Emma-o

Emma-o, el señor del infierno Kakuri, comenzó su existencia antes de que los japoneses invadieran la nación que ahora llaman hogar. Originalmente, era un guía de los muertos para los Ainu, que habitaban en las islas que ahora son llamadas Japón. Le reverenciaban por su amabilidad para con los muertos; los altares y templos en su honor eran omnipresentes. El influjo de energía espiritual y creencia que producía esta adoración le proporcionaba un gran poder, utilizado para potenciar a los buenos y castigar a los infames de entre los Ainu. Todo eso cambió cerca del 2000 a. C. Cuando los japoneses diezmaron y subyugaron a la gente de Emma-o, la forma de vida de los Ainu se perdió a lo largo de los siglos. Aquellos pocos que prevalecieron están lejos de su antigua gloria. Al cambiar esta forma de vida, también lo hizo Emma-o: se volvió amargo, árido y frío. Deseaba venganza contra aquellos que habían destruido a su gente y diseminado a sus adoradores: los japoneses le dieron la oportunidad. Como muchos conquistadores, adoptaron costumbres de aquellos a quien conquistaban. Habían visto a menudo cómo los Ainu invocaban el nombre de Emma-o para que castigara las almas de los invasores y asumieron que tal entidad debía ser una clase de señor demoniaco del castigo.

Con el tiempo esta creencia se extendió y fue aceptada en la cultura nipona. Durante años, Emma-o se burló de dicha imagen degradante pero, al abrazarla, terminó convertido en eso exactamente: el Señor del Inframundo Japonés. Habiendo sido un espíritu de una cultura nativa, integrado pacíficamente, debería haber aceptado amablemente su nuevo papel en la jerarquía celestial, pero su resentimiento contra los invasores no disminuía. No es que se sintiera obligado a castigar sus almas, sino que realmente quería hacerlo; incluso los espíritus de los justos merecían su ira. Pronto se encontró con una gran cantidad de almas que venían a él, y le llevó muy poco tiempo el construir su propio infierno a base de Reinos Espirituales, en el que albergar sus tesoros, a los que regía con gran y mayestática crueldad. Durante este periodo, el Yomi era poco más que un débil colectivo de reinos robados, bordeándose entre sí. Resultaba muy fácil transformar uno en otro. Aunque hacer eso trajo como resultado conflictos con los otros Reyes Yama japoneses, no le llevó mucho tiempo transformar su sencillo inframundo, Sono-no-kumi, "La Tierra Profunda", en Kakuri, el infierno oculto y frío que ahora domina.

Mientras Emma-o reconstruía su dominio, el Mundo Yin del Japón estaba especialmente nublado. Al menos otros dos Reyes Yama pugnaban contra él por el control de las Tierras Sombrías. El más problemático era Pika Don, el antiguo y grotesco asolador de las tierras fantasma japonesas. De importancia secundaria era el Rey Yama, débil y relativamente reciente, Mikaboshi, a quien el Daimyo de la Oscuridad pretendía destruir. Durante siglos mantuvo una parte de su reino inmutada para las almas justas de los Ainu pero, a lo largo de la historia, al ser éstos subyugados por los invasores, el Rey Yama olvidó totalmente sus orígenes. Abrazó la ideología y valores japoneses y los retorció para mejor tortura de las almas. Disfrutó almacenando la voluntad de aquellos que llegaban a su reino. Si fuera capaz de recordar, se complacería atormentando a aquellos que subyugaron a su pueblo, pero queda poco en su interior de lo que una vez fue.

Ahora contempla la llegada de la Sexta Edad. En su fortaleza Kyuden no Kakuri hace llamar a sus Shikome de más poder siete veces a la semana, para que puedan servirle tras las grandes puertas talladas de obsidiana. Les ordena que le aten y separen la piel de la carne y luego, los músculos de los huesos, con sus látigos y dagas. El Daimyo de la Oscuridad se permite ser castigado de esta forma por su maldad. En una buena noche este proceso se termina en una hora pero, cuando las Shikome se sienten particularmente crueles, pueden alargar el sufrimiento hasta veinte horas, estratificándolo golpe tras golpe. Se rumorea que cuando una de ellas inflige una agonía especialmente inspirada el señor les concede la libertad. Dónde van cuando esto ocurre se desconoce.

