La Ciudad Infame

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Un sueño ciberpunk combinado con las peores pesadillas de un fang shih: la urbe de Mikaboshi es lugar de infinita destrucción urbana que se extiende en todas direcciones hacia el horizonte. El aire se encuentra contaminado con los vapores acres y la ardiente contaminación. El poco cielo que puede avistarse se agita y contrae con eléctrica urgencia, siempre se encuentra encapotado y, a menudo, no cae nada de él salvo la lluvia ácida. El hedor de la orina golpea cada callejón con brisas nocivas y se mezcla con el aroma del vómito, los excrementos y la sangre seca. Las calles y edificios están repletos tanto con las almas de los que son esclavizados sin mente en agonías inexplicables como con los demonios hambrientos de poder que los atormentan.

El dominio es, en su totalidad, un monumento al genio retorcido y la ambición ilimitada del señor del lugar: el rey Yama Mikaboshi. La propia ciudad es un híbrido profano: los retorcidos pináculos y edificios que se alzan desde las calles tienen como base otros edificios derrumbados que han sobrepasado su momento de utilidad. Los rascacielos de hoy en día han sido levantados sobre los templos y castillos de las eras pasadas. Aquí hay urbes construidas sobre otras urbes que han sido construidas a su vez sobre otras, y cuanto más lejos se adentra uno más monstruosos resultan sus demoníacos habitantes: se piensa que en esas ciudades fantasma subterráneas moran criaturas que no han visto la luz en siglos. En qué se han convertido esos monstruos es algo que se desconoce, pero ninguna alma que haya entrado en los túneles y metros abandonados de la Ciudad Infame ha retornado sana y cuerda: simplemente, no han retornado en absoluto.

Los edificios y vecindarios recuerdan intensamente a los de ciudades como Shanghái, Tokio y Hong Kong, aunque las estructuras infernales son más sombrías, retorcidas y afiladas. A menudo los akuma afirman que tienen una sensación familiar en la Ciudad Infame, y Mikaboshi lo prefiere así. El Rey Yama desea que todo el que contemple su urbe pueda entender su visión de una metrópolis infernal conectando el Yomi con los asentamientos urbanos del mundo físico; además, desea que en su infierno estén los arneses de comodidad de la vida real pervertidos hacia su ideal demoníaco: socavando la fe en lo confortable y en lo familiar Mikaboshi incrementa los sentimientos de miedo y sufrimiento y, por tanto, su propio poder.

El feng shui de la Ciudad infame va más allá de lo negativo descansando en el reino de lo imposible: no hay lugar del reino Medio que pudiera alterar y pervertir el flujo de Chi igual que éste. Todo el paisaje absorbe el Chi de las víctimas de la urbe, hay "flechas ponzoñosas" que apuntan por todas partes y cajas de metal de agudas esquinas retorciéndose en espiral en direcciones que causan vértigo a aquellos que sólo les echen una mirada; por todos lados cada estructura interfiere con el fluir natural de la energía. Para los demonios servidores de este sitio el Chi repugnante casi sirve como carga eléctrica que los mantiene en funcionamiento, pero para todos los demás la falta de armonía embota su voluntad e impide cualquier pensamiento racional: cuanto más tiempo pasa uno en la Ciudad Infame, más destructivo se torna para él el Chi malvado.

Este infierno es el destino final de aquellos que han caído irremediablemente en la corrupción, el aislamiento y el anonimato de la vida urbana: políticos, artistas, criminales, esclavos del trabajo, ejecutivos y oficiales de policía son lanzados a las dulces tiendas y oscuras avenidas de esta megápolis condenada, siendo obligados a trabajar más allá de sus límites; cuando fracasan o desfallecen el mayoral llega instantáneamente para probarles, sacudirles o castigarles de alguna forma debido a su incompetencia. Los servidores demoníacos utilizan terribles tecnologías para violar a sus subordinados y satisfacer sus propias naturalezas malignas.

Aquellas víctimas que parecen tener el aguante suficiente para retornar al mismo puesto insulso que tuvieron en vida (vendedores de enciclopedias, agentes de exportaciones, cajero de hamburguesería) lo hacen, día tras día y semana tras semana, sin tener la menor oportunidad de mejorar su posición. A cada prisionero se le proporciona un sueldo que apenas cubre su renta por lo que apenas pueden mantenerse mientras soportan los castigos infernales, aquellos que no pueden soportar este aburrimiento traumático son despedidos de sus oficinas entre las risas de sus compañeros y se convierten en los sin techo de la Ciudad Infame, accesibles para que los demonios, Bakemono y demás amargados con salario les golpeen, torturen o les prendan fuego: el razonamiento es que si tales parias hubieran valido algo la pena, hubieran tenido éxito en el trabajo. De forma ocasional se recoge a estos vagabundos para que reemplacen en su labor a aquellos que están demasiado cómodos: nadie está seguro en la Ciudad Infame.

En la mayoría de los casos Mikaboshi y su plantilla se ocupan de que se coloque a las víctimas en un trabajo degradante que sea lo más paralelo posible a la profundidad de sus vilezas en el Reino Medio: aquellos que fueron verdaderamente retorcidos en vida consiguen trabajos de vendedor. No hay lugares seguros en esta urbe: cada esquina puede ser el hogar de un demonio de hierro y violencia, y cualquier trabajador puede ser un espía akuma; no se puede confiar en nadie y todo el mundo es el enemigo: incluso aquellos atrapados allí pueden traicionar a un visitante a la menor posibilidad de recibir un ascenso por ello. Es un lugar donde la peor atmósfera de corrupción del Yomi se encuentra con los más bajos aspectos del capitalismo y la avaricia.

