Mikaboshi es un producto de su propia ambición. Comenzó sus días como estudioso y filósofo en Japón, y viajó a China para estudiar en las academias del reciente Dalou'laoshi. Su maestría con la Geomancia y la Alquimia le convirtieron en uno de los más famosos escolares de su tiempo, y se le pidió que actuara como consejero para la Dinastía Chou. Sin embargo, Mikaboshi deseaba reinar, no aconsejar, y volvió a su tierra natal decidido a alzarse al poder de una manera u otra.
La manera con la que lo obtuvo, finalmente, fue el infernalismo. Mediante su amplio conocimiento de la magia, consiguió atrapar a un demonio e interrogarlo. Tras conseguir todo lo que sabía sobre el Yomi y los Mundos Espirituales, lo asesinó, lo cortó en pedazos, y destiló su esencia para crear un elixir que le permitiera el acceso a las frías tierras de los muertos. Cuando regresó de los Manantiales Amarillos, usó su influencia en la corte como fang shi, o geomante, para que se construyeran una serie de monumentos según la configuración maldita chueh ming que amplificaba y concentraba el Chi malsano en su centro.
Cuando la construcción finalizó, volvió al Reino Yin y fue testigo de lo que había provocado: a su alrededor se concentraban fantasmas sollozantes, y pudo sentir como el Chi de su sufrimiento fluía hasta él, como resultado del elixir demoníaco.
Sin embargo, eso fue sólo el principio. Mikaboshi contaba con construcciones mayores y más complejas para retener el Chi corrupto. Sin embargo, un artesano que venía de visita del Dalou'laoshi vio lo que estaba haciendo e informó a la escuela. Las configuraciones fueron derribadas y el futuro Rey Yama huyó al Mundo Yin, donde estaba lleno de poder. Construyó nuevas configuraciones en el Mundo Subterráneo para canalizar el tormento del mundo mortal hacia él pero, siendo incapaz de retener el poder que le inundaba a través de esos canales, Mikaboshi engordó.
Las jóvenes configuraciones que había construido se convirtieron rápidamente en una urbe basada en los principios del desequilibrio. A medida que más y más almas eran lanzadas a ella, la urbe se transformó en una ciudad. Consiguió un nivel de poder que le equiparaba con los Reyes Yama más débiles. Fue entonces cuando Emma-o y Pika Don comenzaron a percatarse de su presencia. El segundo, una antigua y astuta monstruosidad que devoraba almas de los muertos, resultó fácil de aplacar con el sacrificio ocasional de condenados y Chi. Pero el Daimyo de la Oscuridad era rencoroso y atacaba a Mikaboshi con legiones de Shikome a la mínima oportunidad. El extravagante flujo de Chi alrededor de la Ciudad Infame aseguraba que, hicieran lo que hicieran los akuma estuviese plagado de joss inarmónico y malo.
Durante siglos, Mikaboshi combatió las depredaciones
de Emma-o. Las almas atrapadas entre los dos Reyes Yama
agonizaban, sin importar el infierno en el que estuvieran, pero eso les suponía poco a los
grandes señores. Ciertas provincias
fronterizas fueron cambiando
de manos entre Kakuri y la
Ciudad Infame más de quinientas veces. Todas las
profecías suponían que
ésta seria destruida por el Daimyo de la Oscuridad; hasta la llegada de los poderes occidentales y la tecnología que trajeron consigo. Mikaboshi, rápido de reflejos, utilizó estos artefactos, armas, y tecnología reliquia equilibrando la balanza, quizá de forma definitiva.
A causa de esta rápida adaptación a la tecnología y a las oportunidades
que representaba, es por lo
que Mikaboshi ahora puede encontrarse entre los mayores Reyes Yama. Hace dos
siglos se encontraba batallando contra Emma-o, perdiendo territorio casi diariamente, pero ahora la Ciudad Infame tiene más almas que Kakuri, y muchos esperan que sea él quien consiga el trono de Emperador Demonio cuando llegue la Sexta Edad.
No ha habido momento en
el que Mikaboshi no haya querido más de lo que tenía, y esto
aún sigue siendo cierto. Hay
quienes dicen que esta ambición representa su mayor fuerza y su defecto más inmenso.
