Dhillika (Norte de la India)

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Las fértiles orillas del río sagrado Yamana llevan milenios habitadas. En el año 736 d.C., el clan Tomar de la gran familia Rajput reclamó como suyas las verdes colinas. Construyeron opulentos palacios de piedra y llamaron a su fortaleza Lal Kot. Entre los trofeos que adornaban sus paredes estaba el Pilar de Hierro, una reliquia de tiempos del emperador Ashoka, famoso por mantener prístina su superficie tras años de exposición a los elementos. Erigieron un templo al sol, el Suraj Kuntl, elevado sobre el paisaje de los alrededores en un montículo de tierra y regado por el agua fresca de las fuentes de las montañas como ofrenda sagrada. Hace menos de un siglo, el Rajput Chauhan se hizo con Dhillika y los alrededores, expulsando a los Tomar a los montes salvajes.

Los Chauhan construyeron una fortaleza de murallas alrededor de su nueva adquisición, y la llamaron Qila Rai Pithora. No era para nada raro que los clanes Rajput lucharan entre sí. De hecho, esta parece ser su diversión preferida. Los clanes Rajput exigieron incorporarse a la nobleza y obtener el derecho de gobernar afirmando descender de una criatura mítica de fuego que surgió de las piras de sacrificio del monte Abu. Cada una de ellas llevaba el nombre de Agnikula ("familia de fuego"), en honor de su fogoso ancestro. Los demás clanes y familias de la zona (los Rashtrakuta, Pratihara y Pala) no estaban en posición de discutir la exigencia de soberanía de los Rajput, al haber dilapidado sus recursos en siglos de luchas internas. Imponiéndose a toda resistencia, los Rajput se hicieron con grandes extensiones de tierra, establecieron principados y feudos y procedieron a luchar entre sí como habían hecho sus predecesores.

Los Rajput elevaron a una nueva dimensión el arte de las luchas entre príncipes. Los más pretenciosos se pusieron títulos fabulosos, apareciendo en los documentos de la corte corno Majarahandbiraja, "rey de reyes". Desde los salones del trono se lanzaban insultos refinados y poéticos, y los ejércitos salían al ataque como respuesta. Los invasores musulmanes del noroeste llagaban con regularidad asombrosa para saquear los ricos templos hindúes y los pueblos de los acaudalados brahmanes, todo ello, por supuesto, en nombre de la devoción religiosa. En cuanto se iban los invasores, quedaban olvidados y los juegos militares comenzaban de nuevo.

Hace sólo seis años, en el 1191 d.C., el juego terminó. Muhammad Ghori, un príncipe de Asia central, llevó a sus ejércitos a través de las montañas. No le interesaba llevar a casa estatuas de oro de dioses paganos, sino que fue a construir un imperio. Sus ejércitos consistían principalmente en caballería rauda como el rayo. Las fuerzas Rajput enviadas pulcramente en filas y con gran aparato fueron destruidas sin compasión. Para cuando los príncipes enfrentados de Agnikula se dieron cuenta del peligro, Muhammad ya se había hecho con Dhillika y la región de Chauhan que la rodeaba. Sus fuerzas aún ocupan la propia ciudad. Los invasores han desmantelado la Qila Rai Pithora y están construyendo en su lugar una gran mezquita, la primera de la India, llamada Quwwat-ul-Islam Masjid. Para añadir el insulto al daño, Qutb-ud-in Aibak, un antiguo esclavo convertido en general, ha comenzado a construir un enorme edificio de gres, al Qutb Minar, la Torre de la Victoria.

