Es difícil conseguir un poco de intimidad rodeado por nueve millones de conciudadanos, por lo que la demarcación de un refugio personal no siempre es sencilla para los Catayanos. El Ancestro y su Corte de Sangre se encuentran a salvo en la Ciudad Prohibida, pero la mayoría de los Kuei-jin no disfruta de tales lujos. La solución suele ser el hutong, una de las innumerables calles atestadas que se encuentran entre las amplias avenidas y los mercados. Los wu marcan su territorio en alguna de las innumerables puertas de estas hileras de edificios centenarios.
Un hutong es un refugio desesperado. Los tejados podridos, los muros deteriorados y la ruina general hacen que la luz del sol y el fuego sean peligros constantes. Aunque el anonimato de estos lugares proporciona algo de intimidad (y recipientes cercanos), la decadencia de las calles no hace más que promover la contaminación en las Líneas de Dragón de Pekín.
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