarios habitantes de San'a y Aden exageren la peligrosidad de la ruta entre ambas ciudades, pero también podría ser que nuestra seguridad se debiera a la numerosa y bien armada escolta de Harvindel al-Cambay. Normalmente opino que este tipo de medidas son contraproducentes y prefiero la tranquilidad que proporciona una apariencia modesta, pero al fin y al cabo el que ha pagado todo este séquito ha sido al-Cambay, y parece que eso le hace sentirse más seguro. Además, gracias a él no tengo que volver a montar en aquel torpe camello. Al-Cambay se mostró a la vez maravillado y encantado ante el diseño de la quilla y el timón de mi barco, y me pidió que se lo alquilase para dar un corto crucero. Tuve que rechazar su petición, aunque era atractiva: al ritmo actual, ya nos toparemos con el monzón antes de llegar al golfo de Omán, y cualquier retraso adicional podría ser catastrófico. Además, querido lector, debo confesar que, pese a que he disfrutado de la compañía de este Cainita durante las semanas que he compartido con él, no me atrae la idea de darle libre acceso a mi refugio y a mi tripulación. Incluso una simple falta de precaución en el trato con los supersticiosos hombres que manejan mi barco podría poner en peligro mi seguridad, especialmente teniendo en cuenta que pienso buscar cobijo en el letargo durante la larga travesía alrededor del extranjero sur de la península.

19 de Agosto de 1195: Cuando me desperté en el Golfo de Omán, estaba completamente empapado. Pese a todas las prisas por dejar el puerto, el monzón alcanzó nuestro qárib pasado el puerto de Dhufar, a medio camino de nuestro destino, 18 días después de nuestra partida. Sanjar me ha dicho que, tras varios días de mar encrespada y lluvias torrenciales, la tensión hizo que aparecieran fugas en varios de los cierres de estilo egipcio que el constructor tuvo que adaptar en El Cairo para nuestro barco andalusí. La tripulación entera pasó varios días achicando agua y reparando el navío, mientras lo mantenían a flote y rumbo hacia nuestro destino. Sanjar y Karif se responsabilizaron del camarote en cubierta en el que yo dormía. Aprovecharon las zonas secas del compartimiento para guardar los documentos y contratos, incluyendo este diario, y para conservar los bienes más delicados. Me desconcierta un poco que a mí me dejaran macerando como un arenque en salmuera, pero la inmersión no me ha producido ningún mal, aparte de algunas manchas de tinte de mis ropas en la piel. Lo cierto es que ya se han estropeado bastantes mercancías, y me alegro que mis ansar hayan salvado mi peso en especias de la voracidad de las aguas.

Deberíamos llegar a Suhar en unos días. Una vez allí, haremos unas cuantas reparaciones rápidas y evaluaremos los daños que ha sufrido nuestra carga.
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