El Patrón Fogoso

Los clanes Rajput, a pesar de estar tan fraccionados como siempre, carecen de recursos. La historia de su legado es cierta: los cuatro clanes principales, Parihara, Chauhan, Solanki y Pwar, descienden realmente de una criatura de fuego, un venerable Wan Kuei llamado Pariksit. Las décadas de meditación sobre la naturaleza del Yang y de beber el Chi fogoso de las llamas de los sacrificios llegaron a su culminación cuando el antiguo Wan Kuei descendió de la montaña aquejado de una necesidad casi humana: el ansia de parentesco. Por supuesto, no faltaron los caudillos deseosos de ofrecer a sus hijas como cónyuges a una criatura tan poderosa, y, de este modo aparecieron los Agnikula. Con el paso de los siglos, Pariksit no ha perdido el tiempo. La continua preeminencia de guerreros temperamentales y hábiles entre sus descendientes, así como de unos pocos que poseen grandes poderes de hechicería, es una señal evidente de la presencia de dhampyros. Ahora que saben hasta que conocen la gravedad de la invasión de Ghori, los Rajput lucharán como posesos por recuperar sus territorios.

Pariksit, un antiguo del Dharma herético de la Llama del Fénix Naciente, está indignado por la invasión. Las fuerzas musulmanas amenazan con destruir su gran experimento. Algunos sabios Wan Kuei afirman que la existencia de una multitud así de descendientes con vidas concentradas y agitadas puede crear una reserva de Chi Yang de la que pueda disponer Pariksit. Los demás Wan Kuei de la zona se han negado a entra en el conflicto hasta ahora. Los ejércitos Ghori están bien entrenados y son peligrosos, y, ¿qué tienen ellos que ganar de la prominencia continuada de Pariksit? Sin embargo, esta reticencia podría cambiar, ya que Pariksit ha hecho una considerable oferta a cambio de que le ayuden a defender a sus hijos: el Pilar de Hierro. El Pilar de Hierro está en posesión suya. Aunque esté situado en territorio enemigo, ningún otro shen se atrevería a reclamarlo. Es un objeto realmente extraordinario, de unos siete metros de alto y 40 centímetros de diámetro en la base, forjado con el hierro más puro. Este pilar posee un equilibrio tan perfecto entre Yin y Yang en su composición, que el viento, el sol y el propio tiempo no han podido estropear su superficie. Pariksit, más preocupado por el poder en bruto del Yang que por las filosofías equilibradas, no se preocupa mucho por la reliquia, aunque comprende su valor.

Forasteros Peligrosos

Pariksit no es el único ser sobrenatural al que interesa el desenlace de la invasión. Los Cainitas del oeste levan mucho tiempo codiciando las riquezas rapiñadas transportadas a caballo hacia el norte. La ocupación de Dhillila ha proporcionado a los bebedores de sangre occidentales más ambiciosos la oportunidad de hacerse con esa riqueza y ese poder en la misma fuente. Los Cainitas Ravnos de la zona, a los que Pariksit permite desde hace mucho tiempo recoger las migajas de su mesa, probablemente sabrán más sobre estos invasores nocturnos de lo que cuenten abiertamente. Hay pocos Wan Kuei lo suficientemente confiados como para compartir el territorio con el imprevisible Pariksit. De esos pocos, los Mil Susurros, conocidos ahora como Abhrayanti, han pasado una década entera en su encarnación actual, y deben escoger una nueva o arriesgarse a salir de su sendero de Dharma.

Otros recién llegados, los diosecillos Harasekhara, han establecido discretamente un culto entre las castas menores. Sus seguidores pueden describirse actualmente como chusma, pero sus filas crecen cada vez más, por debajo de la atención de Pariksit y los invasores musulmanes. Una fuerza así podía ser una desagradable sorpresa para ambos bandos. La vida diaria ha cambiado poco para los habitantes mortales de Dhillika. Los palacios y templos derruidos por los invasores son lugares a los que las castas menores tenían prohibido el acceso. El sistema de castas que se encuentra en vigor en los reinos Rajput se ha vuelto increíblemente ortodoxo, y pone más restricciones a la fraternización y la ocupación que nunca. Las castas menores cultivan, trabajan, crían y evitan los ejércitos de todo tipo.
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