Descenso de un Alma: Una Fábula del Yomi

Edit

Incluso el Segundo Aliento no resultó tan doloroso como el que debo inhalar ahora. Encima de mí, sábanas de llamas bailan sobre esas olas ardientes como hojas atrapadas en el viento otoñal, mientras que toda el agua hierve a mi alrededor. El viento silba sobre el rostro de las aguas con un grito semejante al de la tetera cuando lanza su arrebato de vapor hacia la brisa. Las pértigas de los demonios reman entre las olas, hundiendo las cabezas de los condenados con sádica precisión. Hay pocos pecadores aquí, en la fusión entre el fuego y el agua. La mayoría escoge una forma simple de castigo y nada al interior de las profundidades. Una vez allí, se quedan hasta que su carne hierve sobre los huesos y tocan fondo en el lecho oceánico.

Entonces, los servidores de la Reina que aquí rige los reforman para que sean atormentados nuevamente. El dolor es exquisito pero familiar, y demasiados escogen soportarlo pacientemente. Sin embargo, yo soy de otro tipo. No pertenezco aquí más que a alguno de los otros dominios que he atravesado en mi viaje. Mi sino no es que mi piel sea erosionada por los vientos de Tou Mu, ni permitir que los gusanos de Rangda socaven mi carne. Aún así, he viajado a través de los dominios de esas dos Reinas Demonio sin quejas, y encontré de nuevo la senda de salida. Sin embargo, no voy a permitir que el Infierno de los Siete Mares Ardientes me retenga. Mi deber, la razón por la que he retornado a este lugar de tormento y dolor, es demasiado importante para permitirme el lujo del fracaso. He escogido este lugar de forma deliberada; para aquellos que no han profundizado en las profecías y augurios que yo estudié parecería ordinario, sólo una ola más en un mar interminable.

Alrededor de mi los demonios hacen su trabajo; debajo de mí los pecadores se balancean y cuelgan. A través del humo y las cortinas de vapor alcanzo a contemplar la Gran Puerta que une este lugar con el siguiente en la serie de los Mares Ardientes. Se supone que cada uno es más caliente y terrible que su predecesor: no albergo deseo alguno de comprobar si es verdad tal conjetura. ¡Sí! ¡Aquí está! A unos cientos de metros hacia delante mis ojos alcanzan a ver sus mástiles rompiendo las olas, y también cómo surge el resto de la embarcación. Las velas son sábanas flamígeras y la proa está en llamas, pero eso no importa; el Keshi se ha alzado de las profundidades una vez más. Es todo fuego y esplendor, y su tripulación pasea majestuosamente por cubierta, indiferente al infierno que la rodea. Los marineros miran a derecha e izquierda, buscando al alma a quien han venido a intentar rescatar. En cuestión de segundos los fantasmas de a bordo emprenden el rumbo, un rumbo directo hacia mí, tal y como dijeron los augurios que consulté antes de emprender la última parte de mi viaje; estoy contento de ver que están en lo cierto.

Se dice que la tripulación del Keshi está condenada a hundirse y salir de las aguas continuamente hasta que llegue el día en que rescaten a un alma inocente que haya sido traída aquí por equivocación. Hasta el día en que sea encontrada esa alma, están condenados a repetir su ciclo de tormento como sirvientes de la justicia en un injusto lugar. Ahora que ha llegado el momento de actuar, esos asuntos son sólo de interés académico para mí. A medida que se acerca el barco, dirigido presumiblemente hacia algún pobre idiota condenado más allá, los demonios se dispersan a su paso. Esta es toda la distracción que necesito. Lleno mis pulmones con el aire abrasador, más por hábito que por necesidad, y buceo hacia las profundidades. Escucho gritos, brevemente; entonces mis oídos se llenan con el agua hirviendo y las voces de la superficie quedan perdidas. Todo lo que llega hasta mí ahora es el sisear y burbujear de un océano de agua hirviendo y los desvanecidos gemidos de aquellos atrapados en su interior.

La luz ya se está desvaneciendo. Tengo que elegir: puedo cerrar los ojos y bucear a ciegas, lo que haría de mi una presa fácil para cualquier demonio de las profundidades, o puedo dejarlos abiertos y rezar por que no se cuezan mientras desciendo. Podría intentar curarlos a medida que bajo pero tengo demasiada poca cantidad de apreciado Chi para desperdiciarlo para cuando deba salir de este lugar. Los mantengo abiertos. intento no desperdiciar energías gritando y nado con más fuerza hacia las profundidades. Se dice que en el lecho de los Siete Mares Ardientes hay un pasaje por el que un alma valiente y decidida puede nadar hacia las aguas del Reino Medio. Ésa es mi esperanza más ferviente ya que, de todos modos, estoy atrapado aquí. También se dice que los sirvientes de la Emperatriz de las Perlas habitan en el fondo, levantando ciudades de la materia oceánica, y que otras monstruosidades nadan en esas profundidades inescrutables. He oído otras historias peores, que me han contado los akuma con los que he hablado en otros dominios. De todos los infiernos este es uno de los más temidos, y con razón.

