21 - Basora

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16 de Septiembre de 1195: Los abasíes y los Seljuq se han esfumado por completo. Me esperaba problemas, y nunca se me hubiera ocurrido pensar que los grandes ejércitos de los Seljuq simplemente desaparecerían de un lugar tan importante. Los guardias del puerto me han dicho que las fuerzas Seljuq se retiraron hacia el noreste hace más de un año. Tal vez mantengan un contingente en Bagdad, pero los lugareños no lo saben, así que no lo sabré hasta que lleguemos allí.

No me sorprende que Basora se entregase con tanta facilidad. El puerto tiene una increíble importancia geográfica, pero su historia ha estado salpicada de problemas desde el principio. La ciudad fue fundada en el siglo VII por un Califa Omeya, para usarla como campamento militar. La confluencia de los ríos Tigris y Éufrates forma un lago amplio y poco profundo, llamado Hammar. Este lago desemboca en el mar de Faris a través de un cauce llamado Shatt Al-Arab, cuya orilla occidental se encuentra en Basora. Hay abundantes riachuelos y pantanos, que forman canales que atraviesan la ciudad. Sin embargo, a pesar de la abundancia de agua, Basora siempre ha tenido dificultades para proporcionar suficiente agua potable a sus habitantes. Bajo la dinastía Omeya, la ciudad padeció tres revueltas internas en un período de un siglo. La línea de los abasíes tuvo otras tres: la de los esclavos nómadas Zott del este de la India y la de los Zanj africanos tardaron años en ser sofocadas. Esta última fue más una invasión que una revuelta; los alborotadores quármatas saquearon la ciudad, causando una devastación tal que la ciudad nunca llego a recuperarse. Con tanta agitación, es comprensible que muchas familias de mercaderes hayan realojado sus fortunas en la ciudad de Siraf, en la orilla del mar de Faris. Me temo que este último capítulo de la historia de esta ciudad haya marcado el final definitivo de sus brillantes contribuciones a la cultura islámica. Incluso entre tanta lucha, la vibrante mezcla de culturas que se da en este lugar inspiró un cultivo de la literatura y del estudio religioso que sólo ahora está empezando a verse igualado por las brillantes ciudades de Al-Andalus.

Afronto la tarea de desentrañar las alianzas nocturnas de Basora con una mezcla de expectación y espanto. En su apogeo, la ciudad debió acoger a más de dos centenares de Cainitas procedentes de todos los confines del mundo. Los Ashirra debían ser sólo una pequeña mayoría, pero a pesar de ello, controlaban la ciudad. En épocas de gran agitación, las criaturas herejes de tierras lejanas han aprovechado cualquier oportunidad para debilitar el control de los Ashirra.

17 de Septiembre de 1195: La situación es peor de lo que esperaba. Sanjar me ha informado de que la ciudad funciona bien durante el día. Aunque los gobernantes han huido, los administradores que mantienen las funciones básicas de la ciudad, restos de la nobleza persa que han dirigido las cosas en esta zona durante cientos de años, han permanecido en sus puestos. Sin embargo, por las noches, el suq del distrito comercial de Ashar es el escenario de una tensa tregua, en la que Cainitas de todos los grados de hostilidad se lanzan miradas asesinas entre los puestos que se vacían rápidamente. Cuando un grupo u otro se atreve a irse atravesando una de las calles estrechas y oscuras, todas las miradas lo persiguen; en más de una ocasión he oído ruidos de lucha resonando, que vienen a aumentar la tensíon.

Las cosas se pusieron aún peor cuando mis compañeros y yo nos fuimos discretamente a merodear por las zonas residenciales. Nos emboscaron nada menos que tres veces en tres barrios diferentes; la primera vez fueron cuatro Cainitas cuya elevada generación y escasos años enseguida se hicieron evidentes; la segunda vez se trataba de una banda pequeña pero enfurecida y de su maestro, tan rapaz como ellos; y por último, y para mayor incomodidad, nos topamos con una muchedumbre de hombres o ansar, antorchas en ristre. No tenía tiempo ni ganas de investigar el asunto, dado que los primeros dos encuentros ya nos habían dejado bastante debilitados. Habitualmente hay grupos de voluntarios que se dedican a patrullar los barrios residenciales de las ciudades musulmanas. En Basora, aparentemente, muchas de estas patrullas ya no son voluntarias. Como ya os he contado, mis lectores, no soy un guerrero, pero tengo experiencia. Sabía que lo más prudente era regresar al suq, donde estaba mi habitación vigilada. Espero sinceramente que los guardias estén bien pagados.

18 de Septiembre de 1195: He recibido una visita no precisamente bienvenida. Uno de los furiosos portadores de antorchas llamó a mi puerta, desprovisto ya de fuego, y me ofreció información a cambio de un trago de mi vitae. Me dijo que se llamaba Yusri al-Magril. Aseguraba ser un sirviente abandonado de un Ashirra turco que huyo junto con los Seljuq. Desde entonces, él y otros que se han visto en la misma situación desesperada han conservado su posición de poder comerciando con los escasos viajeros Cainitas que pasan por aquí, o cazando, asaltando y destruyendo a los jóvenes Cainitas que hacen estragos en la ciudad. Me dijo que no hay sultán ni imán Ashirra en Asra, que cada enclave fortificado tiene su propio jefe, ninguno de los cuales es los suficientemente fuerte como para subyugar a todos los rivales potenciales. Quienes tienen más años y sutileza, se aferran a los mortales que ostentan más poder e influencias. Sin embargo, los advenedizos de los barrios más pobres están engendrando pequeños ejércitos de chiquillos. Tras la caída del sol, detrás de las puertas cerradas, la sangre de los fieles corre por las calles para alimentar a los retoños. Para mayor intranquilidad, Yusri cree que uno de estos enclaves está infestado de Baali.

Despaché al hombre tan pronto como pude. No me sentía cómodo dándole mi sangre a alguien como él, un reconocido exterminador de mi especie, pero un trato es un trato, y debo ser fiel a mi palabra. Por supuesto, no me fiaré completamente de él. Incluso si el principio de su relato es auténtico, su imprudente búsqueda de vitae para mantener su estado antinatural le ha puesto a merced de la manipulación de cualquier cainita de la ciudad. Sin embargo, la mayoría de lo que me ha contado concuerda bastante con lo que he visto. Haremos todos los tratos que podamos con los comerciantes mortales... Pese a la rapidez con que mueren, las familias de mercaderes son más estables que los no-muertos en estos tiempos. El barco será transferido al capitán Abu Ragid, que ha pagado por él en bienes y servicios. Al fin y al cabo, no sé con seguridad cuando volveré del este, y estar parado no le haría ningún bien al qárib.
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