La negación es una tarea difícil; pocos humanos pueden manejarla durante mucho tiempo y los vampiros lo encuentran casi imposible. El ansia por comer no es nada comparado con la terrible hambre vampírica (si quieres una idea de cómo debe ser esta sensación, trata de pasar un día entero sin agua ni comida y multiplica lo que sientes por cien). Antes o después, el P'o surgirá rugiendo de su cueva, y las negaciones serán barridas por la indulgencia.
Como carne no muerta, un vampiro descubre pronto otro obstáculo para el ascetismo: la descomposición. Cuando el Chi empieza a espesar en sus venas, el cuerpo cadavérico se cuartea y endurece.
Muchos ascetas vampiros han meditado durante tanto tiempo en la cima de una montaña que los pájaros devoraron su piel y no dejaron más que huesos. A pesar de ellos, los Kuei-jin prueban el ascetismo al menos una vez, aunque solo sea por costumbre.
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