Mi visión se torna borrosa. Algo de culpa debe de tenerla el daño que causa el agua, mientras que el resto se deberá a la presión de las profundidades a las que debo descender. No existe luz que pueda penetrar en este líquido, incluso el fuego que danza por encima de las olas. Dejo atrás a pecadores en posición fetal que no realizan ningún esfuerzo por nadar hacia arriba. El dolor se ha hecho demasiado para ellos, y ahora se hunden lentamente hacia las profundidades. Nado a través de una lluvia de jirones de carne porque me acerco a las profundidades más rápidamente que los pedazos de músculo y grasa que descienden. Algo que se asemeja vagamente a un tiburón nada, a unos pocos cientos de metros más adelante, atravesando los trozos de carne, arrancando pedazos con los dientes de aquellos que pasan. Nado con más rapidez para evitar acercarme más de lo necesario a la bestia. Y, aún así, desciendo.

Ahora, vagamente, puedo ver las ciudades de los sirvientes de la Emperatriz. Están iluminadas por una llama verdosa que, inexplicablemente, consigue mantenerse encendida bajo el agua y que tienen un tamaño titánico. Los muros de la urbe que sobrepaso deben tener unos treinta metros de alto, y hay edificios que se caerían por su propio peso en la superficie. Ahora puedo distinguir a sus habitantes, escabulléndose como cangrejos a través de sus oquedades y subiendo a sus torres. Algunos me están señalando con pinzas del tamaño de, bueno... Es imposible precisarlo desde aquí; sólo se puede decir que los sirvientes de la Emperatriz son realmente monstruosos. Continúo nadando sobre la ciudad. Aquí hay menos cuerpos flotantes; tienden a hundirse rápidamente al alcanzar este estadio. Todo debería estar más oscuro, pero no es así. En vez de eso la brillantez es cada vez mayor, brillando con el color anaranjado de las llamas de una hoguera. Quizá es una señal de que estoy en el camino correcto: tengo luz cuando debería tener oscuridad.

Un instante después me doy cuenta de mi error. La fuente de la luz está detrás de mí y no es una señal de favor divino, es puro fuego. Pero no soy yo a quién señalan las cosas que sirven a la Reina Yama. El Keshi está hundiéndose hacia las profundidades justo detrás de mí. Me giro, vuelvo la espalda y allí está, aún ardiendo incluso en lo hondo de este océano infernal. Ha fallado de nuevo, y ahora se precipita hacia el lecho oceánico. Si no me muevo rápidamente estaré atrapado bajo él y será mi fin o, lo que sería aún peor, podría obligárseme a formar parte de la tripulación y pasar la eternidad en busca de un alma que no existe. Que no existe porque no hay inocentes en el Yomi. Nado con más fuerza, intentando apartarme del camino de la nave que se mueve siguiéndome. Ahora puedo escuchar los gritos de la tripulación, imposiblemente altos para estar bajo el agua. También hay un clamor que emerge de la ciudad mientras intento hundirme desesperadamente. Me atrevo a mirar hacia atrás y estoy a punto de desmayarme por lo que veo. El Keshi está más cerca y la tripulación está hablando sobre el hecho de que sería mejor llevarme con ellos a bordo. Está claro que pretenden que sea parte de su grupo infernal y mi deber no me lo permite.

Alcanzo también a ver mi vía de escape. La nave es demasiado estrecha para el barco, pero si logro alcanzar el túnel estaré salvado. Sus manos casi me tienen. El clamor es ensordecedor. El calor del barco ardiente hace que el agua sea insoportable. Voy a fallar. No puedo evitar que dentro de poco me atrapen y me lleven a la borda. Uno de los marineros extiende su mano ardiente y me coge por el tobillo; ahora sé que todo está perdido. Entonces, súbitamente, el barco me sobrepasa y su tripulación grita llena de desesperación mientras cae en el lecho oceánico. No me detengo a observar cómo las arenas del fondo del mar engullen al Keshi. En vez eso, pataleo hacia atrás, maravillándome de mi buena suerte. El sendero hacia el mar del Reino Medio yace abierto ante mí y empeño toda mi fuerza en alcanzarlo. He triunfado.

Sólo mucho, mucho después me planteo los porqués de mi huida. Quizá los augurios estaban demasiado en lo cierto. Quizá era yo el alma que la tripulación del barco buscaba esta vez. Y quizá, por mis esfuerzos de escapar, demostré que estaba corrupto y que no era merecedor. Por lo tanto he cometido una gran ofensa. He condenado las valerosas almas que guían esa nave a más siglos de tormento. Su dolor es culpa mía. Por tanto, mi deber está claro. Debo retornar a Yomi Wan, al Infierno de los Siete Mares Ardientes. Debo llevar un alma inocente conmigo ya que la mía ya no es válida y debo ofrecer el tormento de otra alma para rectificar la maldad que he provocado. Todo esto es lo que debo hacer, aunque el proyecto me llena de terror. Nadie escapa para bien de Yomi Wan, me dijeron la primera vez que salí. Simplemente ahora eres tú el que elige cuando volver.

He escogido mi sendero. Dejen que los inocentes y los culpables tiemblen. Vuelvo a Yomi Wan.
Si te gustó o fue útil no olvides compartir
Sobre las Fuentes
Por favor visita el apartado “referencias” para encontrar las paginas originales de donde fue extraída la información, vampiro.cl es un compendio, nuestro objetivo es recopilar la mayor cantidad de contenido que circula por la web, son muchas personas que día a día traducen y/o comparten conocimientos que verteremos acá, nuestro aporte es clasificar, ordenar y compartir con la comunidad rolera.

0 comentarios:

Publicar un comentario