Si la petición es presuntuosa o está redactada horriblemente, los ministros (que, en el mejor de los casos, son bastante susceptibles) pueden decidir enviar la ira celestial sobre el remitente, para que aprenda a no invocar a la ligera a los ministros del castigo y la desgracia. Esta ceremonia sólo se usa en las circunstancias más críticas: cuando un akuma está fuera en la tierra y no se le puede detener por medios normales, cuando ha sido destruido un gran Nido de Dragón o cuando un terrible pecador merece un castigo más allá de las posibilidades incluso de los Wan Kuei.
El cielo dejará de hacer caso a estas peticiones con el fin de la Cuarta Edad.
Sistema: El autor de la petición, que también debe ser el que ponga en práctica esta ceremonia, debe obtener cinco éxitos en una tirada extendida de Inteligencia + Ocultismo de dificultad 9 para hacerla correctamente. Por cada tirada se necesitan de tres a cinco noches de trabajo. Una vez que la ha compuesto, debe hacer una tirada de Destreza + Lingüística de dificultad 10 para escribirla correctamente. Esta clase de cartas suelen redactarse en kaja, por lo que el practicante debe ser capaz de escribir en esta lengua.
La carta, que consiste básicamente en una petición formal, es más efectiva si va acompañada de un buen soborno de jade con calidad de joya. Ambos se queman en un fuego de incienso, carbón y resina, y el humo lleva la misiva al cielo. Antes de enviarla, el practicante debe hacerse un corte y marcarla, con lo que pierde un punto de P'o permanente, al vincular un poco de su maldad al documento para darle credibilidad. Puede que otros Tigres-diablo señalen también la carta para mostrar su apoyo a la petición (perdiendo también un punto de P'o al hacerlo), pero las marcas de los Wan Kuei que estén por debajo del nivel 6 de su Dharma no servirán de mucho a la hora de llamar la atención en el cielo, y si son discípulos, en realidad lo único que harán será perjudicar a la ceremonia. Si los ministros celestiales quisiesen oír lo que tengan que decir unos Monos Corredores, lo preguntarían.
Los efectos reales de esta ceremonia dependen totalmente del Narrador. Si funciona, los efectos pueden ser nefastos, de un poder casi indescriptible. Se pueden arrancar montañas, hervir mares y desatar plagas y hordas de bárbaros sobre la tierra. La mayoría de las veces, el efecto es más sutil, ya que los ministros prefieren conservar su presupuesto en vez de gastarlo a la ligera y tener que ir a suplicar más a la Augusta Personalidad. En cualquier caso, si funciona, los efectos son casi ineludibles, y si fracasa, el castigo es igualmente infalible.
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