Conocido como el Heraldo de la Revolución, Burakumin es un misterio para sus admiradores y sus enemigos. Los manifiestos y comunicados de él (o tal vez de ella) han tomado la forma de mensajes oídos al escuchar grabaciones de música pop al revés, mensajes de virus de ordenadores, panfletos distribuidos en grandes cantidades, anuncios de radio de servicio público, mensajes tallados en tablillas de jade y quién sabe qué más. Curiosamente, cada mensaje ha sido purificado de forma mística para evitar que los antiguos (o cualquiera otro) puedan usarlos como pista para llegar hasta su origen.
Burakumin se las arregla para comunicarse con Kuei-jin desde Singapur hasta Ulan Bator sin ser siquiera identificado. Los Catayanos que afirman ser, o son acusados de ser Burakumin surgen de cuando en cuando, pero de forma invariable, otra proclama o manifiesto con la retórica característica de Burakumin aparece a miles de kilómetros de distancia, abriéndose paso a través de la charada y revelando al impostor por lo que es.
El destino final de alguien descubierto como un falso Burakumin es predecible, y está lleno de problemas. Se trata sólo de quién lo coge primero.
Muchos antiguos de la corte temen que Burakumin pueda ser un agente de los Reyes Yama, enviado para sembrar la discordia en la sociedad Kuei-jin. Otros piensan que el nombre encubre a toda una sociedad secreta trabajando bajo un único nom de guerre. Entre los Príncipes de Bambú, la teoría más común es que Burakumin es en realidad un anciano bodhisattva que ha decidido actuar como el principal inspirador de su causa.
La verdad del asunto puede que nunca se sepa. Después de todo, nadie ha visto nunca el rostro de Burakumin ni oído su voz.
Todo lo que los Kuei-jin tienen de él son sus palabras, palabras que evidencian una mente de extraordinaria agilidad y erudición.
¡Impostor!
El más famoso aspirante a impostor fue un Bishamon que estudió todas las obras conocidas de Burakumin durante siete años a fin de ganarse la confianza de un ichimi local. La noche en que el impostor se presentó a sí mismo ante los Takeouji del lugar, en la estación shinkansen apareció un conjunto de carteles con instrucciones para que los Príncipes de Bambú locales escucharan la pista ocho del CD 5-4-3-2-1 de Les del año anterior.
Cuando el impostor llegó, no sabía absolutamente nada del mensaje oculto en las letras de la canción pop. Nunca volvió a ser visto.
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