La auténtica batalla, la batalla que importa, tiene lugar al
amparo de la violencia y sangre de las calles. Los mandarines de
Asia son bien conscientes de que la confrontación física no es el
camino a la victoria. Con independencia de lo que pueda decir la
propaganda, los Cainitas no son más o menos temibles que los
Kuei-jin, por término medio, y no hay nada más estúpido que
atacar a un enemigo igual de poderoso en su propio territorio.
Además, como se hizo notar antes, el acceso de la Camarilla a los ghouls y las tácticas del Abrazo masivo del Sabbat les
proporcionan un enorme suministro de tropas frescas con las
que oponer resistencia a los guerreros Kuei-jin. A largo plazo,
los Kuei-jin (muy lejos de sus hogares, con líneas de suministro estiradas a través de medio mundo) no pueden imponerse
mediante el poder físico.
¿Qué queda? La política. Las cortes de Asia están más que
gustosas de seguir el camino de sus parientes mortales y extender
su influencia social a los reinos de occidente. El influjo de la
injerencia y el dinero asiáticos en las naciones occidentales prepara el escenario para tales actividades y deja un gran radio de
acción para el avance encubierto.
La versión típica de este modo de actuar es la actividad
criminal. Todo el mundo ha leído los libros y visto las películas
sobre las bandas de Chinatown; una tríada aquí y un tong allá y
la influencia Yakuza en las calles de San Francisco. Es fácil imaginarse a los Kuei-jin deslizándose entre los jóvenes matones
del Chinatown de San Francisco y empleándolos como instrumentos de poder; las Pantallas Escarlata pueden obrar en el
oeste igual que en el este.
Y sin duda, éste es un escenario bastante habitual. Los Kuei-jin gozan en comparación de ciertas facilidades en el mundo clandestino criminal; a diferencia de las familias del crimen de la
Mafia y los carteles de cocaína de Colombia, el crimen organizado asiático incluye un poderoso componente espiritual. Las tríadas
y los tongs empiezan como rebeldes con un fuerte respaldo religioso luchando contra los opresivos invasores, y esas raíces siguen siendo apreciables en los rituales y prácticas de las tríadas.
De tal manera, el Kuei-jin que desee trabajar con una tríada o
tong o incluso ser su líder puede aprovecharse de sus habilidades
sobrenaturales para conseguir sus propios fines.
Los Yakuza se encuentran más próximos al estilo occidental
de organización de un grupo criminal, pero su estructura sigue
estando lo bastante ritualizada para hacer posible que el Kuei-jin
ingenioso dirija esos rituales hacia una posición de liderazgo. Hace
falta un cierto grado de implacable determinación, pero ése es un
artículo común en las cortes de Japón.
De forma que, así las cosas, más de un Chinatown (tanto
en Norteamérica como en Europa) tiene a un Kuei-jin escondido tras la fachada de una o dos bandas callejeras. El fuerte
sentimiento de tribu de la mayoría de Chinatowns significa que es difícil para los nativos Cainitas descifrar lo que está pasando.
En algunas ciudades, un antiguo sabio o ancilla ha dedicado el
tiempo necesario a establecer contactos e influencia en las comunidades étnicas asiáticas. Esto suele ser más bien la excepción que la regla.
En general, mientras los Kuei-jin en cuestión
sigan pegados a sus hogares y resistan el impulso de dejar su
marca sobre la ciudad, serán capaces de permanecer inadvertidos.
Muchos de los jóvenes Kuei-jin más propensos a usar esta versión de Pantalla Escarlata, por desgracia, son irónicamente aquellos menos proclives a la paciencia.
Las vías menos violentas son más provechosas a largo plazo,
y aquí es donde los antiguos Kuei-jin y los mandarines hacen sus
jugadas importantes. En particular en la costa oeste de
Norteamérica, muchas ciudades tienen poblaciones asiáticas lo
bastante grandes para suponer un significativo grupo de votantes.
Por ejemplo, en el lado oeste de San Francisco, una asociación
local de propietarios asiático-americanos se ha convertido en un
actor clave en la política de la ciudad en los últimos dos años.
¿Hay un Kuei-jin en medio de ello? A lo mejor no, pero lo más
probable es que alguien haya estado susurrando en los oídos de
los miembros de la asociación de cuando en cuando.
Asociaciones similares, ad hoc y de otros tipos, han estado
haciendo sentir su peso en Nueva York, Los Ángeles, Boston y a
través del Atlántico en Londres. Estas asociaciones no son nuevas; más bien, lo que ocurre es que sólo recientemente han prestado bastante atención a la política de la ciudad. Hasta ahora, la
mayoría de las asociaciones de barrios se han contentado con
organizarse a su más reducida escala.
Aunque parezca mentira, Chicago es una notable excepción
a esta tendencia. Si bien ostenta una Chinatown bastante grande,
y ciertamente goza de la reputación de ser un semillero de la
política de la ciudad (sucio, entre otras cosas) ha habido pocos
intentos por parte de los residentes de Chinatown para incidir en
la política en general. Algunos mandarines lo atribuyen al mezquino dominio de los legendarios Lo-Dan; otros hablan con susurros de otros poderes más oscuros que han reclamado el Chinatown
de la ciudad para sí.
La influencia mortal de tales asociaciones es perfecta para
los Kuei-jin. No necesitan ejercer control noche tras noche
cuando pueden usar a esos grupos mortales como herramienta
para llevar los asuntos de la ciudad en la dirección adecuada.
Es en extremo provechoso ser capaz de exhortar al ayuntamiento a recalificar el antiguo almacén que resulta ser el lugar
favorito de los Brujah para sus discursos. Los humanos han
estado jugando a semejantes juegos políticos tanto tiempo como
los vampiros, y por lo general suele ser una cuestión de tirar
la piedra y esconder la mano.
Hasta la fecha, aquellos que toman parte en el Gran Salto al
Exterior no han emprendido demasiada actividad política a mayor escala. Las Pantallas Escarlata son útiles para las distracciones,
pero patrocinar a un alcalde, por ejemplo, requeriría mayor conocimiento de una ciudad del que pueden obtener en unos pocos
meses de residencia. Además, tales actividades darían lugar de
forma inevitable a la confrontación directa con los Kin-jin; la ventaja de trabajar en una escala más reducida es que resulta improbable que uno se inmiscuya de manera directa en los planes a
largo plazo de los occidentales.
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