Un hambre de poder ha estrujado al señor de la Ciudad
Infame hacia actos precipitados
de brillantez, que han sorprendido a sus semejantes y le ha
ganado una gran importancia
en muy poco tiempo. Por otra
parte, su obsesión por enfocarse
sólo en sus grandes planes le ha
dejado, a menudo, ciego frente a
la manipulación de otros. Ya le
han cogido desprevenido antes de
esta forma, pero de aquellos que
lo han hecho se desvanecen irremediablemente, al igual que el objeto de sus maquinaciones. Sólo Emma-o ha sobrevivido a sus atenciones directas.
Está obsesionado con convertirse en Emperador Demonio y, para conseguirlo, busca expandir sus posesiones tanto en el mundo Yomi como en el Reino Medio. Cada día, extiende la corrupción urbana y la decadencia como una red para empujar más almas hacia su dominio. No tiene interés en eliminar a los demás Reyes Yama, prefiere hacer que su base de poder sea tan monolítica que no pueda ser derrotada. Sabe que, una vez se haya hecho con el control de la Sexta Edad, necesitará sirvientes cualificados, por lo que no ve razón para destruir a sus compañeros ahora. Mientras tanto, se entretiene con juegos y pasatiempos que avergonzarían los peores excesos de mortales hambrientos de poder.
Rara vez se le ve fuera de su rascacielos de la Ciudad Infame. Aquellos pocos que se han aventurado allí, o que le han visto en otra parte, afirman que es una criatura sustentada por una estructura tecnorganica. Este exoesqueleto está suspendido del techo, o es transportado por enjambres de ciborgs esclavos. Los sirvientes están conectados a la estructura del carruaje tecnológico de su señor por cables que se enrollan en sus cuellos y en el interior de su cráneo, y la desobediencia tiene como resultado una descarga eléctrica directa a los centros nerviosos del cerebro. Tales artefactos pueden cambiar a elección del señor, aunque este Rey Yama parece disponer de una multitud de utensilios tentaculados, que terminan en una variedad de objetos cortantes o inyectables.
Algunos akuma afirman haber visto a Mikaboshi de una manera totalmente distinta a la anterior y aseguran que el Rey Yama aparece con la forma de un hombre japonés, con manos metálicas y un delicado traje sastre. Se comenta que, en esta forma, viaja al Reino Medio cuando es necesario encargarse personalmente de sus negocios, algo que realiza con una frecuencia que molesta a los demás Reyes Yama.
El gran número y la adaptabilidad, de los sirvientes de este señor demoníaco sirven como verdadero testamento de su brillantez táctica. Escoge a sus seguidores con el ojo de un arquitecto (o de un representante de alto nivel), asegurándose que sus peones trabajan allí donde son más efectivos. El resultado final es el de una jerarquía infernal que es más que la suma de sus partes. Si una de esas partes se torna ineficaz o comprometida, es reemplazada. Según su punto de vista, todos los eslabones son igualmente reemplazables. Aquellos que se muestran deseosos de servir a su representante, apoderado infernal, adquieren movilidad ascendente, mientras que los débiles permanecen al final de la cadena, donde son inevitablemente aplastados por la gran rueda de hierro de la maquinaria de ascenso de Mikaboshi.
La organización de las legiones tiene parte de imperio corporativo y parte de corte feudal. Los akuma poderosos aconsejan y dirigen sus operaciones. Cuenta con agentes Kuei-jin para infiltrarse en las Cortes, espías Kumo que le traen información, y sirvientes Bakemono para reforzar su voluntad. Más que ningún otro Rey Yama, Mikaboshi emplea el Pueblo del Rayo, mediante los cuales manipula el intercambio de reservas de sus dominios en el Reino Medio y devasta los de sus rivales. Los peones de Mikaboshi se distinguen de otros hombres de negocios japoneses porque son los pocos que conservan la carne viva de sus rivales y buscan corromper el orden natural. Sólo la malicia tiene preferencia sobre el beneficio, y sólo en ocasiones especiales. El señor de la Ciudad Infame también utiliza mortales con una efectividad que es la envidia de otros Reyes Yama. Yakuza, corsarios corporativos, y oficiales del gobierno trabajan para expandir la fuente de su poder (a veces sin saberlo), en las ciudades asiáticas y la corrupción que allí se reproduce.
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