Noah hizo una pausa al ver el gesto de Matthew.
—¿Qué pasa? ¿No te gustan los clásicos?
—¿Vas a decirme que asististe al nacimiento del cosmos?
—¿De  dónde  pensabas  que  salían  los  demonios?  Estábamos  allí  al 
principio porque fuimos el principio.
—¿Disculpa?
—Fuimos las primeras creaciones de Dios, para que nos extendiéramos y construyéramos el universo.
Matthew soltó un bufido.
—Me tomas por tonto, ¿no? ¿Te crees que puedes afirmar que eres el 
Creador de Todas las Cosas y quedarte tan pancho?
—Vamos a dejar la primera pregunta a un lado por ahora, ¿de acuerdo? Y, aunque me siento tentado de señalarte la prisa que te diste en aceptarme como tu, ¿qué dijiste?, “Amo y Señor”, te haré el favor de tomarme 
la otra pregunta en serio. Pero tienes que prometerme que me escucharás y 
que no serás estrecho de miras.
—Lo intentaré —dijo Matthew, contrariado.
—Ésta es la cuestión: Todo lo que tocamos nos toca a su vez, ¿vale? 
El contacto implica interacción... o contaminación, si lo prefieres. ¿Cómo 
cambia un ser perfecto? Si cambia, deja de ser perfecto. A menos que ya 
fuera imperfecto y cambiase a una forma perfecta expulsando sus imperfecciones. —Arqueó una ceja—. Menudo teoría más halagüeña, ¿eh? El universo visto como una bola de pelos alojada en el gaznate del Todopoderoso.
—Pareces empeñado en menospreciar a Dios —observó Matthew.
—Matthew, haz el favor de creerme si te digo que a Dios le importa un 
carajo lo que yo piense de Ella.
—¿De ella? ¿Es que ahora Dios es una mujer?
—Claro. Y bien maciza que estaba, lo que pasa es que se ha puesto 
como una foca en estos últimos doscientos cincuenta mil años.
Matthew soltó un bufido.
—Tus blasfemias son cada vez más patéticas.
—¿Acaso es blasfemo decir que Dios es una tipa con el culo gordo, 
mientras que afirmar que se trata de un hombre de nívea barba con sandalias es reverente? Mira, Dios es Dios, todopoderoso, infinito, inmortal e 
incomprensible. Dios no necesita tu reverencia. Imprecar al Todopoderoso 
no va a ofender a Dios, sólo te ofende a ti y corroe el mundo que te rodea. 
Es igual que lanzar escupitajos al cielo. Al cielo le trae sin cuidado, y lo más 
probable es que tú acabes con un salivazo en la cara.
—Ahora condenas la blasfemia, cuando hace medio minuto afirmabas haber creado el universo. Si pretendes corromper mi alma, más te vale 
mostrar un poco más de coherencia.
—Gracias por el consejo, jefe. —El demonio inhaló hondo—. Mira, 
me referiré a Dios en masculino si esto te facilita las cosas. Pero, por favor... 
volvamos al hilo de la conversación.
—No soy yo el que se sale por la tangente hablando de los problemas 
de sobrepeso de Dios.
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