19 - Suhar

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23 de Agosto de 1195: Finalmente hemos arribado a Suhar sanos y salvos. La tripulación y mis socios están agotados después de tanto tiempo vigilando y achicando constantemente. Yo mismo he contribuido al turno nocturno de achique de agua, en los rincones de las cubierta. Karif me ha contado que la tripulación está descontenta por mi desaparición durante esta cuasi catástrofe, pero las causas de sus protestas se limitan a mis supuestos derechos como rico mercader, sin sospecha alguna de mi naturaleza depredadora.

No tendremos mucho descanso en el puerto. Hay que reparar el barco, secar y volver a embalar las mercancías que se han salvado y comprar provisiones para los mortales. Es una suerte que mi interés oficial en este puerto se limite a un sólo objeto importante: el incienso.

Para aquellos entre vosotros que no conozcáis la importancia del incienso, permitidme que os explique brevemente. Durante siglos, la resina del árbol del incienso ha valido más que su peso en oro. Esta resina arde con facilidad y con una agradable fragancia, por lo que se usaba en los rituales religiosos. El humo que desprende tiene propiedades conservantes y medicinales, motivo por el cual lo utilizaban médicos para combatir las enfermedades y los embalsamadores para evitar la putrefacción. Por último, se empleaba como ingrediente principal de suntuosos aceites perfumados, que eran uno de los mayores lujos. Aunque existía una gran demanda de incienso, este árbol sólo crece en el sur de Arabia y en una pequeña zona de África, al otro lado del mar de Qulzum. Los habitantes de dichas zonas se enriquecieron considerablemente gracias al negocio del incienso, pero en los últimos años su demanda ha caído en picado, ya que muchos pueblos han abandonado las prácticas religiosas paganas que exigían el uso del incienso para ganarse el favor de los espíritus. Sin embargo, los hechiceros de mi clan todavía conservan estos malsanos hábitos, de ahí mi necesidad de visitar Suhar para asegurarnos de acceso a este recurso.

Hace milenios que Suhar está habitada. Al principio era importante por los abundantes yacimientos de cobre que tanto deseaban los mesopotámicos del borde del mar de Faris, debido a la falta de recursos minerales (metalúrgicos) de dicha zona. El control de Suhar y de otros puertos de la zona cambió de manos con las idas y venidas de los imperios entre el Tigris y el Éufrates (primero los asirios, luego los persas y ahora los califas del Islam), salpicados de levantamientos locales. A menudo, las violentas sectas de los Khawarij e Ismaili, que se mudaron a esta zona para escapar al control de los sunnitas, han dirigido estos levantamientos. Los quármatas, que saquearon La Meca en el siglo X y robaron la piedra negra de la Ka'ba, hallaron cobijo en esta región, pero los califas de Bagdad y los expolios de las feroces tribus del desierto han destruido su poder político. Los ibadís, la única secta Khawarij que se libró de la pugna de fanáticos violentos debido a sus puntos de vista más moderados, sigue siendo una facción a tener en cuenta. Controlan las colinas del interior, normalmente renunciando a controlar la costa y las ciudades portuarias. Sin embargo, en épocas de control poco estricto, los ibadís y los nómadas son un problema para las fuerzas de ocupación.

Esta es una de esas épocas de control poco estricto. A pesar de haber desembarcado y atravesado la madina, aún no sé quien dirige la ciudad. La ciudad, que hace apenas 200 años era una joya de la corona del Islam, ha caído en desuso y los edificios abandonados se desmoronan por pura dejación. El puerto, otrora rebosante de navíos que surcan el mar de Arabia hasta tierras lejanas, está prácticamente vacío.

He hecho una visita a la morada del Sultán. La han quemado. Los techos y suelos han sido desmantelados para que no quede lugar alguno en el que refugiarse del sol. Esto me entristece.... El Sultán de Suhar era una mujer Wah'Seheen de procedencia ibadí que, durante varios años, mantuvo la tregua entre sus temibles compañeros de clan que habitaban las colinas y desiertos y los cosmopolitas habitantes de la ciudad. No me cabe duda de que se ha reunido con Dios, ni de que, sin su presencia, los habitantes tanto diurnos como nocturnos de Suhar están a merced de las violentas y sangrientas incursiones de sus enemigos mortales e inmortales.

No es mi deseo convertirme en una víctima. Me quedaría en mi barco, por frío y húmedo que sea, pero mi presencia interferiría con las reparaciones. En vez de eso, llevaremos a cabo las reparaciones rápidamente, soltaremos las redes en busca de mercaderes de incienso para asegurar la supervivencia de alguno de nuestros contactos, y partiremos hacia el estrecho de Ormuz y el mar de Faris en menos de una semana.
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