Aunque Tokio no sea visualmente desconcertante, es muy fácil perderse en él. Los pequeños pueblos albergan a familias que han vivido en el mismo lugar durante generaciones. Un nativo conoce la zona como la palma de su mano, por lo que existe muy poca señalización. Como es tan fácil perderse en este laberinto, no es aconsejable aventurarse por la periferia. El corazón de Tokio está dividido entre la zona nueva y la zona vieja, igual que sus Japón Kuei-jin. El sector viejo, llamado Shimatachi, es en donde viven los miembros de la Casa Bishamon, en el Palacio Imperial y sus alrededores. Dividiendo la ciudad está el Ginza, la versión nipona de la Quinta Avenida. Al otro lado está Yamanote, el sector nuevo, lleno de riqueza, cultura y emoción.
Los Genji suelen estar en esta zona, mezclados con algunos Vástagos que se sienten como en casa rodeados por el caos y el bullicio. Sin embargo, hasta este ritmo frenético está lleno de paradas y arranques, cortesía de las muchas idiosincrasias de la ciudad. Por ejemplo, los cajeros automáticos en este paraíso financiero cierran a las 7 de la tarde. Los funcionarios son de educación impecable, pero los jóvenes empujan a las ancianitas para poder sentarse en el metro. Tokio está lleno de belleza y de maravillas, pero también posee algunos de los edificios más feos de todo el Reino Medio (o de cualquier otro Reino del planeta, ya puestos). Es una ciudad en guerra constante consigo misma en todos los ámbitos de su existencia, especialmente entre los Kuei-jin.
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