En el arruinado infierno de Lanka puede encontrarse a Rayana, el señor devastado. Hubo un tiempo en el que este Rey Yama era uno de los más temidos y poderosos de entre todos los de aspecto Yang. Sus peones, los cambiaformas Rakshas, eran fieras anatemas que aterrorizaban a hombres y demonios por igual.
Con su amor vil por los claros y templos profanados, hizo enfurecer a la Madre Verde (mas allá incluso que los otros Reyes Yama), que envió a un astuto Hengeyokai llamado Hanuman para que le enseñara humildad. Tanto los Kitsune como los Nuwisha afirman que Hanuman fue uno de los suyos, aunque las leyendas sugieren que era un mono. Con sigilosa maestría se infiltro en Lanka y, utilizando Dones que le fueron entregados exclusivamente para castigar al Rey Yama, incendió todo con un fuego purificador. La isla misma gritó, y los ministerios del dolor se derrumbaron. La ínsula entera se retorció de agonía, mientras las paredes de los edificios se caían quemadas. El fuerte desequilibrio Yang de Lanka hizo que ésta "quisiera arder", y así sucedió en su mayoría.
Sólo el centro de la misma, la tierra bajo el palacio de Rayana y el blasfemo templo donde se hacían sacrificios al mismo demonio, aún muestran signos de vida.
Ahora, el reino de Rayana, que una vez fue un horrible ejemplo de eficiencia infernal, se derrumba a su alrededor. Los, cuidadosamente planeados, ministerios del tormento permanecen quemados y en desuso. No viene ninguna alma desde el Reino Medio, tan sólo refugiados de los otros dominios. Algunas de esas criaturas no se dan ni cuenta que siguen en el infierno: tratan de establecer cortes y de mejorar, limpiar y reparar la extensa urbe inerte. El mismo Rayana, mientras tanto, permanece escondido en la latente fortaleza diabólica, preguntándose qué nuevos horrores podría perpetrar para ganar el mayor beneficio. Piensa que, finalmente, ha encontrado uno.
Rayana fue, en su día, el más egoísta y narcisista de entre todos los Reyes Yama. Creía, realmente, que no existía ser que pudiera superarle en poder, intelecto y maldad. Esa arrogancia le hizo muy peligroso, pero también altamente predecible. Todo el que conociera al Rey Yama también sabía lo sencillo que era de manipular, enervar y adular. Fue esto lo que le condujo a su caída.
Desde su ruina él mismo ha experimentado una transformación. En la superficie parece vacío, autodestructivo y desesperanzado. Rehúsa salir de su fortaleza y aquellos que le han visto, lo describen como un niño de pecho que carece de la ambición o el poder necesario para tener éxito. Esto fue verdad durante unos pocos días tras la destrucción de su dominio, pero el miedo al fracaso definitivo es lo que ha traído a un nuevo y más peligroso Rayana, más sutil y menos susceptible a la manipulación. No tiene escrúpulos para hacer cualquier cosa con tal de ganar el trono de Emperador Demonio.
Los Rakshas, muchos medio locos por el hecho de haber
sido testigos de cómo su reino se quemaba a su alrededor, susurran que
su señor debe estar loco para intentar algo así, porque solamente Shau-Yar-Han se aventuró en algo parecido, y fue derrocado por
la fuerza combinada de los otros Reyes Yama. Sin
embargo, nadie se atreve a cuestionar a su maestro, ya que el miedo hacia
él aún es poderoso.
Todas las intrigas de Rayana son parte de un plan
maestro: nadie que consiga aprender todos los detalles del mismo vive para contarlo; incluso sus servidores de
más confianza son prescindibles si prueban estar demasiado cerca de la verdad. Aquellos que se atreven a investigar se dan cuentan de que los Rakshas, aunque no tan numerosos como antes, aún siguen siendo extremadamente mortales.
Este Rey Yama es el señor de formas infinitas. A diferencia de los otros, que prefieren unas pocas formas elegidas, la apariencia de
Rayana siempre es inestable. Esta
mezcla constante de todas ellas es la monstruosidad y el terrible poder.
Servidores y Espías
Los servidores favoritos del Rajá de los Demonios son los Rakshas. La mayoría de
ellos son Hengeyokai que han
sido deliberadamente transformados por la corrupción de Lanka. Los
elige porque su carne y espíritu están habituados a los rigores de esta
transformación. Los favorecidos
entre los Rakshas también poseen otro número de poderes,
como controlar las tormentas
o el fuego, lo que los hace
enemigos verdaderamente
peligrosos.
Alternativamente, Rayana puede utilizar akuma con conocimientos de Artes de Transformación aunque tales seres no se consideran rakshas. Esas criaturas menores poseen la Disciplina Shintai de la Carne y todos
tienen forma demoníaca especialmente
animal.
Aunque su maestro ya no sea tan temido como
otros de los Reyes Yama, los Rakshas son, quizás, los semidioses más peligrosos del Yomi. Su infinita capacidad de adaptación los hace resistentes y son imposibles de matar. Cada año que Rayana permanece escondido en su castillo, meditando y confabulando, más y más de estos seres dejan Lanka a cambio del poder y los placeres del Reino Medio. Pero volverían a su hogar en caso de que el Rajá de Demonios los llamara es asunto de debate.
Nota: Rayana también es conocido como Ravana.
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