Historia del Mundo Yomi

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Li-Tsang corrió a lo largo de un sendero de piel circundado por grasa; el sonido de sus pisadas se veía ahogado por el de los chillidos de cientos de atormentadas almas P'o. A cada paso sus pies se hundían en la tierra, si es que se podía llamar así; y cada zancada suponía una batalla para zafarse del suelo. Los cazadores arácnidos que la perseguían no estaban al alcance de su visión, pero podía sentir una manada de Sin Rostro tras de sí que estaban ganando terreno; y, a pesar de que casi estaban doblados por deformidades invisibles, aún corrían con más rapidez que unos sabuesos: máscaras de Buda Sonriente cubrían su ausencia de rostro. En otro lugar habría asumido su forma demoníaca, pero aquí no se atrevía a invocar el poder de su P'o. Había sido el acudir a su naturaleza oscura con demasiada frecuencia lo que, precisamente, había provocado las atenciones no requeridas del Rey Yama Emma-O.

Los Sin Rostro la alcanzaron en cuestión de segundos. Gritando agudamente como enormes cerdos rodearon a Li-Tsang, manteniéndola retenida mientras esperaban la llegada de su señor. Ella, viendo que no había ninguna posibilidad de huir corriendo, adoptó una postura de combate: sus pies zozobraban en la acuosa carne que había debajo de ella. Aparecieron garras negras de las puntas de sus dedos al prepararse para una batalla breve pero honorable. No tuvo que esperar mucho. En pocos minutos, los enormes cazadores Kumo de Emma-O alcanzaron el lugar con su manada de "sabuesos" y daban rápidos saltos en rededor del círculo que mantenía prisionera a Li-Tsang. Las agudas puntas negras de sus ocho enormes patas punzaban el paisaje torturado a cada paso y, al retirarlas para dar el siguiente, fluía pus de la ulcerada tierra. La señalaban con la punta de uno de sus miembros goteantes y quitinosos, riendo nerviosamente. Se preparó para bloquear su ataque cuando cayo en la cuenta de que los cazadores no estaban realizando ningún movimiento de acercamiento.

-Oh, Li-Tsang, querida y antigua enemiga, deberías dejar de lado esas arrebatadas posturas de enfrentamiento -susurró él melodiosamente con una voz repleta de calma Yin-. Debo admitir que, en tus tiempos, eras una excelente guerrera. Quizá eras temida en esa adorable ciudad tuya, quizá ostentabas algún ridículo y diminuto título entre los Muertos Famélicos: la Depredadora de Shanghái ¿no era ése? Pero eso ya no tiene relevancia alguna, mi querida vieja bruja. En Yomi, mi dulce bocado, eres tú quien hace el papel de presa. Se volvió sin golpear, para la sorpresa de Li-Tsang. Después de haberse distanciado de su manada rugió: "Fuera las máscaras". Los Sin Rostro, predispuestos, cumplieron la orden y se despojaron de sus caras inmutables.

Por un breve momento, Li-Tsang, la Depredadora de Shanghái, mandarín de la Corte de los Espejos Opalescentes, gritó de terror. Luego prosiguieron sonidos más desagradables para que todo volviera a quedar en silencio, salvo por los llantos de los condenados en la distancia.


La Historia del Mundo Yomi

La historia del Yomi, que no se encuentra en un libro de ocultismo a la venta en las tierras del Occidente bárbaro, tampoco es fácilmente accesible para los que no nacieron hablando dialectos asiáticos que llevan siglos desaparecidos. Aquellos que conocen el Yomi (o, al menos, saben algo de él) atesoran su información, y los que no saben nada siguen sin saberlo. Los grandes Hechiceros Dragón del Oriente no hablan del Yomi (salvo en nerviosos susurros) porque, además de ser poco auspicioso e insensato, es de mala educación. Por otro lado, los Kuei-jin esquivan el asunto del Yomi no por su gran importancia, sino por su evidencia. Un Catayano no mencionaría el tema del Yomi en una conversación (o un interrogatorio) antes que asuntos como que la luz del sol le quema y la sangre le alimenta.

El P'o de todo Kuei-jin que haya respirado el Segundo Aliento ha pasado a través del Mundo Yomi. Unos pocos afortunados nunca regresan; el resto sabe que, algún día, le estará esperando. El horror de ese lugar es una experiencia compartida por todos los Kuei-jin, pero es una que pocos quieren recordar y menos incluso discutir con detenimiento. Todos ellos han estado allí, eso es suficiente. Aunque todo Catayano tiene algún breve conocimiento del Yomi (una memoria esquiva de las tormentas que soplan en el Infierno de Ser Despellejado Vivo, una imagen embrujada de un paisaje o una reminiscencia inquebrantable de momentos agonizantes en Infierno de la Parálisis Eterna), muy pocos recuerdan algo más que eso.

Se rumorea que los Bodhisattvas y arhats conocen la verdad sobre el Yomi (al igual que se rumorea que conocen la verdad sobre todas las cosas), pero, si esto es cierto, sus labios están totalmente cerrados mientras se encuentran entre aquellos menos iluminados que ellos. Lo poco que han dicho se encuentra escondido en frágiles pergaminos de estudiosos y ocultistas. Los akuma privilegiados, particularmente aquellos que poseen conocimiento de Tejer el Infierno, saben más que muchos, e incluso pueden acceder a discutir su saber por un precio, pero tratar con esos seres representa un peligro por sí mismo.

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