La tecnología de este dominio está más allá de lo molesto: el Yin corrupto del lugar alimenta todo tipo de implantes, ingenios y artefactos cuya única utilidad es la de reforzar el dolor de los condenados. Los trabajadores que han escapado de sus tiendas son cazados por ciborgs, y hay cámaras observando a todo el mundo: los ciudadanos se conectan a este infierno mediante toda clase de ingenios biónicos directos que permiten sentir los pies que caminan sobre las calles, escuchar los susurros murmurados en las esquinas y reconocer a las personas por la trama de su voz o retina: Mikaboshi y sus lugartenientes no se pierden nada de lo que ocurre en la urbe.

Es posible alcanzar la ciudad infame mediante cualquiera de los peores agujeros infernales del Reino Medio: los burdeles infantiles de Bangkok y Yakarta son rutas muy conocidas, pero existen otras muchas: lugares de corrupción y angustia, donde el Manto entre la Ciudad Infame y el Reino Medio es tan débil que, realizando un mínimo de esfuerzo, cualquiera puede atravesar. Por supuesto que hay pocas razones para hacerlo: muchos habitantes de este infierno visitan el mundo físico a menudo para atrapar nuevas almas. Debido a esas expediciones, hay muchos inocentes que sirven de juguetes para los demonios, sacados de vidas que ya eran más espantosas de lo que merecían.

También es posible alcanzar el Reino Cibernético desde esta urbe, además de otros lugares del mundo espiritual relacionados con la decadencia urbana y el abuso de la tecnología: de hecho, muchas criaturas de reinos similares o relacionados se han hecho con un puesto en la corte de Mikaboshi; el Rey Yama está dispuesto a darle empleo a cualquiera que le sea de utilidad, sin importarle sexo, color, raza o especie. La Ciudad Infame hace que las peores megápolis de la tierra parezcan suburbios tranquilos; es un lugar de contaminación, muerte y torturas de la peor clase, un producto del abuso del hombre sobre su propia tecnología y sobre la naturaleza. Lo más importante es que es un retrato de lo que serían las ciudades del Reino Medio si Mikaboshi rigiera la Sexta Edad como Emperador Demonio.

Lugares de Importancia

El Rascacielos de Mikaboshi

Esta horrible torre se alza hasta más allá de las nubes, quedando su cima invisible desde el suelo. Mide, al menos, noventa pisos de alto, pero sólo el Rey Yama y sus lugartenientes poseen el código del ascensor y lo guardan celosamente. Es desde esta espiral de cristal y acero ennegrecido donde el soberano del dominio observa lo que ocurre a su alrededor; también es aquí donde se trae a las almas recalcitrantes para su reeducación. Además de servir de hogar al soberano y sus seguidores también tiene la función de antena receptora de energía de todo su dominio y el propio Rey Yama se conecta frecuentemente a ella mediante extraños aparatos que le permiten interpretar esa energía en forma de información: haciendo esto puede ver, oír, y sentir cualquier parte de su obra.

La torre está llena de akuma favorecidos, demonios y otras criaturas que ayudan a mantener la delicada estructura administrativa de la metrópolis, y se utiliza a modo de central corporativa donde se trazan los planes que afectan a todo el mundo bajo el yugo del Rey Yama: desde mejoras del hardware de la ciudad hasta planes sobre eslóganes de publicidad corporativa diseñados para socavar la moral: todo surge de este edificio. Las salas y pasillos están patrullados por criaturas de metal y carne muerta, y las almas que han sido apartadas para sufrir castigos específicos son sometidas a toda clase de experimentos en las plantas médicas.

La Necrópolis Shinjuku

También llamada la Ciudad Sumergida, éste área está formada por aquellos lugares donde Mikaboshi ha construido nuevas estructuras sobre aquellas que han sido abandonadas. Aunque uno se podría esperar que tal suburbio a punto del derrumbe debería estar abandonado y vacío ése no es el caso. Aquí habitan toda clase de criaturas; la mayoría son demonios que han sido degradados por su incompetencia crónica, algunos son depredadores que buscan alimentarse de los deshechos de la urbe. Hay rumores sobre unos pocos Kuei-jin que han conseguido sobrevivir aquí y que se esconden en la Necrópolis. Qué es lo que están haciendo esos Kuei-jin en tal lugar es algo que se desconoce, pero puede que ayuden a los viajeros si se les proporciona un incentivo adecuado.

Habitantes

La Ciudad Infame es quizá el reino con mayor variedad de habitantes: los elementales de metal, espíritus urbanos corruptos, ciborgs y akuma preocupados por los negocios son sólo unas pocas de las criaturas que han caído bajo las garras de Mikaboshi. Los demonios que sirven aquí están programados para obedecer a sus superiores y respetar de forma continua la cadena de mando y el protocolo; aquellos que desobedecen son depuestos o destruidos, según la seriedad de la ofensa. La promoción es posible pero escasa: generalmente supone devoción y ayuda a las causas del maestro más allá de cualquier expectativa o la destrucción definitiva del superior inmediato.

Entre los más poderosos servidores de Mikaboshi se encuentran los corruptos Padres de la Ciudad de muchas de las urbes que conectan con este reino. Esos poderosos seres de alta posición actúan a menudo como ejecutivos corporativos y gobernadores de aquellas áreas que correspondan con sus análogas en el Reino Medio. El más poderoso es Masakado, el antiguo espíritu guardián y Padre de la Ciudad de Tokio, que actúa como hombre de confianza y mano derecha de Mikaboshi y cuenta con varios akuma y demonios que le sirven como lugartenientes.

Otros habitantes importantes de este reino incluyen a los grandes Oni que han sido modelados y cambiados por los experimentos tecnológicos del soberano infernal: esos tenores ciclópeos son utilizados generalmente como cazadores de las almas que han huido y llevar el peso de los asaltos contra los enemigos de Mikaboshi.
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