Llegados a ese punto, la atención de los mongoles se dirige en todas direcciones. En 1260, el hermano menor de Mongke, Kublai, se convierte en Gran Khan y se concentra en las conquistas en China. En 1271, Qubilai se autoproclama Emperador de China, y funda la dinastía Yuan. En 1276, los últimos restos de la dinastía Song caen ante esta nueva dinastía. Qubilai ordena invadir Japón en dos ocasiones, en 1274 y 1281. Ambas fracasan, y la segunda termina con la ruina de la flota mongola en el kamikaze (viento divino) original.
El contacto entre mongoles y europeos se ralentiza a finales del siglo XIII, ya que las guerras civiles retienen a las tropas que de otro modo reforzarían y extendería las victorias mongolas en oriente medio.
Además, en los momentos en los que los líderes mongoles solicitan ayuda a occidente, los destinatarios están ocupados con sus propias rivalidades. Guerras civiles, disputas dinásticas y las muertes prematuras de visionarios clave evitan que los ejércitos europeos lleguen a organizarse en coordinación con los mongoles. Eduardo I de Inglaterra pasa la década de 1280 resolviendo conflictos dentro de la cristiandad y organizando una nueva cruzada, pero pocos se molestan en unirse a él. El Islam sobrevive por un estrecho margen el asalto oriental. En 1291, el nuevo Khan, Oljaitu, se convierte al islamismo, y, por lo tanto, la presencia mongola en Persia, Rusia y Turquía se va convirtiendo gradualmente también.
En 1291, el Franciscano Juan de Monte Corvino emprende un viaje para visitar la corte de Kublai Khan. Pasa cierto tiempo en la India y, para cuando llega en 1294, Kublai ya ha muerto. Timur khan escucha con atención, y los mongoles de alto rango, incluyendo algunos miembros de la familia del Gran Khan, se convierten al cristianismo. Sin embargo, las muertes en el campo de batalla y por enfermedad interrumpen muchos de los logros de Juan. En 1307, Roma reconoce el trabajo de Juan, y le nombran Arzobispo de Khanbalik. Sus sucesores continúan con su labor, construyendo una catedral e iglesias secundarias por toda China. Siguen teniendo más éxito entre los mongoles y la población de diversas procedencias que entre los propios chinos.
Las primeras misiones no consiguen llegar a China. Giovanni y Guillermo mencionan en sus escritos a Kitai, nombre que daría como resultado "Catay". Lo describen como un lugar remoto y misterioso, resultado de la habitual recolección de datos, malentendidos, rumores, leyenda e invenciones.
Marco Polo sí llega hasta China. Su padre y hermano obtienen los derechos de comercio con Kublai en la década de 1260. En 1271, salen de viaje otra vez, llevando consigo a Marco, de 17 años. Cuatro años más tarde, llegan a la corte de verano de Kublai en Shangdu, al norte de Beijing. Polo estudia los idiomas de la zona y sirve como emisario a Kublai en varas ocasiones. Tras el derrumbamiento definitivo de la dinastía Song en 1270, los negocios del Khan llevan a Polo a viajar por China. En 1292, abandona el país por barco, regresando a Venecia en 1295. Lucha en el bando perdedor en una batalla naval entre Venecia y Génova, y pasa varios años en prisión. En 1298, dicta sus memorias a otro prisionero.
El Libro de las Maravillas del Mundo de Marco Polo multiplica enormemente la cantidad de información sobre China existente en el mundo occidental, y proporciona los primeros relatos en primera persona. Desgraciadamente para la reputación de Polo, los traductores y copistas añadieron embellecimientos propios, enterrando las fascinantes verdades bajo todo tipo de mentiras.
En la segunda mitad del siglo XIV, los contactos medievales fueron perdiendo su vigor. El derrumbe del imperio mongol hizo desaparecer el apoyo institucional de los misioneros que iban a China. En 1369, los cristianos son expulsados de Beijing, para no volver en más de 200 años. El resurgimiento del Islam interrumpe las rutas por tierra y hace más peligrosas las rutas por mar. El tamerlán mongol destruye todos los reductos del cristianismo nestoriano en la década de 1370. A finales de este siglo, el este y el oeste perderán de nuevo el contacto.
Los chinos mandaron algunos viajeros, y no dispusieron de ninguna crónica al estilo de la de Polo. Sin embargo, al vivir en contacto con los mongoles y bajo la ocupación de estos, recibieron ideas e información. Mercaderes y ministros circulaban igualmente en el Reino Medio, donde ningún sabio nativo los estudiaba. Los eruditos chinos ahora están más interesados en los hallazgos materiales que en la filosofía occidental que, por definición, debe ser inferior. Los mapas chinos de finales del siglo XIV incluyen descripciones bastante precisas de Europa y África, con hasta 100 nombres de lugares europeos.
La Llegada de la Edad
La rueda de las Edades sigue girando. En 1197, todos los Wan Kuei, salvo un grupo de lunáticos, están de acuerdo en que es la Cuarta Edad. Hacia 1644, cuando el primer emperador Qing reunifica a China tras un período de guerra civil, casi todos los Wan Kuei están de acuerdo en que la Quinta Edad ha llegado. Entre medias, la edad cambia realmente, pero pocos Wan Kuei se ponen de acuerdo en qué acontecimientos son los más importantes.
Los acontecimientos que tienen lugar entre los mortales proporcionan algunas señales comunes, especialmente el auge y la caída de los mongoles (y su dinastía Yuan). Los Wan Kuei que apoyan a los mongoles ven el declinar del imperio como una señal de que cambia la edad gracias a la pérdida del apoyo del cielo por parte del Khan. Los que se identifican con China ven a los mongoles como una plaga divina que destroza las instituciones caídas antes de derrumbarse ellos mismos. Muchos gaki japoneses consideran a los mongoles precursores de la Quinta Edad que han repelido, y sienten cierto resentimiento para con sus homónimos japoneses por sucumbir y arrastra al mundo con ellos. La convicción de los gaki de que no provocaron la Quinta Edad corrompe todas las relaciones hasta al edad moderna.
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