Emma-o es el Rey Yama de tendencia Yin arquetípico: frío, calculador, y totalmente carente de misericordia. Está convencido de que sólo alguien que, como él, ha subyugado el Japón, tiene posibilidad de ascender como Emperador Demonio. Ninguno de los Reyes Yama tiene su experiencia en la guerra, el conflicto y la conquista, y él lo sabe. Se enorgullece de sus antiguos sentimientos de superioridad moral. Hace tiempo se creía superior a los japoneses a causa de lo que él percibía como corrupción y maldad. Ahora, se ha convertido en lo que ridiculizaba y ha olvidado su antiguo honor, quedando sólo el orgullo. A pesar de su frío comportamiento, hay una entidad capaz de hacer tambalear su calma preternatural. Emma-o ha visto algunos mortales superar vanas tendencias y abrazar vidas de honor y, en la mayoría de los casos, esto le resulta molesto. Pero hay un caso en particular que le desconcierta realmente. La entidad es Jizo Bosatsu, cuya habilidad para residir confortablemente en su Kakuri le aterroriza.

Las formas de operar de Emma-o reflejan los caminos de la burocracia japonesa. Se preocupa poco por los resultados inmediatos; sin embargo, esta buscando ganancias a largo plazo que le hagan acercarse al objetivo definitivo. Sabe que, al final, el que gane el trono de Emperador Demoníaco es el que haga planes ahora, no en los momentos finales de la Sexta Edad. Emma-o se aparece, generalmente, como un hombre alto con barba negra y ojos que destilan malicia. A menos que escoja lo contrario, no muestra rasgos asiáticos y es extremadamente hirsuto como reminiscencia de, su herencia Ainu. Su piel, donde se muestra, parece obsidiana y esta hecha de materia Yin pura. En ocasiones se viste de finas ropas Ainu, bordadas con escenas de batalla, enfermedad y muerte, exquisitamente tejidas. Suele llevar un abanico o una espada, como adorno, cuando se siente de humor.

Todos los sirvientes de Emma-o son femeninos. Entre las primeras se encuentran las Shikome. Muchas de estas Kuei-jin fueron violadas, descuidadas u olvidadas en sus días mortales, y ahora sirven a su maestro, en quien han encontrado las cualidades de un padre, un amante y un señor. Él, a cambio, les muestra respeto; sin embargo, no duda en castigar a las incompetentes y rebeldes, y algunas de las que caminan los páramos torturados de Kakuri una vez sirvieron como Shikome.

El Honorable

A pesar de la degradación espiritual del Japón y el influjo poder de Emma-o, aún hay antiguos y poderosos enemigos que le contaminan, incluso en su propio dominio. Entre aquellos que se oponen a él hay muchos monjes sin edad, samurái y sigilosos Chi'n ta. A menudo, su acoso todavía perdura después de que se hayan transformado en un Wraith o Kuei-jin. Esos seres tienen poco en común aparte de su deseo de redimir el Japón de la corrupción enviada por Emma-o y los otros Reyes Yama. El más afamado con mucho de todos ellos es Jizo.

Jizo es un enigma total para los estudiosos y el propio Emma-o. Se le ve poco en el Reino Medio, prefiriendo vagar por las tierras asoladas de Kakuri confortando o inspirando a los atrapados allí. Algunos Kuei-jin, antiguos cautivos de ese infierno, juran que fue Jizo Bosatsu quien les inspiró (y les dio el poder) para que volvieran al mundo mortal. Hay quienes dicen que el monje se ha enfrentado al Daimyo de la Oscuridad aunque nadie que siga vivo ha sido testigo de ello.

La identidad de este misterio vagabundo se desconoce; hay quienes susurran que se trata de un poderoso Arhat o un espíritu del honor y otros que puede tratarse del Hun abandonado de Emma-o. Aún hay menos que sepan donde encontrar respuestas; lo que se sabe es que aquellos del Reino Medio que siguen su ejemplo se cuentan entre los más implacables enemigos del Daimyo de la Oscuridad. Adhiriéndose a un estricto (y, según algunos, excesivo) código de honor, compasión y rectitud de obra, estos humildes monjes personifican todos los rasgos antitéticos al Rey Yama, y su mera existencia es un insulto que castiga duramente. Tienen suerte de ser inmunes a los encantos de las Shikome.
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